A partir de la sencillez, Antolín propone en Planes para toda la vida (Maten al mensajero, 2018) una visión profunda y melancólica de la vida y las distintas formas que adopta. A través de personajes que se entrecruzan y contradicen, los sentimientos aparecen a flor de piel en los dibujos y textos del también músico y poeta. ¿Qué se puede encontrar entre el miedo a perderlo todo y la ambición de conocer un mundo nuevo?
Como si fueran poemas breves ilustrados, o viñetas acompañadas de versos certeros, las historietas que integran Planes para toda la vida (Maten al mensajero, 2018), de Antolín (seudónimo de Andrés Olgiatti), muestran el costado sensible de un mundo que al girar sobre su propio eje, se repite. Adoptando la postura de distintos personajes, los cuales pueden leerse como reencarnaciones o singularidades que se entrecruzan por el azar de la melancolía, este libro tiene mucho para decir.
«A salvo de la soledad y el miedo, pasaré la noche arrullado por el calor delos arcades hasta la hermosa mañana», dice uno de los protagonistas de estas historietas que incluyen a un niño, un adolescente, un dinosaurio, animales con conciencia y hasta celebridades artísticas como Franz Kafka, Kurt Cobain o Artur Rimbaud comparten su visión del mundo. Con la soltura y precisión a la que Antolín nos tiene acostumbrados, los dibujos y el texto conviven en una armonía tan natural como el viento y el movimiento de las hojas de los árboles.
Con la soltura y precisión a la que Antolín nos tiene acostumbrados, los dibujos y el texto conviven en una armonía tan natural como el viento y el movimiento de las hojas de los árboles.
En una suerte de reversión optimista del clásico principio de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, el café aparece a lo largo del libro como una salvación: «Aunque si hay una lata de café significa que no todo está perdido, que todavía podemos resistir un poco», reflexiona una foca que se balance constantemente entre la esperanza y la soledad. Entre ambos polos puede encontrarse el movimiento hipnótico de este libro: ¿cómo hacer convivir las ansias de aventuras con el miedo a perderlo todo?
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A lo largo de Planes para toda la vida, Antolín va enumerando una serie de máximas que dejan al lector entre la epifanía y la ya mencionada melancolía: «Tal vez el mundo, a veces, debe romperte el corazón»; o también: «Planchar toneladas de ropa me convirtió en un hombre»; una más: «El concepto de limpieza es apenas una ilusión». Sin embargo, hay una frase que golpea más fuerte y que sirve como hilo conductor de todo el libro: «Sentir y seguir». Los personajes de las historietas del autor nacido en 1987, en la provincia de Salta, dejan en claro que hay que tomarse el tiempo para intentar entender qué es lo que les pasa, pero también hay que saber cuándo es momento de moverse.
Entre la disyuntiva de partir hacia lo desconocido y la nostalgia por dejar un ambiente seguro como puede ser la casa de la abuela o el ciber del barrio, este libro explora los grandes temas universales: el amor, el paso del tiempo, el miedo a la muerte y la importancia de establecer vínculos con los demás. Con la misma ternura que un chico le dice a un muñeco que es lo más hermoso que vio en todo el día, Marcel Proust ve una fila de manzanos hasta conmoverse. Antolín no solo vuelve verosímiles estas imágenes, sino que las convierte en propias para el lector.
Hay una frase que golpea más fuerte y que sirve como hilo conductor de todo el libro: «Sentir y seguir». Los personajes de las historietas dejan en claro que hay que tomarse el tiempo para intentar entender qué es lo que les pasa, pero también hay que saber cuándo es momento de moverse.
Versátil y distendido, Antolín logra sacudir una vez más a partir de imágenes tan cercanas como clásicas, manteniendo el foco en la belleza de las circunstancias. Estos poemas breves ilustrados, o viñetas poéticas, cuentan una historia que a la vez son millones de historias, porque en cierto punto todos podemos vernos ahí. Si nos pusiéramos a ver un charco de agua al mismo tiempo, cada uno de nosotros lograría ver el mismo reflejo, pero desde su perspectiva. En ese sentido, Planes para toda la vida es una hermosa manera de demostrar la universalidad de la subjetividad.