La escritora española que es leída en toda la región y ha provocado un fuerte acercamiento de los más jóvenes al género poético asegura en diálogo con La Primera Piedra: «Estoy muy orgullosa de ser quien soy, aunque tenga que demostrar continuamente que merezco estar donde estoy». Prejuicios a combatir, la desigualdad en el ambiente literario y la vida en plena pandemia: «Para mí los libros son siempre una ventana a otras realidades».
Con apenas 28 años y a pesar de no publicar un nuevo libro de poesía desde el 2016, la escritora y traductora española Elvira Sastre (Segovia, 1992) es una de las referentes del género a la hora de pensar en Hispanoamérica. Dueña de una voz urbana y fluida en sus poemas, no reniega de la sentimentalidad ni de la utilización de redes sociales para difundir su obra. Sin embargo, ese registro empezó a resultarle un tanto conocido y repetitivo, por lo que se lanzó a la narrativa con Días sin ti, novela que ganó el Premio Biblioteca Breve 2019 y fue publicada por Seix Barral.
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«La narrativa es otro idioma, otra manera de entender las palabras. Pero he aprendido mucho y la experiencia ha sido más que positiva, empezando por el hecho de conseguir algo que creía imposible», señala en diálogo con La Primera Piedra en relación a los desafíos que le demandó la mudanza de género literario. Los planes de Sastre para este año, al igual que los de la gran mayoría de la población mundial, se vieron trastocados por la pandemia de Covid-19: la escritora retrasó la salida de su próximo poemario, el cual estima poder lanzar para fines del 2020 y también tuvo que cancelar una gira por varios países de Latinoamérica.
Yo tengo una casa donde he podido pasar la cuarentena, así que decir que ha sido difícil me parecería una desfachatez. He sufrido, claro, como todos, y lo sigo haciendo porque la gente se sigue muriendo. No soporto ver el abandono de ancianos en residencias, la desprotección que han sufrido. Eso me rompe el alma.
En esa misma dirección, la autora de Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo se encuentra viviendo las primeras semanas de la salida de la cuarentena estricta en España, aunque asegura que la vida aún está lejos de ser normal: «No es normal hasta que no pueda abrazar a mis abuelos. Me parece peligroso usar ese tipo de términos que abunda en los medios de comunicación. No es una vida normal y no va a serlo hasta que haya una vacuna y todos tengamos acceso». Al mismo tiempo, ve con preocupación los efectos de este contexto para el sector de la cultura: «El parón económico de estos días lo ha dejado claro: dedicarse a la cultura en España es increíblemente difícil».
Sastre también afirma que la cuarentena no ha sido el mejor momento para la creación: «Yo necesito la vida y el movimiento para escribir, y no la he tenido: ahí afuera todo estaba quieto y muriéndose». Sin embargo, eso no la detuvo del todo: pudo lanzar Elvira en Voz –un disco con sus poemas musicalizados- y estuvo al frente de varias iniciativas en pleno aislamiento, como por ejemplo Poesía en tu Sofá y una campaña de apoyo a librerías #MisLibrosEnTuLibrería. Además, se muestra optimista con respecto al futuro: «La conexión entre nosotros, poetas jóvenes sin prejuicios, va a hacer que en un futuro la literatura en español sea un todo en uno».
— En primer lugar, una pregunta un poco inevitable: ¿cómo pasaste los días de cuarentena en España y cómo vives la vuelta a una vida más «normal»?
— Bueno, no es normal hasta que no pueda abrazar a mis abuelos. Me parece peligroso usar ese tipo de términos que abunda en los medios de comunicación. No es una vida normal y no va a serlo hasta que haya una vacuna y todos tengamos acceso. Pensar lo contrario, aunque solo sea para dar un poco de descanso a la mente, puede llevar a algunos al equívoco de pensar que todo ha pasado ya. A la vista está que, al menos en mi país, hay gente sin conciencia ni memoria que se salta las medidas, no se protege, no cuida de los demás y además lo exhibe. A esos son a los que hay que recordarles que nada ha terminado aún. Por mi parte, me siento tremendamente afortunada. Tengo gente en mi familia que lo ha pasado sin síntomas y todos los demás han conseguido esquivarlo. Yo tengo una casa donde he podido pasar la cuarentena, así que decir que ha sido difícil me parecería una desfachatez. He sufrido, claro, como todos, y lo sigo haciendo porque la gente se sigue muriendo. No soporto ver el abandono de ancianos en residencias, la desprotección que han sufrido. Eso me rompe el alma.
