Malén Denis: «Me gusta hacerme cargo de mis contradicciones»

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Radicada en Nueva York desde hace dos años, la escritora y periodista cultural cuenta cómo es vivir en uno de los grandes epicentros de la pandemia: “De repente no había gente en la calle, no había bocinas, pero estaban las ambulancias, el sonido del silencio”. Además, su vuelta a la radio y el desafío de la literatura en este contexto: “No me quiero dejar atravesar por el mandato de la cuarentena productiva”, destaca. 



Hablar de Malén Denis implica dar cuenta de una persona con distintas facetas y que, al mismo tiempo, convergen en una misma dirección: la pasión por la comunicación. Escritora, periodista y gestora cultural, se debate de manera constante entre los diversos sentidos que puede mostrar la realidad. “A mí, como persona que analiza los discursos masivos, me parecía un lugar interesante para poder entender de dónde sale esa maquinaria”, cuenta en diálogo con La Primera Piedra sobre su experiencia de estar radicada en Nueva York.

En esa dirección, la rápida expansión del Covid-19 en Estados Unidos la encontró en la ciudad donde su paso fue más devastador. Al momento de escribir esta nota, la Ciudad de Nueva York acumulaba más de 15 mil muertes, mientras que el Estado en total llegaba a las más de 22.000. “Acá la demografía es bastante clara, las personas que se enferman son, sobre todo, personas pobres, y me parece que hubo una falta de sensibilidad muy general”, subraya sobre el carácter individualista de la sociedad la autora que acaba de publicar Litio (Concreto, 2018) en España bajo el sello Caballo de Troya.

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En una charla a través del Instagram Live de La Primera Piedra, Malén Denis habló sobre el retorno a Futurock, la escritura en tiempos de pandemia y la posibilidad de imaginar qué es lo que puede deparar el futuro que se presenta lleno de incertidumbre: “Me parece que sí o sí necesariamente entramos en una reflexión nueva sobre cómo nuestras acciones repercuten en otras personas y quien ignore esto va a quedar en algún punto en un plano muy distinto de lo que sea lo nuevo”. A continuación, una transcripción parcial de ese diálogo. 

Para mí también es difícil todavía decir ideológicamente “pienso que estamos atravesando esto o lo otro”, porque todavía está pasando, todavía está sucediendo, todavía estoy en aislamiento y allá ustedes también.

Lo primero que te quería preguntar es ¿cómo estás vos con todo esto?
Es un poco difícil saber contestar, ni siquiera tengo un discurso armado sobre cómo estoy. Hay días más difíciles que otros lógicamente.

Siempre me acuerdo con esa pregunta de lo que decía Rilke: hay muchas cosas que son del terreno de lo indecible y necesitamos más tiempo para saber cómo estamos.
Creo que también el estado de ánimo está muy oscilante, capaz un momento estás bien y de repente caés. Para mí también es difícil todavía decir ideológicamente “pienso que estamos atravesando esto o lo otro”, porque todavía está pasando, todavía está sucediendo, todavía estoy en aislamiento y allá ustedes también. Acá ya pasó la parte más fea pero sigue muriéndose un montón de gente y eso te deja medio renga respecto de la realidad. Más allá de que individualmente puedas estar más o menos estable, la realidad es porosa y uno es permeable al contexto y lo que pasa es que se ponen en evidencia muchas desigualdades estructurales que, si tenés un poco de sensibilidad social, no te queda otra que verlas, que pensarlas. A tus preocupaciones diarias más individuales se están sumando otras dimensiones que es muy fácil invisibilizar o cegarse, haciendo de cuenta que no están cuando estás muy ocupada o cuando estás saliendo y entrando y haciendo mil cosas, sobre todo en ciudades como las que vivimos, que son ciudades con una velocidad general donde no estamos acostumbrades a detenernos de esta manera y eso también implica un ordenamiento de los pensamientos y de los sentimientos. Esto sin ninguna calificación, ni positivo ni negativo, simplemente pensar que estamos atravesando una instancia un poco estacional y estacionada.



