Suspiria es la remake llevada a cabo por Luca Guadagnino (Call me by your name) de aquella obra de culto del terror creada por Dario Argento en 1977. Interpretada por un talentoso reparto que incluye los nombres de Tilda Swinton, Dakota Johnson, Cloë Grace Moretz, Mia Goth y Jessica Harper, esta historia de brujas ambientada en la Alemania dividida de los ’70 mixtura atmósferas claustrofóbicas, un clima decididamente lisérgico propio de los rituales y toques gore. Todo desemboca en una reconstrucción auspiciosa.
Suspiria es la película que el italiano Dario Argento creó allá por 1977 y sin dudas se convirtió en una obra de culto para la época, cargada de claustrofobia, estridencias y un estilo muy personal. En esta oportunidad, quien toma el guante es Luca Guadagnino (director de la celebrada Llámame por tu nombre), para reconstruir este relato de terror bajo su propia impronta. Pese a los dichos de Argento («no me emocionó, esta versión traicionó el espíritu de la película original»), puede decirse que Guadagnino ha sido fiel a los ejes centrales del relato y aportó elementos nuevos que enriquecen la pieza.
La historia gira en torno a Susie Bannion (Dakota Johnson), una joven bailarina nacida en los Estados Unidos que viaja a Alemania Occidental para audicionar por una vacante en la prestigiosa y selecta Academia de Danza Markos dirigida por Madame Blanc y Helena Markos (dos roles interpretados por la magistral Tilda Swinton). La cuestión es que ese lugar disponible corresponde a una de las alumnas de la institución que se encuentra desaparecida, Patricia Hingle (Chloë Grace Moretz). La academia esconde oscuros secretos, pero los únicos personajes con intenciones de sacarlos a la luz son Sara (Mia Goth), una de las compañeras de Susie, y Joseph Klemperer (una vez más, Swinton en una gran caracterización).
La mirada de Guadagnino está centrada en la estructura matriarcal de la institución y en las complicidades subrepticias que estas poderosas mujeres van tejiendo en sueños, por debajo de la mesa, con miradas sutiles y gestos prácticamente imperceptibles. Lo más loable de este film es que logra embellecer el terror, y en ese juego con lo macabro nunca se descuida la estética. Sin embargo, no se trata de la belleza por la belleza misma o el preciosismo vano: aquí cada elemento forma parte de una totalidad que da sentido a los principales ejes narrativos que impulsan la trama.
Con un diseño de producción exquisito, planos muy acertados, varios juegos con el zoom que logran eludir el grotesco, atmósferas tan tenebrosas como claustrofóbicas, la genial música de Pun uso muy conveniente de los espejos, los pisos de madera y otros elementos propios del universo de la danza, Guadagnino logra encontrar el tono justo (a veces algo exagerado, pero tratándose de un film de género hay algunas licencias) para esta reconstrucción de Suspiria. La lectura más interesante que propone esta remake combina una dimensión personal (el periplo de Susie entre las mujeres que integran esta academia) y una dimensión política (encarnada en la subtrama del Dr. Klemperer y su esposa desaparecida durante la guerra). En ese cruce de sentidos aparece lo más interesante de este relato que ha encontrado unas formas narrativas eficaces para recrear el terror en este aquelarre cinematográfico.
