Yo niña es una película visceral y así la define su directora, Natural Arpajou. El film narra la historia de una niña que vive en el sur junto a sus padres “hippies”, en medio de un bosque y alejada de todo aquello que la sociedad suele identificar como “civilización”. Arpajou logra una trama densa cargada de humor y —al mismo tiempo— de tragedia. Una obra atravesada de lado a lado por lo autobiográfico.
— ¿Cuál fue la semilla que dio vida a tu película?
— El guión empezó con algo que me pasó hace unos diez años más o menos. Los detalles me los guardo para mí pero ocurrió algo muy fuerte, algo que me cambió la vida para siempre. En ese momento yo estaba trabajando en Brasil, así que volví a la Argentina y escribí un mamotreto de quinientas páginas que era una porquería. Yo tuve una vida bastante rara: viví en comunidades hippies pero no en El Bolsón, sino en lo alto de un cerro a cinco horas del pueblo más perdido del mundo; también viví en Bolivia, en Brasil, anduve por todas partes. En ese recorrido fui acumulando muchas experiencias que dispararon esa primera versión del guión, y menos mal que nadie me dio la plata para filmarlo porque hubiera sido un desastre.
— Después de ese episodio tan fuerte, ¿esperaste que las aguas se aquietaran?
— Sí, y una vez que pasó el cimbronazo empecé a guionar realmente. Ahí comencé a pensar qué cosas quería exponer de mi vida y qué no. Además tenía que asegurarme de que funcionara cinematográficamente, porque la realidad nunca funciona en la pantalla tal como se nos presenta. Yo siempre digo que es mejor contar todo desde uno, de la manera más visceral posible, pero no necesariamente tenés que copiar una escena de tu vida porque lo más probable es que no funcione. Además, tampoco quería contar mi historia sino lo que yo opino, lo que me quedó y lo que siento sobre eso que me pasó.
En ese tiempo Natural trabajaba como productora en Canal Encuentro y Paka-Paka, pero la dirección siempre quedaba en manos del sector masculino del equipo. “Las chicas nunca podíamos dirigir, no nos dejaban. Todos los directores eran chabones”, señala Natural, y cuenta que ante esas negativas fue que decidió empezar a dirigir sus propios cortometrajes. Ese fue un período de entrenamiento muy intenso, y todas sus producciones obtuvieron premios en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (Ana y Mateo, Lo que haría, Espacio personal, Princesas). Además, tuvo la posibilidad de asistir a talleres en Francia y Cuba donde pudo reflexionar y reelaborar aquel guión de quinientas páginas. “Yo siempre escribo los guiones desde mí”, subraya.
— ¿Cómo fuiste armando el elenco?
— Con Andrea [Carballo] ya habíamos trabajado en mi corto Lo que haría. Nos había ido muy bien juntas, sentí una gran entrega de su parte así que después de rodar el corto le mandé algunas versiones de Yo niña y me dijo que quería estar. El nombre de Esteban [Lamothe] surgió junto a los productores: lo llamamos, vino al toque, nos tomamos una cerveza y nos caímos muy bien, así que empezamos a laburar inmediatamente. Con la niña [Huenu Paz Paredes] fue mucho más complejo. Yo fui directora de casting y directora de actores, así que no les tengo miedo a los no-actores; todo lo contrario, ¡me encanta! De hecho, creo que mi fortaleza es la puesta en escena más que la puesta en cámara.
— ¿Qué era lo que buscabas para el personaje de Armonía, la niña?
— Había algo de su esencia que tenía que estar, y aunque Huenu no es parecida a mí físicamente yo me re veo en ella. Tenía que tener esta cosa de niña-adulta, medio salvaje y a la vez con una ternura importante. Muchas veces llegan a los castings niños con cierta afectación, y no quería eso para el personaje. Huenu, por ejemplo, llegaba despeinada y toda manchada al set. Eso me parecía genial. Le encantaba tirarse al agua, juntar huevos, colgarse de los árboles. Eso ya estaba en el guión pero también era parte de su propia naturaleza.
— Hay dos ejes muy interesantes que estructuran tu película. Por un lado las figuras femeninas, que son presentadas por fuera de los lugares comunes y hasta con cierta crudeza; no son precisamente “lo que se esperaría” de una madre, de una esposa, de una novia.
— Sí, yo me considero una feminista prácticamente desde que nací. A mí no me importa si sos hombre, mujer, transexual, villero o millonario; para mí todas son personas y punto. Por otra parte, tengo una conexión muy fuerte con el feminismo y lo femenino: me sostengo sola desde que tengo 16 años, jamás tuve una pareja para que me mantenga y me encanta cocinar, por ejemplo.
— Claro, no son elementos contradictorios. Algunas de esas cuestiones aparecen en la película, ¿no?
— Sí, creo que la película es muy femenina y también pone sobre la mesa cuestiones feministas, pero no se termina de ubicar en ningún lugar. No por mediocridad sino porque se intenta esquivar el enjuiciamiento: es algo así como “mirá esto, fijate y pensá lo que quieras”. Y la madre, claro, no es un cliché. Creo que esa es la cuestión, porque si esperamos algo del otro de alguna manera lo estamos condicionando, y cuando no encajás en esos parámetros la gente se enoja. Es muy difícil ser uno a veces.
— El otro eje que me parece importante en Yo niña es la cuestión de la identidad. ¿Cómo abordaste eso?
— Creo que las personas nos formamos con las cosas que nos pasan, cómo vivimos eso que nos pasa y la cantidad de amor que nos hayan dado, sobre todo en la infancia. En un principio el guión indagaba en otras etapas de la vida de la protagonista, pero una semana antes del rodaje decidí quedarme con su infancia porque es un momento de muchísima fragilidad. Es una etapa en la que formamos mucho de lo que somos: por los vínculos que forjamos, por los lugares donde vivimos, por la forma en la que nos educaron, por los amigos que tuvimos. Y también por lo que nos dijeron y por lo que no nos dijeron. Estos padres que yo retrato son muy contradictorios, y creo que eso forma una personalidad muy especial. Esta nena podría estar muy quebrada pero a la vez es muy fuerte. Esa niña frágil y fuerte me representa, y creo que la identidad se forja con todo eso. Todos tenemos que saber quiénes somos, sino no podemos ser nadie. Por más que te nieguen algo toda tu vida, internamente lo sabés. Y por eso buscás.