En una de las notas que escribiste para Página 12 decías “la primera vez que Manhattan duerme”. Podías mostrar cómo, de repente, por urgencia, necesita descansar y al mismo tiempo el contraste de las ambulancias sonando todo el tiempo.
Creo que esa fue la imagen mayor en el momento de pico total del Covid, ver que en la ciudad no había nadie, aunque nadie es un mal eufemismo porque había gente. Estaban les trabajdores esenciales, la gente que vive en la calle, había una serie de personas en determinados lugares que ponen en relieve también qué es lo que está sucediendo y qué porciones de la realidad que creamos están pujando. Ese silencio era muy particular. De repente no había gente en la calle, no había bocinas, pero estaban las ambulancias, está el sonido del silencio citando a Simon & Garkfunkel, “The Sound of Silencie”, lo que queda cuando no hay. Hay un montón de gente que se pudo refugiar en sus casas o irse a otros estados incluso y los que quedaron y lo que quedó, quedó muy desprotegido también y eso se puso muy evidente. Está detallado en las dos crónicas que escribí para Página. Por suerte tuve un espacio para hacer algo con lo que estaba observando. No estaba ejerciendo el periodismo desde que me mudé a EEUU y me era necesario también porque por algo es la profesión que elegí.

También esta crisis desnudó en EEUU la lógica del “Sálvese quien pueda”, que acá también se vio un poco, acopiar alimentos y cosas, que en EEUU fue brutal en cierto punto, y los trabajadores de esas tiendas y supermercados estaban agotados y exhaustos.
Los trabajadores y las trabajadoras esenciales se vieron de repente muy desprotegidos y quizás lo que a mí más me contrastó, que no es algo que noté ahora pero que se hizo mucho más evidente, fue ver una sociedad muy individualista. Una cosa es verlo en teoría pero después verlo en gestos más prosaicos y, de repente, ver que en una emergencia sanitaria salen todos corriendo con valijas a vaciar los supermercados, no teniendo ninguna clase de respeto por las personas que están trabajando ahí, exponiéndose, teniendo que reponer a una velocidad loca, completamente agotades. También la falta de solidaridad al comprender en qué lugares impacta más, a que trabajadores y trabajadoras les pasa lo que les pasa, qué personas se enferman. Acá la demografía es bastante clara, las personas que se enferman son, sobre todo, personas pobres, y me parece que hubo una falta de sensibilidad muy general, de pensar me tengo que proteger a mí misme sin ponerse a reflexionar en qué cosas del sistema que estaban perpetuando estaban llevándolos a este lugar también. Eso no fue un shock, porque no hace falta tampoco vivir aca para saber cómo son determinadas cosas, pero una cosa es en teoría y otra cosa es verlo en la práctica y fue para mí también una instancia bastante dolorosa en la personal.

El virus como el gran igualador es lo más grande que se puede instalar a través de los medios y a través de les politiques. En ningún momento, en ninguna instancia este virus fue igualador.

Acá en Buenos Aires estamos viviendo el mismo panorama, el domingo nos encontró a todos con el fallecimiento de Ramona Medina la referente del barrio 31 y del colectivo La Poderosa. Hubo una cara visible, muchas veces entramos en la vorágine de que cada muerte es un número más o una estadística más, pero acá hubo una cara y una historia. Se vio cómo esta enfermedad que en principio se vendía o se publicita como la enfermedad que nos igualaba a todos como sociedad después terminó pasando lo mismo que pasa siempre, se va a los sectores más vulnerables.
Yo creo que el lenguaje es muy importante en estas instancias y cómo podemos poner abajo de la alfombra un montón de cosas a través de cómo nos expresamos respecto de determinados fenómenos. El virus como el gran igualador es lo más grande que se puede instalar a través de los medios y a través de les politiques. En ningún momento, en ninguna instancia este virus fue igualador. Sí, nos podía tocar a todos, pero no todas las personas tienen los mismos recursos, los mismos modos para resguardarse. También, por ejemplo, ponele que hubieran tenido agua corriente en la Villa 31, que hubieran estado mejor las condiciones y todo, aún así son muchos los casos de personas que siguen trabajando hasta último momento porque no pueden detenerse ni dejar de trabajar, y que no tienen tiempo para hacerse un chequeo y hacer seguimiento de esas cosas. Pensarlo como que en algún momento fue igualador es una crueldad cínica muy irresponsable. Ahí también me gustaría sumar el lenguaje de guerra, que es algo que parece muy bien explicado por Maristella Svampa y por Mónica Cragnolini en dos artículos distintos que aparecen en la compilación de La fiebre. Cómo se construyen también mediáticamente, que otros actores terminan afectando y son actores ideológicos que tienen que ver con cómo nos referimos a determinadas cosas y el lenguaje de guerra invisibiliza mucho cuáles fueron nuestras acciones como sociedades explotadores de ecosistemas para llegar a la instancia en la que estamos, explotadoras de personas también. Porque la gente que se enferma y la que se termina muriendo vive en situaciones careciendo de completamente cualquier tipo de derecho y eso es explotación humana y que hay humanos de primera y de segunda en este mundo. Eso es lo que nos lleva a pensar también qué acciones tomamos nosotros en nuestra vida diaria para perpetuar esas desigualdades. Eso está titilando también en mucho de nosotros, qué cosas fuimos haciendo o diciendo que permitieron también que esta red de cosas sucediera. Creo que el lenguaje no es nada inocente, es lo que nos ocupa particularmente, es en lo que trabajamos, hay que pensar qué clase de sistema de ideas se imponen a través de la lengua también.



