Durante los últimos meses el movimiento feminista aumentó su visibilidad: gracias al debate por el aborto las mujeres se consolidaron como sujetos políticos y el espacio público se transformó en un escenario de lucha que permitió – como viene sucediendo desde el primer Ni Una Menos – poner en el centro de la discusión cuestiones antes invisibilizadas. Sin embargo, las estadísticas reflejan una cruda realidad: los femicidios siguen aumentando y la violencia contra las mujeres no cesa. ¿Qué es lo que muestran los registros? (Foto: Nadia Díaz)
No quedan dudas de que el feminismo fue cobrando un lugar cada vez más visible en la agenda social y mediática. A poco más de tres años del primer Ni Una Menos, los reclamos de los movimientos de mujeres rompieron barreras y alcanzaron lugares inimaginados. Mandatos y violencias que antes se encontraban completamente naturalizados comenzaron a cuestionarse y a construir un camino que ya no tiene vuelta atrás. Se habla, por ejemplo, de los abusos y se nombra a los femicidios por lo que son: crímenes gestados sobre bases culturales que oprimen y subordinan a las mujeres por su condición de género. Y, aunque el tratamiento mediático aún tiene un largo trabajo por delante, ya no se habla de “crímenes pasionales”.
El país atraviesa una emergencia por violencia de género que parece lejos de revertirse, más aún cuando las políticas públicas siguen sin orientarse al verdadero núcleo del problema: desmontar las relaciones de dominación sobre las que se forma una sociedad machista.
Sin embargo, a pesar de la importancia del cambio de mirada sobre lo que antes era motivo de indiferencia y del trabajo activo de la militancia feminista, la situación en Argentina es grave. El país atraviesa una emergencia por violencia de género que parece lejos de revertirse, más aún cuando las políticas públicas siguen sin orientarse al verdadero núcleo del problema: desmontar las relaciones de dominación sobre las que se forma una sociedad machista. De acuerdo a lo establecido en el presupuesto para el 2019, recientemente aprobado en el Congreso, el Instituto Nacional de las Mujeres, encargado de la aplicación de la Ley de protección integral a las mujeres, solo recibirá 234,3 millones de pesos, lo que equivale a 11.36 pesos por mujer y a una disminución del 18% respecto a lo asignado en 2018.
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Gracias a la acción de organizaciones de la sociedad civil, se cuentan con registros concretos que muestran que la violencia contra las mujeres sigue no ha disminuido. Según los datos del Registro Nacional de Femicidios del Observatorio de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá), entre el 1 de enero y el 10 de noviembre de 2018 se cometieron, en Argentina, 212 femicidios – 21 vinculados – y 4 travesticidios. El análisis exhaustivo demuestra que las tendencias se mantienen: la mayor parte de los asesinatos – en este caso un 93% – continúan siendo perpetrados por hombres con vínculos cercanos a las mujeres (pareja, ex pareja, familiar, conocido) y dentro del propio hogar – 67% -. A su vez, el 22% de las víctimas habían realizado denuncias previas y un 12% contaba con medidas de protección judicial.
El análisis exhaustivo demuestra que las tendencias se mantienen: la mayor parte de los asesinatos – en este caso un 93% – continúan siendo perpetrados por hombres con vínculos cercanos a las mujeres (pareja, ex pareja, familiar, conocido) y dentro del propio hogar – 67% –
Por su parte, la asociación civil La Casa del Encuentro contabilizó un femicidio cada 32 horas en un nuevo informe presentado durante la última semana. Se calcula, además, que el 10% de esas mujeres fueron abusadas sexualmente. Ambas investigaciones se realizan a partir del monitoreo de medios de comunicación gráficos y digitales, nacionales y provinciales. A principios de 2018, la Casa del Encuentro publicó también un informe que recopila el trabajo de sistematización que viene llevando adelante hace diez años. Allí se registra que, entre el 2008 y el 2017, se cometieron 2679 femicidios y femicidios vinculados de mujeres y niñas, y 268 femicidios vinculados de hombres y niños. Buenos Aires, Santa Fé y Córdoba son las provincias en donde se registran la mayor cantidad de crímenes durante este lapso de tiempo.
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Gracias al reclamo del movimiento feminista, en el último tiempo aumentaron la cantidad de registros encargados de medir esta cruda realidad: desde el 2015 la Oficina de la Mujer por la Corte Suprema realiza el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos creó la Unidad de Registro, Sistematización y Seguimiento de femicidios y crímenes agravados por el género. Además de la información oficial del Estado, este año se suma también los análisis de Ahora que sí nos ven, el nuevo observatorio de violencia de género presidido por Raquel Vivanco – anterior coordinadora nacional de MuMaLá -. Este último analizó también la situación durante los tres años del gobierno de Cambiemos: 895 femicidios, lo que arroja la estadística aún más dura de una mujer muerta cada 29 horas.
El observatorio «Ahora que sí nos ven» analizó también la situación durante los tres años del gobierno de Cambiemos: 895 femicidios, lo que arroja la estadística aún más dura de una mujer muerta cada 29 horas.
Los registros no solo son fundamentales para mostrar que los femicidios no son casos aislados, sino el extremo más cruel de una cadena de violencias que se sostiene sobre las bases de una sociedad machista. También da cuenta de los patrones que se reproducen año tras año: la violencia que sufren las mujeres en sus vínculos más cercanos y al interior de sus propias casas, la desconfianza en la Justicia ante la escasez de denuncias y la ineficiencia estatal, tanto para proteger a las mujeres que sí recurren al sistema, como para prevenir y erradicar las situaciones de violencia antes de que efectivamente ocurran. En definitiva, se mantiene ese orden que considera a las mujeres una propiedad que puede marcarse y destruirse.
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Comprender la complejidad de esta situación es el primer paso para dar lugar a políticas que reviertan los pilares de una cultura machista. En ese sentido, la Educación Sexual Integral se presenta como una herramienta clave para tomar conciencia sobre ese sentido común desde la primera infancia y para deconstruirlo. Sus contenidos son esenciales para desterrar las violencias existentes en los ámbitos cotidianos y en los propios discursos y que se apoyan sobre la opresión y exclusión que están en el germen de toda violencia machista.
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