Dueña de una voz particular que es capaz de mezclar lo íntimo con lo universalizable, la autora de Cuando todo refugio se vuelva hostil (Santos Locos, 2019) logró que varios de sus poemas trasciendan fronteras y se repitan como mantras en distintos formatos. A continuación, cinco poemas inéditos de Tamara Grosso.
Sobre la autora
Tamara Grosso nació en Buenos Aires en 1991 y creció en Ciudadela. Es Lic. en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Escribió en varios blogs y publicó los libros Entre el blanco y el negro (Relatos, Ediciones de la grieta, 2015) Márgenes (Poemario, Objeto Editorial, 2016) y Guatepeor (Novela-prosa poética, Modesto Rimba, 2016). Participó de la antología Otros colores para nosotras (Ediciones Continente, 2019) y su último libro es Cuando todo refugio se vuelva hostil (Poesía, Santos Locos, 2019). Actualmente trabaja como prensa de Eterna Cadencia y Big Sur. Coordina junto a Gustavo Yuste el taller de poesía «Cómo perder el miedo y volver a encontrarlo».
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Sin título
No tengo nada para decir cuando estoy muy bien.
No tengo nada para decir cuando estoy muy mal.
Ni cuando caigo en picada.
Es que solo se escribe una y otra vez
el mismo poema
y el mío dice:
mirá,
al final, otra vez
estamos saliendo a flote.
Naturaleza salvaje
Del papel sale una leona
es amarilla
está hecha de líneas simples
sobre el fondo verde.
Nunca me sentí
autorizada a dibujar la selva
porque no es mía,
no es mía.
¿Cuáles son las cosas
que deberían tener dueño?
¿Pero mi cuerpo?
¿No debería ser yo?
Durante estos años aprendimos demasiado.
La primera persona que amé decía
que está mal decir «demasiado»
refiriéndose a algo bueno
como amar o aprender.
Durante estos años aprendimos a respetar.
¿Es posible respetar demasiado?
Es algo que me pregunto temblando.
Es algo que me pregunto con miedo.
Es algo que digo con miedo.
Es algo que por eso digo.
En estos años aprendimos que hay que decir
lo que da miedo decir.
En estos años aprendimos que siempre es demasiado el miedo.
Y que nunca es demasiado hablar.
Que hay que salir hablando
como una leona que sale del papel.
Amarilla, sobre las hojas verdes.
Me ánimo a dibujarla,
es mía la naturaleza salvaje.
Siesta
En la cama
estamos acostados
un bicho y yo.
No sé qué es,
¿Un grillo?
Es chiquito
y no pertenece a este lugar.
En cambio yo, soy la dueña de la casa.
Pero los dos ocupamos
el mismo espacio.
¿Cómo respira un pez?
En el colegio tuvimos
una clase especial
en la que destripamos a uno.
Pero a mi grupo le tocó
el sistema digestivo
y tuve que desenrollar
sus intestinos, una cuerda gris.
Toqué con mis dedos
las entrañas azules
que en mi imaginación
todavía latían
y nunca más
comí un filet.
No tuve suerte,
lo que yo quería era meterme
en sus pulmones.
Ver lo que pasa atrás
de las branquias.
Cómo es ese lugar
en el que el agua se convierte en algo
que no ahoga.
Sin título
Me doy ternura,
tanta ternura
como me da esa foto vieja
en la que estoy
dentro de un corralito
rodeada de peluches
tan grandes como yo.
Tenía un año, ahora tengo veintiocho.
Las mismas ganas de escaparme,
sin saber para qué.
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