Malén Denis en Nueva York. Foto: Elea Franco


También te mostraste siempre bastante crítica con la vida cotidiana en Nueva York, que muchas veces se puede idealizar en cierto punto, cómo el sueño de vivir en la gran ciudad y los países de primer mundo y todo esos relatos que se van construyendo.
Sí, me gusta hacerme cargo de mis contradicciones y sería mentir no admitir que yo tenía muchas ganas de vivir acá. A mí me fascina el espectáculo, soy una gran consumidora de cine y todas las películas que me gustaron a lo largo de mi vida pasaron en Nueva York y en cuanto pude juntar algo de plata bastante de grande, el primer viaje que logré hacer, me vine acá porque era el lugar que yo quería conocer. Si bien inmediatamente no vi lo oscuro, porque venir de vacaciones es una cosa y venirse a vivir es otra completamente distinta, sí me parece interesante pensar que algo puede ser un sueño y puede ser hermoso y a su vez tener un revés contradictorio y que no nos convenza tanto políticamente. De eso se trata, buscar los lugares marginales para decir las cosas tiene que ver también con encontrar espacios que no son ni todo una cosa ni toda la otra, es fácil pensar que porque vivo en EEUU soy una cipaya, está todo bien con quien lo piense,yo no me voy a enojar ni defender por eso, pero también me parece que, ocupar ciertos espacios, pensarse como latina en este país es interesante, ver que esta pasando aca, viviendo un lugar que también es tan formador de ideas, opiniones e ideales de vida. También sería muy naif ignorar cuál es la acción política que tienen los EEUU a través de bombardear con tantos contenidos audiovisuales que uno consume con mucha inocencia pero que imponen estilos de vida. ¿Quién no quiso el café de Starbucks antes de que se instalar en Argentina? Creo que mucha gente y no creo que esté mal. Tienen que ver con ideas que nos bombardearon de que la vida real es eso, consumir es el consumo yanki, la familia, el amor…Tiene controlados muchos discursos y a mí, como persona que analiza los discursos masivos, parecía un lugar interesante para poder entender de dónde sale esa maquinaria. La ficción se acerca mucho a la realidad en EEUU y eso es como un valle inquietante, lo que pasa cuando ves algo que parece muy humano. La distancia entre la ficción y la realidad no es para nada la distancia que encontramos en Argentina porque acá tenemos nuestras condiciones de producción y nuestro tipo de narrativa son distintas y capaz no nos molesta evidenciar los mecanismos, es otra idiosincrasia. Como persona que analiza estos discursos que es ya, desde hace muchos años, gran parte de mi carrera, me parecía muy importante poder verlo de adentro, como una dimensión más que me era necesaria a mi para analizar.

