Si de poder femenino se trata, sobre el escenario de TIMBRe4 hay una actriz que da cátedra cada semana: su nombre es Paula Ransenberg y la obra que interpreta se titula Para mí sos hermosa, sin duda uno de los sucesos unipersonales de los últimos tiempos. Puede verse los sábados a las 20.30 hs. en el clásico teatro de Boedo (México 3554).
Paula Ransenberg destila talento, y ese talento se hace aún más notorio porque en escena no hay nadie más que ella. Pero su potencial artístico no reside únicamente en aquello que se muestra sobre el escenario de TIMBRe4 porque Ransenberg es también dramaturga y responsable de la creación de cada una de las criaturas que encarna en la pieza (todas entrañables). Para mí sos hermosa adopta como espacio escénico una tradicional feria de variedades donde, al modo de un truco de magia o un juego de cajas chinas, los espectadores irán descubriendo las historias de mujeres cuyas vidas giran en torno al enigmático Harry, un nombre y pura ausencia.
Bess Vansky, una mujer melancólica que asegura ser la viuda e intenta conectarse desesperadamente con el espíritu del difunto, al menos a través del lente de una cámara fotográfica; Trixie y Lizzi, un par de siamesas de personalidades diametralmente opuestas que supieron ser asistentes del mago en sus épocas gloriosas, pero que ahora quedaron varadas en un pueblo que es puro polvo; Ether, una muchacha francesa obsesionada con desvanecerse y reaparecer ante los pases mágicos del desaparecido; la Magnética, una italiana fogosa y arrebatada que exige un regreso poco probable; una vieja perfumista que intenta capturar la esencia de aquello que ya se ha ido, y la nieta del ausente.
Todas esas criaturas errantes giran en torno a un hombre a quien el último truco parece haberle salido mal (o demasiado bien, según sus planes). ¿Escapista talentoso o muerto fatal? El desafío consistía en aguantar algunos minutos bajo el agua a lo Tusam, pero después de haberse atado de pies y manos adentro de un baúl, nadie supo más nada de él. Harry dejó como único legado un puñado de conejos pulgosos y algunas mujeres confinadas a una espera beckettiana. Todas se dejan definir por esa ausencia fantasmal hasta que se encuentran, se espejan y el vidrio que sostiene el artificio se hace añicos: Paula Ransenberg es el cuerpo que porta esas presencias/ausencias, y opera como una suerte de prisma a través del cual accedemos a esos destellos de vidas.
Su ductilidad para la caracterización de personajes, la capacidad de transformarse en múltiples mujeres con escasos segundos de intervalo y el dominio de la escena para sostener situaciones dramáticas de alto voltaje son cuestiones evidentes. Pero la puesta está lograda también por la batería de decisiones previas, por todo aquello que está detrás de lo que vemos, el arsenal técnico-artístico que respalda la puesta: las sutilezas que se ocultan bajo los efectos producidos por el truco. El espectador sabe que está presenciando un artificio, pero si está bien hecho querrá seguir en ese mundo de fantasías. Al fin y al cabo, ¿por qué pagamos una entrada para asistir a un acontecimiento ficcional?
La voz en off de Harry para completar algo de esa figura dispersa y fragmentada por los relatos de sus deudas es uno de los grandes aciertos, y tiene su razón de ser en lo narrativo más allá del “tiempo muerto” durante los cambios de vestuario; la escenografía es tan simple como pertinente: un baúl gigante que se transforma en mobiliarios múltiples, una mesita, una silla, unos cuantos objetos y una puerta vaivén que divide el espacio sagrado de lo profano, lo que vemos y lo que no, la magia y el truco. El diseño lumínico y sonoro están en consonancia con todo lo demás, para asegurar la creación de esta atmósfera añeja y un poco decadente, venida a menos, tan propia del varieté.
Para mí sos hermosa es sin dudas uno de los sucesos teatrales de los últimos tiempos, ha sido multipremiada con justicia y el talento de su protagonista y dramaturga es algo que está fuera de toda discusión. La pieza encuentra sus mayores resonancias en eso que sobrevuela permanentemente: la dimensión mágica. Si algo emerge en el talento de Ransenberg y en la sensibilidad de esta puesta es el carácter mítico del teatro, la potencia de tener un cuerpo magnético en escena, una actriz con todas las letras a quien no se puede dejar de observar. Cada movimiento, cada línea, cada gesto recrea parte de esa magia primigenia e inexplicable entre los miembros de la platea, lo que está ausente pero, de algún modo, ahí está. ¡Vayan a ver a Paula Ransenberg!