El loco y la camisa es una obra gestada en el circuito del teatro independiente que lleva nueve años ininterrumpidos en cartel y con el tiempo se ha convertido en un verdadero éxito. La pieza escrita por Nelson Valente gira en torno a una reunión familiar donde se desatan algunas polémicas a raíz de la irrupción de un integrante que no responde a las normas sociales tal como el resto las entiende. Puede verse los martes a las 21 hs. en el Teatro Picadero (Pasaja Santos Discépolo 1857).
El núcleo narrativo de la pieza de Nelson Valente es muy sencillo: María Pía (Soledad Bautista) quiere presentar a su novio Mariano (José Pablo Suárez) en sociedad. La familia está compuesta por su madre Matilde (Lide Uranga), su padre José (Ricardo Lamarra) y su hermano Beto (Gabriel Beck). Ellos viven en el conurbano, al sur de Capital Federal, mientras que Mariano es un «muchacho bien» de zona norte. Primera diferencia que atormenta a María Pía. LA otra cuestión es que Beto tiene algunos problemas para vincularse socialmente y no puede evitar decir todo lo que piensa a cada minuto. La mayoría diría simplemente que el muchacho está loco; por eso María Pía intenta deshacerse de él antes de que llegue Mariano.
Por supuesto, el conflicto del relato se desata con la aparición del joven en ese living de la discordia. Beto no tiene filtro porque no responde a las normas sociales del «recato» o el «buen gusto»; él dice todo lo que piensa en el mismísimo momento en que lo piensa, y lanza sus opiniones como si fuesen proyectiles, directo a la subjetividad del invitado. La situación se va poniendo cada vez más tensa hasta que finalmente todo estalla por los aires (lo interesante es ver de qué manera ocurre eso).
El gran hallazgo del equipo de Banfield Teatro Ensamble reside en la construcción de un clima que condensa momentos tan hilarantes como solemnes, capaz de tocar temas tan complejos como la mentira, la locura, la violencia, la opresión, el micro-machismo, la familia, la costumbre de lo impuesto y el estigma de la alteridad. El loco y la camisa aborda dramas muy profundos e intensos, pero lo hace desde un lugar de ingenuidad que permite reírse a carcajadas en el trayecto que marca la curva narrativa.
En algunas entrevistas Valente ha definido la pieza como «una olla a presión que va aumentando la tensión constantemente», y efectivamente lo es. Buena parte del éxito que ha cosechado en el público y el boca a boca está asociado a la identificación que generan estos cinco personajes de clase media: José es el patriarca proveedor que le dice a su esposa cómo debe planchar sus camisas; Matilde es la mujer oprimida y violentada por ese hombre que trae los cuellos de sus camisas manchados de labial; María Pía es la joven que intenta cambiar su destino con un presunto «buen partido»; Mariano se siente un extranjero en tierras conurbanas y, al igual que José, planea el futuro de su novia.
Beto es el distinto, el «loco», el que no tiene filtro ni calla nada. Pero también puede ser visto como un niño ingenuo incapaz del engaño; él no la caretea y los demás se horrorizan por la brutalidad de su franqueza. Beto es quien devela las mentiras y desenmascara los terrores. En círculos sociales donde se mide a las personas por aquello que poseen o aparentan ser, Beto se convierte en un bicho raro y repulsivo. Hay que decir que estos actores logran algo insólito: por momentos uno se olvida de que está sentado en la butaca de un teatro. Los espectadores entrarán a ese living y asistirán a una reunión de lo más creíble (la identificación es posible sólo cuando hay talento sobre el escenario).
Todas esas virtudes explican las razones de un fenómeno que comenzó como un proyecto modesto en el conurbano bonaerense, en una sala para 26 espectadores, y llegó a Capital Federal para romper la taquilla gracias al boca a boca. Un éxito entre la crítica especializada y el público, con presencia en festivales internacionales y numerosos premios.