Lo que más cuesta es la palabra “normalidad” porque es algo contra lo que discutimos mucho desde el feminismo, es como la realidad normada, binaria, única, vertical

Te quería preguntar, también desde tu subjetividad, ¿cómo te imaginás la famosa nueva normalidad?
Me cuesta todavía pensar en el concepto de nueva normalidad, siento que es algo que está haciéndose. Lo que más cuesta es la palabra “normalidad” porque es algo contra lo que discutimos mucho desde el feminismo, es como la realidad normada, binaria, única, vertical, entonces a mí me preocupa ese sintagma en el punto en el cual parecería que viene a imponer otra vez un modo único y nuevo de hacer las cosas. Me parece que sí o sí necesariamente entramos en una reflexión nueva sobre cómo nuestras acciones repercuten en otras personas y quien ignore esto va a quedar en algún punto en un plano muy distinto de lo que sea lo nuevo, que es saber que tus acciones individuales pueden literalmente matar a alguien. Eso es algo que ya pasaba, que nuestras decisiones cotidianas tienen y repercuten en otros seres humanos, es algo que estaba invisibilizado por una fábula de la falsa sensación de libertad y hoy por hoy estamos realizando algo que tendría que haber sido evidente, pero que era difícil de ver claramente. La literalidad del virus  en esta cosa que es invisible y que si no tomás los recaudos podés literalmente matar a alguien o generar una cadena que termina matando a alguien, nos lleva a pensar algo que ya estaba ahí, que tiene que ver con que en realidad somos una red pensándose como átomo, como partículas divisibles. Si hay que encontrar algo positivo tiene que ver con que estamos en control de nuevos modos de usar las redes que ya teníamos y que no sabíamos bien para que.

Eso me parece también uno de los grandes hallazgos, también aporpiarnos de las herramientas que teníamos para hacer cosas nuevas, generar nuevos diálogos y pelear desde adentro muchas batallas.
Sí, creo que nunca un formato es malo de por sí, siempre tiene que ver con los usos, creo que estamos encontrando buenos espacios de reflexión de repente. Hay una lectura que hice hace relativamente poco, que es el Manifiesto Xenofeminista . Hay un libro de xenofeminismo que lo recomiendo que salió por Caja Negra, que es de Helen Hester. A raíz de eso conocí todo el movimiento xenofeminista y fui a buscar el manifiesto, que habla mucho de los usos de la tecnología, sobre percibirnos más cyborgs con una extensión en nuestro cuerpo que es la del teléfono y usar esto como una especie de red, combatir las cosas desde adentro del sistema, usarlo para proliferación de ideas para hacer. Hay muchos usos que se pueden dar a las redes que son hiper interesantes y que se nos liberaron com un espacio en el cual no nos podemos ver corporalmente. Con esto no quiero decir que – sobre todo viniendo de Argentina, un país en el que es tan importante la movilización popular –  no me parezca atroz el hecho de quién sabe por cuánto tiempo no vamos a ver una marcha masiva, con lo que implica para nuestro país poner el cuerpo y estar conectados en una plaza. Pero creo que también estamos encontrando otras formas en el contexto que nos tocó. Creo que en eso también soy medio dual, con una cosa no quiero negar la otra, pero sí me parece importante seguir haciendo acciones políticas, tomando todos los espacios que se puedan.

Estoy escribiendo un libro sobre mi relación con el alcohol: por ahora el título es “La vida anterior” tiene que ver con todos esos años en los que estuve consumiendo alcohol de un modo problemático.

