Ramiro Martínez estudió administración de empresas pero un día se dio cuenta de que no era lo suyo. Por aquel entonces trabajaba como secretario de Pacho O’Donnell, quien le recomendó enfáticamente asistir a clases de actuación. Ramiro acaba de estrenar Quinto round, una pieza escrita por su antiguo jefe (hoy amigo), dirigida por Gerardo Otero e interpretada junto a Osvaldo Santoro, Juan Carlos Ricci y Lía Bagnoli. Puede verse los domingos a las 19 hs. en TIMBRe4 (México 3554).
Ramiro llega a TIMBRe4 con el look de Renato, el boxeador que le toca interpretar en Quinto round. Esta pieza escrita por Pacho O’Donnell y dirigida por Gerardo Otero fue definida como una «epopeya suburbana» y cuenta la historia de un joven boxeador a quien le ofrecen tirarse en el quinto round por una suma que podría salvarlo de la miseria, junto a su entrenador (Osvaldo Santoro), su representante (Juan Carlos Ricci) y su amante (Lía Bagnoli). Camperón amplio, buzo negro y bolso en mano, Ramiro se ubica en una de las mesitas del bar para charlar con La Primera Piedra sobre el estreno de esta obra que ha convertido la sala principal de TIMBRe4 en un gimnasio de box.
Su carrera como administrador de empresas lo llevó por el Instituto Dorrego, donde estuvo muy ligado a la economía y la política. Ahí fue secretario personal de Pacho O’Donnell, quien rápidamente detectó otra vocación en su asistente. Y no se equivocó. “En un momento empezamos a romper el vínculo jefe/secretario, tuvimos una serie de charlas y yo le comenté que eso no era lo que más me gustaba; sentía que tenía que hacer otra cosa con mi vida. Entonces me incentivó a tomar clases de teatro. Me lo dijo tres veces, no le di bola, pero la última vez me dijo: ‘No te lo voy a decir más’. Fui, y al mes algo me rayó la cabeza; supe que era por ahí”, confiesa Ramiro.
Su primer maestro fue Marcelo Cosentino, pero el proceso de formación lo arrastró por diferentes talleres. Recuerda que su primer trabajo fue un bolo en el programa Viudas e Hijas del Rock & Roll. “Tenía que compartir escena con Juan Minujín: mi personaje se encontraba con él en un boliche gay y se lo quería levantar (risas). Ahí empecé a tener vínculo con Underground, me tuvieron en cuenta para algunos castings y después me llamaron para El marginal”. Esa serie se grabó en formato cine y los productores eligieron como principal locación la cárcel de Caseros. “Con el solo hecho de estar ahí te impregnabas de una energía muy especial; cuando estás en ese lugar percibís que ahí pasó de todo. Esa energía es la que utilizábamos para contar la historia”, señala Martínez.
— ¿Quinto round fue tu primera experiencia en teatro?
— Sí, antes había pasado por Microteatro. No es lo mismo porque se trata de una experiencia mucho más reducida, para pocos espectadores, pero no deja de ser teatro y fue un gran entrenamiento para Quinto round. Con Pacho siempre quisimos hacer algo juntos, pero nunca llegaba la obra indicada. Somos muy amigos y nos contamos todo, así que un día le comenté que estaba yendo a entrenar box y me había copado bastante. Él se embaló mucho con la metáfora del boxeador y así salió Quinto round.
— ¿Cómo preparaste tu personaje?
— Tuve la suerte de conocer a Pablo Paoliello, un ex boxeador. Pegamos buena onda, le conté cuál era el proyecto y empecé a entrenar tres veces por semana en su gimnasio [Akibo Boxing Club]. Ahí sentí realmente como boxeador porque me hicieron subir al ring. Él entendió claramente lo que yo necesitaba saber para transmitirlo en el escenario: no era sólo saber cómo pegar, sino también qué tipo de dolores sienten durante el entrenamiento. Uno piensa que la pelea es el peor momento, pero los entrenamientos a veces son mucho más duros porque ahí es donde se aprende verdaderamente. Y a los golpes.
— ¿Charlaste con otros boxeadores además de tu entrenador? ¿Con qué historias te encontraste en ese intercambio?
— Sí. Bueno, no quisiera generalizar pero entre las personas que yo entrevisté había historias de vida con infancias bastante violentas, del padre hacia ellos o hacia sus madres. Lo que me pareció muy interesante es que uno de ellos [Tommy Salazar] me contó que desde que empezó a psicoanalizarse ya no se podía subir a un ring ni sentía la necesidad de pegarle a nadie, porque entendió de dónde venía su conflicto. Es todo un mundo el del box.
Teatro y boxeo. En principio parecerían ser dos universos completamente disímiles, pero quizás comparten más de lo que sospechamos. La vida del actor, a veces, puede parecerse bastante al acto de subirse a un ring y resistir las palizas. “El boxeo es una metáfora de lo que a uno le puede llegar a pasar queriendo cumplir su sueño. Así como te acabo de contar cosas lindas de laburo, a mí me han llamado para hacer segundas temporadas y a las dos semanas me informaron que había un cambio de planes, o mil cosas como esa. Te conté las buenas pero en lo personal creo que me pasaron más de las otras. Hay que estar preparado para aguantar y resistir los golpes, siempre hacia el objetivo final”, reflexiona Ramiro.
En esta carrera vertiginosa a Martínez le tocó jugar en las grandes ligas: compartió escenas con Juan Minujín, Gerardo Romano, Pablo Echarri, Luciano Cáceres, entre tantos otros, y agradece haber tenido siempre la suerte del buen trato. Hoy comparte elenco junto a Osvaldo Santoro, Juan Carlos Ricci y Lía Bagnoli. “Ya somos como una familia porque estuvimos entrenando dos meses. En los primeros ensayos, por ejemplo, me costaba mucho proyectar la voz en esta sala, entonces Cacho me tiró algunos ejercicios para resolverlo. Fueron todos súper generosos conmigo.”
— Pasaste por distintos lenguajes: cine, televisión, serie web, ahora teatro. ¿Qué posibilidades encontraste como actor en cada uno de esos formatos?
— Por una cuestión de importancia de trabajos, este fue el primer laburo en el que yo realmente pude construir un personaje desde otro lugar. Mis experiencias anteriores fueron intervenciones donde tenía que encontrar alguna energía para poder trabajar los personajes. En el teatro, además, hay más tiempo de búsqueda para el actor. Ahora el público ve a un Renato pero antes pasamos por diez: había Renatos que hablaban a otro ritmo o que se movían de otra manera, hasta que encontramos el tono justo. En tele o cine tenés dos o tres oportunidades y no podés probar mucho más, aunque también tiene otras ventajas.
— TIMBRe4 es un símbolo del teatro independiente. ¿Qué significa trabajar en este espacio y cómo ves el panorama cultural?
— TIMBRe4 es un lugar con mucho prestigio; por acá pasó mucho talento y artistas increíbles. Me acuerdo de haber visto obras impresionantes, entrar a esa sala y pensar: “¡Qué loco debe ser actuar acá!”. Estar haciéndolo hoy es un sueño cumplido. El panorama está muy complicado; esa es la verdad. Y no sólo en el mundo del teatro independiente sino también en el comercial. Hay muchísimos actores y a veces no hay laburo para todos, así que cuando te toca es bienvenido. Este es un país donde no se produce tanto; en otros lugares quizás haya más oportunidades a lo largo de un año. En los últimos dos años yo habré tenido tres o cuatro castings: muy poco. Es complicado, pero si uno se las rebusca, con ganas y pasión las cosas van saliendo.