La película dirigida por Mimi Leder (El pacificador, Impacto profundo, Cadena de favores), protagonizada por Felicity Jones y Armie Hammer, llega como el estreno más pertinente para esta semana que estará dedicada a las celebraciones por el Día Internacional de la Mujer. Sin demasiados riesgos desde lo formal, Leder trae a la gran pantalla una figura esencial para entender la historia de la igualdad entre hombres y mujeres dentro del ámbito jurídico: Ruth Bader Ginsburg.
Vale aclararlo desde el principio: quien vaya a buscar en La voz de la igualdad una apuesta osada desde las formas o las estructuras narrativas, saldrá de la sala decepcionado y sin mucho para comentar. El valor de esta pieza cinematográfica no reside en la calidad de sus planos, en la fotografía o en su modo de contar. Se trata de una película correcta que, sin embargo, encuentra toda su potencia en la vida y obra de la mujer a la que elige representar: la abogada, activista y jueza de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg (Felicity Jones).
Que el corrector ortográfico del procesador de textos subraye en rojo la palabra «jueza» y sugiera la opción de «juez» para este artículo es, quizás, una «pequeña gran muestra» de aquello que intentaba combatir Ruth Bader Ginsburg con sus iniciativas. El film, protagonizado muy correctamente por la dupla protagónica Jones/Hammer, aborda esta lucha desde un lugar de combate permanente, destinado a imponer una verdadera igualdad en términos legales para hombres y mujeres. La primera escena nos muestra a la joven Ruth (menuda, sobre todo en contraste con la altura descomunal de Hammer), prácticamente perdida en medio de una masa de hombres de traje, en las escalinatas de Harvard.
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Este plano es esencial para comprender la perspectiva de la directora, que a lo largo del metraje reforzará una y otra vez esta idea de disparidad, desventaja e inferioridad (construida socialmente, claro) que Ruth siente con respecto a sus compañeros, profesores, jefes y colegas. Se le ha permitido estudiar en Harvard y debería agradecer esa oportunidad, pero ella no es condescendiente y desde sus inicios en la institución más prestigiosa de los Estados Unidos comienza a luchar por la utopía de la igualdad. Más tarde lo hará desde el rol de profesora, como abogada en uno de los casos más famosos del mundo (Reed vs. Reed) y también como parte de la Corte Suprema de Justicia, cargo que ocupó hasta el año pasado pero que tuvo que abandonar a causa de algunos problemas de salud.
Leder no se centra en el presente (aunque hay un cameo de la verdadera homenajeada hacia el final), pero elige narrar simultáneamente los vínculos de Ruth con su familia en el foro privado, el apoyo incondicional de su esposo (Armie Hammer) y la lucha intergeneracional con su hija adolescente. Esta es sin dudas una de las elecciones más interesantes, aunque hubiese sido bueno expandir un poco más esa parte del relato para cortar las larguísimas escenas sobre la preparación del caso Reed, en el que se enfoca buena parte de la trama. La voz de la igualdad rinde tributo a una de las juristas más importantes en la lucha por el trato equitativo de la ley para hombres y mujeres, y por eso es necesario verla, sobre todo en una semana dedicada a las luchas de las mujeres empoderadas.