Respecto a mi escritura, yo necesito la vida y el movimiento para escribir, y no la he tenido: ahí afuera todo estaba quieto y muriéndose.
— Diversos autores y autoras señalaron que estos meses no fueron los más provechosos a la hora de la escritura y lectura, sobre todo por la falta de concentración o ánimo. ¿Cómo se dio en tu caso?
— Exactamente así. Me alegro que encabeces la pregunta de esa manera, porque en otras entrevistas daban por hecho que por estar en casa encerrado y tener más tiempo libre la creatividad iba a hacer aflorar cientos de poemas e historias. Y no es así, al menos en mi caso. Es cierto que ha sido muy provechosa en cuanto a iniciativas: junto con Fran Barreno y Andrea Valbuena organizamos el festival Poesía en tu Sofá, que duró tres semanas y llegó a replicarse en otros países. También ideé con Beatriz Luengo una campaña de apoyo a librerías, #MisLibrosEnTuLibrería, que se hizo viral. He intentado ser provechosa para la situación y trabajar en cosas con beneficio común. Respecto a mi escritura, yo necesito la vida y el movimiento para escribir, y no la he tenido: ahí afuera todo estaba quieto y muriéndose.
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— ¿Sos de pensar en «la nueva normalidad» de la que se habla tras el brote de la pendemia?
— No, como te comentaba en la primera pregunta, es un término que me asusta. Creo que esta situación responde a criterios económicos (ojo, válidos también) y no a sanitarios. Está en cada uno proteger el recuerdo de estos meses atrás y seguir actuando de manera particular con responsabilidad.
— ¿Qué lugar pensás que puede ocupar la literatura en estos contextos de incertidumbre?
— Para mí es clave, y por lo que he visto para muchas personas también lo ha sido. He leído muchísimo en esta cuarentena: para mí los libros son siempre una ventana a otras realidades.
He aprendido a que me deje de importar lo que opina un señor de sesenta años en adelante sobre mi trabajo, sobre todo cuando me doy cuenta de que no lo conoce
— En entrevistas anteriores destacaste que quisiste escribir una novela (Días sin ti) para correrte del terreno conocido de la poesía, ¿qué desafíos te representó ese salto?
— Muchos. La narrativa es otro idioma, otra manera de entender las palabras. Pero he aprendido mucho y la experiencia ha sido más que positiva, empezando por el hecho de conseguir algo que creía imposible y terminando por el aprendizaje a la hora de moldear las letras de otra forma completamente distinta.
— También en un reportaje remarcaste que «el mundo literario es muy cerrado y a algunos de sus miembros les molesta que entre gente nueva», ¿sentiste dificultades o destratos por tu edad?
— Sí, mi género y mi edad son condiciones que dificultan mi carrera, pero estoy muy orgullosa de ser quien soy, aunque tenga que demostrar continuamente que merezco estar donde estoy. He aprendido a que me deje de importar lo que opina un señor de sesenta años en adelante sobre mi trabajo, sobre todo cuando me doy cuenta de que no lo conoce y piensa sobre otras bases muy distintas a las literarias. A mí solo me interesan las críticas que me ayudan a mejorar: esas no solo las espero, sino que las busco.
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— En la misma dirección la relación entre la literatura y las redes sociales siguen despertando polémicas en algunos ámbitos, ¿por qué creés que se genera ese rechazo y no se ven las ventajas de esas herramientas como medio de difusión?
