El ascenso de nuevos gobiernos de derecha en la región latinoamericana, que se viene consolidando hace ya algunos años, no solo tiene consecuencias al interior de cada uno de los países: implica un orden geopolítico que marca una nueva agenda para el continente, pensada en línea con los intereses de Estados Unidos y en detrimento de la propia soberanía. En este marco, las alianzas han llevado a la creación del Prosur, un organismo que nuclea a los principales gobiernos de derecha latinoamericanos para diseñar políticas de forma conjunta. Este bloque, que dice venir a reemplazar una estructura en crisis, se funda sobre una agenda contraria al camino seguido hasta hace algún tiempo. ¿De qué se trata esta nueva integración?
Por Lucía de Dominicis y Laura Verdile
El pasado 14 de enero, los gobiernos de derecha de los países latinoamericanos dieron un paso más en el reordenamiento geopolítico de la región, alineado con las políticas de Estados Unidos: el presidente de Colombia, Iván Duque, anunció públicamente la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur). Esta instancia se terminó de formalizar el 22 de marzo en la cumbre de Santiago de Chile, con la firma de los mandatarios de Argentina, Brasil, Paraguay, Chile, Colombia, Perú y Ecuador, y del representante de Guyana. Aunque en un principio Venezuela no fue invitado a sumarse bajo el supuesto de no cumplir con los requisitos para la integración, paradójicamente se llamó a participar a quien se autoproclamó como presidente, Juan Guaidó, quien finalmente no asistió a la cumbre. A pesar de haber sido descrito como un foro “abierto a todos los países de América del Sur”, la identificación con intereses ideológicos es difícil de negar.
A pesar de haber sido descrito como un foro “abierto a todos los países de América del Sur”, la identificación con intereses ideológicos es difícil de negar.
Los gobiernos de Uruguay, Bolivia y Surinam participaron como observadores, pero se negaron a rubricar el acta constitutiva. Para Tabaré Vázquez, generar un proceso de integración con “una finalidad ideológica política es cometer el mismo error que el anterior”, refiriéndose a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que se busca reemplazar por el nuevo organismo. Por su parte, el vicecanciller uruguayo declaró no concebir “ningún ámbito de integración con exclusiones de ningún tipo”. En la misma línea, Evo Morales, rechazó el acuerdo enfatizando la “plena vigencia” del Unasur y la fuerte presencia de intereses extranjeros en la conformación del bloque. Actualmente, el mandatario de Bolivia es el presidente pro témpore de dicho organismo.
Prosur: la unión de la derecha hace la fuerza
La instauración del Prosur viene a oficializar un cambio de rumbo en la política latinoamericana, en línea con la ideología de sus recientes presidentes electos. La Unasur fue rápidamente reemplazada por un nuevo bloque de ocho países que califican a la anterior coalición como “ineficaz” y buscan el visto bueno de Estados Unidos en acuerdos relacionados al comercio internacional y la seguridad exterior. El Prosur será presidido por los próximos doce meses por el presidente chileno Sebastián Piñeira. Aunque fue presentado como un organismo multilateral “flexible y sin ideologías”, desde su conformación demuestra una clara postura ideológica al haber recibido el apoyo de los países gobernados por partidos de derecha y el rechazo de aquellos liderados por gobiernos de izquierda. Además de haberle negado la entrada a Venezuela, el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, anunció que removerá la estatua de Néstor Kirchner de la actual sede de la Unasur porque “no representa los valores de nuestros pueblos”
La Unasur fue rápidamente reemplazada por un nuevo bloque de ocho países que califican a la anterior coalición como “ineficaz” y buscan el visto bueno de Estados Unidos en acuerdos relacionados al comercio internacional y la seguridad exterior
Según la Declaración de Santiago, que inauguró oficialmente el organismo, el objetivo del Prosur es “consolidar y profundizar el desarrollo sostenible, erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones, lograr una mayor igualdad de oportunidades y permitir a nuestros ciudadanos desplegar sus talentos, capacidad de innovación y el emprendimiento”. Sin embargo, vale preguntarse si los países miembro pueden considerarse referentes de la lucha contra la pobreza e impulsores de la igualdad de oportunidades. El plan económico neoliberal de Mauricio Macri en la Argentina y el discurso xenófobo y misógino de Jair Bolsonaro en Brasil no son estandartes de la lucha por una América Latina más igualitaria para los pueblos, sino de la opresión que sufren las minorías a merced del poder de la derecha
En la misma declaración se plantea que el organismo “deberá ser implementado gradualmente, tener una estructura flexible, liviana, no costosa, con reglas de funcionamiento claras y con un mecanismo ágil de toma de decisiones”, lo que se plantea como una crítica de la Unasur, como una estructura burocrática y cargada de un fuerte peso ideológico. La finalidad del Prosur sería entonces debatir “con carácter prioritario temas de integración en materia de infraestructura, energía, salud, defensa, seguridad y combate al crimen, prevención y manejo de desastres naturales”. Los temas a tratar no difieren mucho de los planteos que dieron origen a la Unasur, solo que se los considera desde otra perspectiva, más favorable al mercado que a la independencia de las naciones latinoamericanas.
