En verano y todo el año: yo también quiero tener pelos

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La depilación es parte de una larga lista de obligaciones sociales que se imponen sobre los cuerpos de las mujeres para adaptarse a lo que la cultura machista define como la «norma». Con el verano, estas presiones se potencian, así como las reacciones contra aquellas que deciden elegir por sí mismas y no ajustarse a los ideales de belleza. ¿Por qué el rechazo al vello femenino? ¿Qué es lo que causa tanta indignación? (Foto de portada: Florence Lecloux)


Como es habitual, la llegada del verano potencia una serie de estereotipos que recaen sobre los cuerpos y que evidencian las presiones sociales para encajar con los ideales de belleza arraigados en la cultura. Para las mujeres eso no sólo implica tener lo que se considera como una figura delgada y esbelta, sino también estar libre de vello corporal. La depilación aparece así como un imperativo costoso que se instala como una costumbre desde la pre adolescencia.

Al igual que el resto de los códigos estéticos moldeados por la cultura occidental, ser lampiñas no es más que otra exigencia formada históricamente y que responde a las modas de sociedades y épocas particulares. Los parámetros de belleza, reafirmados por los discursos mediáticos y publicitarios que reproducen siempre los mismos cuerpos delgados, jóvenes y generalmente blancos, echan raíces tan profundas que configuran los estilos de vida y condicionan las formas de relacionarnos. Es así como todo lo que se encuentre por fuera de esos límites suele ser concebido como parte de una conducta “anormal” y no deseable.

De la misma forma que el peso corporal, la depilación se convirtió en parte de un tabú: que las mujeres tengan pelos es casi inaceptable.

De la misma forma que el peso corporal, la depilación se convirtió en parte de un tabú: que las mujeres tengan pelos es casi inaceptable. El rechazo llega a tal punto que la imagen de una mujer con vello suele despertar indignación y la violencia desde amplios sectores de la sociedad, o bien ser considerado como una “noticia” que los medios de comunicación destacan si se trata de alguna personalidad pública. Un ejemplo son los comentarios que se pueden encontrar a partir de los artículos sobre la campaña #Unshaved o #Sindepilar, en la que mujeres de varios países del mundo subieron fotos a Instagram mostrando su vello corporal, y que comenzó con una imagen similar de la modelo sueca Arvida Byström durante una sesión fotográfica para Adidas.

(Leer nota relacionada: No llego al verano: desterrar los ideales de belleza)


Comentarios extraídos de la nota «»Unshaved»: la guerra contra la depilación se instaló en Instagram y las argentinas se suman», publicada en el diario Clarín el 02/11/2017


La agresión de estas expresiones muestra el nivel de violencia con el que se ataca a los cuerpos que no cumplen con los mencionados estándares, pero también es parte de una reacción a todo gesto de autonomía por parte de la mujer. Reafirmar la posibilidad de desnaturalizar los parámetros que parecen inamovibles y optar por fuera de las pautas de conducta que la cultura prefigura parece desencadenar así lo peor del machismo y de los sectores conservadores de la sociedad, que rechazan toda clase de disidencia. De esta forma, la presencia del vello aparece unida necesariamente, para los autores de los comentarios, a un modelo «no femenino», que escapa a la heteronormatividad y que, por lo tanto, es repudiado.

Reafirmar la posibilidad de desnaturalizar los parámetros que parecen inamovibles y optar por fuera de las pautas de conducta que la cultura prefigura parece desencadenar así lo peor del machismo y de los sectores conservadores de la sociedad.

Algo similar sucedió en enero de 2017, con las tres mujeres que fueron abordadas por un operativo policial por hacer topless en una playa de Necochea, provincia de Buenos Aires. Luego del hecho que originó el tetazo en el Obelisco y en varias ciudades del país, una de las chicas denunció haber recibido amenazas de violación por redes sociales, un patrón machista que se repite cada vez que una mujer toma una decisión por fuera de la norma. Muchos de los insultos se basaron en sus características físicas más que en el hecho de encontrarse en la playa sin corpiño, lo que evidencia además una lectura diferencial de los cuerpos basados en los estereotipos sociales de belleza.

(Leer nota relacionada: Yo también quiero estar en cuero)

En definitiva comprender que la depilación es parte de un código impuesto que no tiene por qué ser aceptado si así se lo desea es también hacer frente a las cadenas de violencias que colonizan los cuerpos de las mujeres. Actuar según los propios deseos es también un paso para desarmar los tabúes que moldean las normas gestadas desde el machismo y que buscan censurar todo acto de libertad.


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