— Hace tiempo que me dejó de importar qué lleva a una persona a rechazar algo por el sitio en el que se difunde, sobre todo cuando veo a esos mismos recurrir tiempo después a las redes sociales para compartir su trabajo. Es ridículo.
— Tanto por las redes sociales, como por otras vías, ¿creés que se han abierto nuevos puentes de contacto entre los poetas hispanoamericanos?
— Desde luego. A mí, al menos, como lectora, me ha permitido llegar a muchos autores que de otra manera habría sido imposible conocer, como Paola Soto o tú mismo, que has sido mi descubrimiento en esta cuarentena. La conexión entre nosotros, poetas jóvenes sin prejuicios, va a hacer que en un futuro la literatura en español sea un todo en uno. Yo solo espero que vuestro trabajo llegue a las aulas de España, donde parece que cada vez hay menos hueco para la poesía latinoamericana.
La conexión entre nosotros, poetas jóvenes sin prejuicios, va a hacer que en un futuro la literatura en español sea un todo en uno. Yo solo espero que vuestro trabajo llegue a las aulas de España, donde parece que cada vez hay menos hueco para la poesía latinoamericana.
— En tu obra -tanto en tus poemas como en Días sin ti– hay una apuesta constante a los sentimientos y también a un lenguaje urbano, ¿cómo suele ser tu proceso de escritura?
— Es sencillo, o eso creo. Solo necesito algo de música, ruido dentro y silencio fuera. A partir de ahí, dejo que fluya, y si no lo hace, lo intento en otro momento.
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— Sos una gran defensora de que una autora pueda vivir de su trabajo como tal, ¿qué crees que hace falta para que eso deje de ser pensado como una rareza?
— Hace falta mucho. Lo primero: respeto a la cultura desde las instituciones. Mejores condiciones laborales, medidas más ajustadas a la realidad de un artista. El parón económico de estos días lo ha dejado claro: dedicarse a la cultura en España es increíblemente difícil. Tenemos una de las cuotas de autónomos más altas de Europa, no disfrutamos de paro, las ayudas son mínimas. Vivimos de nuestros actos, de las ventas de nuestros libros y de lo poco digno que llega. Eso hace que nos tengamos que buscar la vida como podamos, y también nos obliga a exigir una retribución justa de nuestro trabajo. Hay gente que pretende contratarte gratis para un acto y a cambio lleva tus libros a la venta. Si tienes suerte como autor, te puedes llevar un 10% de cada libro. Si vendes diez o quince, echa cuentas. Seguramente no te da ni para comer ese día fuera de casa. Además, ¿mi tiempo no vale nada? ¿La preparación del acto qué? ¿Quién costea esos viajes? ¿El trabajo que no puedo hacer por ir a un acto gratuito quién me lo retribuye? ¿Quién paga al músico que me acompaña o a la persona que gestiona los actos? Es una vergüenza la aproximación que hacen algunos a la cultura, la verdad, pero más vergonzoso es que haya quien no entienda esto y se atreva a echarte en cara, desde su nómina fija al mes, que quieras cobrar por tu trabajo.
Es una vergüenza la aproximación que hacen algunos a la cultura, la verdad, pero más vergonzoso es que haya quien no entienda esto y se atreva a echarte en cara, desde su nómina fija al mes, que quieras cobrar por tu trabajo
— Por último, ¿cuáles son tus próximos proyectos teniendo en cuenta el contexto especial que se atraviesa por el Covid-19?
— La pandemia suspendió la publicación de mi nuevo poemario (desde 2016 no publico poesía), así que estoy esperando que la situación mejore para todos para poder tenerlo ya en librerías. Manejamos fin de año o principios del siguiente. Durante la cuarentena, sí decidí sacar Elvira en Voz, el disco de poemas musicados en el que estuve trabajando los últimos meses, porque me di cuenta de que la gente necesitaba poesía y que les estaba haciendo sentir un poco mejor. Ahora los planes son presentar el disco por España e ir a América Latina en cuanto la situación lo permita.