Unasur: un destino incierto
La Unión de las Naciones Suramericanas (Unasur) nació formalmente en 2008 con el objetivo de “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos”. Originalmente constituido por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Uruguay, Venezuela, Ecuador, Paraguay, Perú, Guyana y Surinam, el organismo se propuso como una forma inédita de cooperación entre las naciones latinoamericanas, para tratar asuntos relativos a la educación, energía, infraestructura, financiación y medio ambiente, y para trabajar en la inclusión social, la participación ciudadana y la democracia. Alejada de la geopolítica estadounidense, la Unasur significó un hito en la región, que consolidó su funcionamiento con el paso de los años.
Fueron varios los conflictos en los que su participación jugó un papel central: la crisis política de Bolivia en 2008, la impugnación del golpe de Estado en Honduras en 2009, las tensiones militares entre Colombia y Venezuela durante los gobiernos de Hugo Chávez y Álvaro Uribe y el levantamiento policial e intento de golpe en Ecuador, en 2010. También, sentó su posición frente al golpe parlamentario que destituyó a Fernando Lugo en Paraguay, en 2012, al haber suspendido al país del organismo, hasta tanto no fue reestablecido el orden democrático en las elecciones de 2013. Tampoco se pueden dejar de mencionar políticas tales como la creación del Consejo Suramericano de Defensa, la construcción de un centro regional para tratar controversias sobre inversiones y libre movilidad humana, o la implementación de proyectos para un banco regional de precios de medicamentos, entre muchos otros
Alejada de la geopolítica estadounidense, la Unasur significó un hito en la región, que consolidó su funcionamiento con el paso de los años.
En enero de 2017, luego del fin del mandato del último secretario general, Ernesto Samper, ex presidente de Colombia, Unasur quedó desprovista de una figura ejecutiva. A pesar de las reuniones entre cancilleres, el acuerdo para su reemplazo llegó recién en abril de 2018, cuando la presidencia pro témpore pasó a manos de Bolivia. Sin embargo, en ese tiempo otra línea política se fue gestando en la región: en esa misma fecha, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay suspendieron su participación en el organismo, lo cual significó un duro golpe que se consolidó hace unas semanas, con la salida de Ecuador. De acuerdo a una carta dirigida al canciller boliviano, difundidas por las agencias de noticias EFE y Reuters, el principal motivo de los mencionados países fue la “la urgente necesidad de resolver la situación de acefalía de la organización”.
El futuro de la región en nuevas manos
Las críticas que apuntan a deslegitimar la estructura del Unasur y que desconocen el camino recorrido más allá de los conflictos institucionales, no pueden negar una situación evidente: el reordenamiento geopolítico que implica desactivar un proyecto de integración por otro que alienta la línea intervencionista de Estados Unidos. En este sentido, son innegables las relaciones que los nuevos gobiernos de derecha de la región vienen estrechando con el país norteamericano. Basta con observar las reuniones que dichos mandatarios han sostenido en la Casa Blanca o las giras del vicepresidente estadounidense, Mike Pence por Latinoamérica, que comenzaron hace ya varios meses, enfocadas en “fortalecer alianzas de comercio y de seguridad”, pero también en sentar una alianza respecto a la situación institucional de Venezuela en la que Estados Unidos tiene una clara influencia.
Las críticas que apuntan a deslegitimar la estructura del Unasur y que desconocen el camino recorrido más allá de los conflictos institucionales, no pueden negar una situación evidente: el reordenamiento geopolítico que implica desactivar un proyecto de integración por otro que alienta la línea intervencionista de Estados Unidos.
El avance y la trascendencia de los acuerdos del Prosur están por verse, y a menos de un mes de su oficialización como organismo es difícil imaginar el alcance de sus políticas. Las alertas, sin embargo, ya fueron encendidas, tanto por los países gobernados por la izquierda que aún confían en el poder de la Unasur como por los analistas políticos que insisten en destacar la importancia de la influencia de Estados Unidos en este nuevo enclave latinoamericano.