Eso se pudo ver acá el 24 de marzo, cómo fue una fecha muy movilizante para todos los sectores involucrados y las diferentes iniciativas desde los balcones. Pasando a un plano personal, ¿cómo te estás llevando con la cuarentena en el plano más creativo? ¿Estás pudiendo escribir?
Retomando un poco lo que dije al principio, como el estado de ánimo oscila, estoy intentando no ponerme objetivos muy grandes. No me quiero dejar atravesar por el mandato de la cuarentena productiva, estoy haciendo lo que puedo. En principio aproveché para volver a hacer periodismo y cubrir cosas a las que no se les estaba prestando atención acá en Nueva York. Esas mismas cosas que me parecen útiles para homologar también, porque no es comunicarlo como si fuera un hecho aislado: pensar la demografía del virus, el cómo afecta a determinados sectores de la población es un hecho comunicacional que también sirve para Argentina. Como periodista me veo en ese compromiso muy grande, por eso también volví a hacer radio y Futurock me abrió ese espacio. La tecnología pudo permitir eso. En el plano creativo, como escritora, tengo momentos. Estoy escribiendo un libro sobre mi relación con el alcohol: por ahora el título es “La vida anterior” tiene que ver con todos esos años en los que estuve consumiendo alcohol de un modo problemático. Hace un año dejé de consumirlo y se abrió un espacio de pensamiento para poder percibirme de una manera en la que no me había animado antes. Verme sin el alcohol fue importante para mí y noté que cuando lo comunicaba había mucha gente que se sentía identificada. En ese sentido, es el primer libro estrictamente autobiográfico, porque Litio era ficción. Es un desafío totalmente nuevo, pisando hielo fino y aprovechar las herramientas tanto de la literatura como del periodismo para ir a la raíz del consumo problemático. ¿Qué disuelve el alcohol? ¿Qué nos pasa con eso que consumimos?

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Recién hablabas del hielo fino que surge de trabajar con la autobiografía y el nuevo desafío que se abre con eso. ¿Cómo estás atravesando ese viaje introspectivo justo en este momento en el que uno quizás pasa más tiempo dialogando con uno mismo?
Yo creo que tomé la oportunidad. Me inspiró volver a dar talleres de escritura, volver a tener alumnas, que era algo que extrañaba mucho. Ahí me di cuenta que estaba dando consejos que yo misma no estaba aplicando en este momento, había algo que no estaba diciendo en lo que escribía. Este trabajo también se inspira en otras literaturas relacionadas: leí hace relativamente poco Black Out de María Moreno que también habla de su relación con el alcohol. Por supuesto, nunca me animaría a decir que estoy haciendo algo ni cercano a lo que escribe ella, pero sí me llevó a pensar en el inventario de este tiempo y los diferentes estadíos que tenés, como sentirte víctima de tu propio consumo o hacer cosas realmente jodidas y crueles. Siento que se abrió muy bien con este momento presente porque dialoga con esa introspección y nostalgia que tiene que ver con el futuro incierto, no podés planear nada. Si el presente es una cosa detenida, entonces solo nos está quedando el pasado para buscar variedad. ¿Qué pasa con eso que sentís superado pero está ahí de todas maneras? Muchas imágenes mías de mi adolescencia que me enviaron en estos días tuvieron ese efecto. Yo transité mi recuperación acá en Nueva York con todas “las facilidades” que tiene empezar una vida nueva: acá hay muchas personas que no me conocen y eso no me permitía vincularme con otros aspectos del tema. 



Malen Denis Litio

Litio, de Malén Denis, en su publicación argentina y española.


Eso también coincide con la publicación de Litio en España, lo que te abre un nuevo público y nuevos desafíos, como pequeños cambios en el libro para que no queden desfasados para el lector español, ¿no? ¿Cómo vivís esa adrenalina de empezar de cero con el libro?
A mí me parece muy loco estar publicada en España, porque siempre pensé que mi modo de escribir estaba muy circunscripto a la Argentina, como si yo escribiera para las cinco personas que yo sentía que me leían. Primero siento una sensación de agradecimiento muy grande, estar publicada en otro país y por una editorial grande. También me gusta ver las reacciones de las personas que lean el libro sin tener el contexto de quién soy yo al comprar el libro. Si bien no hay demasiadas referencias porteñas o políticas, por ejemplo en un momento aparece la asunción de Macri. Que sobreviva la poesía del libro me parece impresionante y por ahora el feedback fue muy hermoso, muy conectado a esa “historia gelatinosa” que siempre digo que creé. Además, aparece en este contexto de confinamiento una novela que habla sobre otro tipo de confinamiento. ¿Qué se lee con otra óptica? Estoy todavía muy impresionada, de hecho el libro no lo tengo físicamente y es una especie de holograma. Estoy muy contenta del trabajo que hice con ambas editoriales, lo que se hizo desde Concreto acá en Argentina es muy impresionante. Eso es una prueba de la importancia de trabajar en equipo en relación a la literatura. Cuando hablás de escribir muchas veces las personas te imaginan hablando sola y no se ven todas esas instancias sociales que tienen que ver con publicar un libro y ponerle el cuerpo, como hace Afri Aspeleiter que es la editora. Si no hubiera existido ese trabajo y la confianza que me hizo ganar tener un ámbito tan cuidado, no hubiera pasado lo que pasó después. Luna Miguel, la editora en España, está en contacto diálogo con Afri y no hubo ningún tipo de competencia al respecto, es de una fuerza enorme.

La estructura de todas las cosas siempre fue patriarcal y no podíamos pensarnos por fuera de la idea de los ídolos, la competencia, los cánones, esa idea del escritor varón solo en una torre escribiendo. Es interesante ver que hay otros modos de pensar la literatura

Claro, la idea de pensar a la literatura como un hecho más colectivo y no un acto individual, dejar de lado la competencia entre las distintas partes va a ser uno de los desafíos para pensar en lo que viene, ¿no?
Es altamente grupal la escritura, la lectura. Uno lee sola, pero ese libro te lo recomienda un librero de confianza. Después uno lo regala. Más allá de la técnica literarias, es un hecho comunicacional, hay un mensaje que le llega al otro. Después está lo mágico de la literatura: podemos leer el mismo libro y leer distintas cosas. La estructura de todas las cosas siempre fue patriarcal y no podíamos pensarnos por fuera de la idea de los ídolos, la competencia, los cánones, esa idea del escritor varón solo en una torre escribiendo. Es interesante ver que hay otros modos de pensar la literatura que tiene en cuenta más a los diferentes actores y actrices involucrades.

Para ir terminando, ¿cómo viviste esta vuelta a Futurock y lo particular de hacer radio a distancia?
Es un desafío muy grande, porque la radio también tiene esa cosa de poner el cuerpo. El imaginario tan hermoso que se genera con la radio es que uno siente que esas personas están todas juntas, en el mismo estudio: las miradas, las señas, la energía que se genera, lo que no se escucha. No tener eso fue raro al principio, obvio, pero también fue volver a un lugar que siento como mi casa. La libertad que siento en relación a los contenidos en Futurock es algo que nunca me había pasado en 10 años trabajando en medios. En los dos años que estuve al aire a diario me dejó crear mi propios estilo de comunicación, mi voz para analizar algunos elementos de la cultura. Me permitió volver incluso con una voz más fuerte, porque los casi dos años que estuve fuera del aire me hicieron volver a entender qué cosas me importaban mucho. Me sentía boyando sola en mi casa con contenidos que no podía desarrollar en ningún lado. La radio es esa suerte de lienzo blanco. Crear secciones es algo muy divertido y Futurock es un lugar para probar cosas, celebro que eso se mantenga intacto. 

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Por último, aprovechando uno de tus costados más interesantes, que es el de lectora, ¿qué libros recomendarías para este momento de cierto encierro?
Para empezar hay una antología digital muy linda de poesía Hay que ocupar la vida en otra cosa, por Patronus Ediciones, con el fin de colaborar con cinco comedores de colegios de la Provincia de Buenos Aires. Después, si bien las librerías en Buenos Aires ahora están abiertas, es cierto que los libros están muy caros y es un debate que en algún momento habrá que dar: cuánto se hizo mierda todo durante los años de macrismo. Uno de los últimos libros que leí es La hermana menor de Mariana Enríquez, un retrato de Silvina Ocampo, que es una escritora que me encanta. Otra mega recomendación, que se puede conseguir en digital, es Reina de Elizabeth Duval. Ella es una activista trans española, una chica muy joven con una voz hiper interesante, con una autoficción maravillosa que pone a jugar a la lectora, como ella hace referencia. También recomiendo El día que apagaron la luz de Camila Fabbri, una de las voces contemporáneas más impecables que existe. Además, es una persona muy generosa, una colega increible. Ese libro me parece importante porque habla de la tragedia de República de Cromañón, mezcla un registro periodístico con algo más sensible, poético, vivencial. Para quienes formamos parte de esa generación, es un libro fundamental, me hizo pensar mucho en esos primeros momentos en el que te das cuenta que las cosas tienen consecuencias. Es una especie de diamante, la escritura de ella tiene muchas facetas.


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