Jair Bolsonaro se convirtió hoy en el nuevo presidente de Brasil tras haber conseguido un 55,1% de los votos en la segunda ronda de elecciones. El candidato que atravesó la campaña electoral sin debatir con sus rivales, defendiendo la dictadura militar y promoviendo un discurso violento, machista y xenófobo fue elegido por la mayoría del pueblo brasileño para gobernar durante los próximos 4 años. Apoyado por los poderes conservadores de la Iglesia y los principales grupos mediáticos, el triunfo de Bolsonaro consolida el avance de la derecha en América Latina.
Siguiendo todos los pronósticos electorales, Jair Bolsonaro triunfó en el ballotage y se convirtió en el nuevo presidente electo de Brasil. Con un 99% de las mesas escrutadas, el candidato del Partido Social Liberal consiguió un 55,1% de los votos en la segunda vuelta contra Fernando Haddad, el representante del Partido de los Trabajadores. Pero no ganó solo. Bolsonaro debe dedicar su triunfo a los grandes grupos influyentes que lo llevaron a su posición de poder: grupos religiosos, mediáticos y económicos que lo convirtieron en el opositor perfecto de Lula da Silva y a través de él lograron una nueva victoria de la derecha en la región.
Bolsonaro debe dedicar su triunfo a los grandes grupos influyentes que lo llevaron a su posición de poder: grupos religiosos, mediáticos y económicos que lo convirtieron en el contrincante perfecto de Lula da Silva y a través de él lograron una nueva victoria de la derecha en la región.
Hace tan solo una semana, cuando miles de sus simpatizantes se concentraron en la avenida Paulista para demostrar su apoyo, él propuso sin eufemismos una «limpieza» de todos los «marginales rojos», en referencia a sus adversarios del Partido de los Trabajadores. No es la primera vez que Bolsonaro se refiere a la prohibición del ahora principal partido opositor, pero sus expresiones parecen no tener ningún costo político frente a su electorado. Quizás porque fueron ese tipo de frases cargadas de violencia, machismo y homofobia las que lo hicieron pasar de ser un diputado polémico a un potencial salvador de la nación, amenazada por la continuidad del gobierno de Lula da Silva.
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Era difícil predecir este escenario electoral antes del mes de Abril, cuando era el mismo Lula da Silva quien encabezaba las encuestas presidenciales en todo el país. Tras la condena a prisión del ex-presidente (cuestionada por no haber estado basada en pruebas firmes), Bolsonaro comenzó a acumular poder político aprovechando un discurso anti-corrupción que conquistó a muchos opositores. El atentado cometido en su contra durante la campaña también lo posicionó como un líder incomprendido al que era necesario defender. Tomando su recuperación médica como excusa, dejó de participar en debates televisivos (que quizás hubieran puesto en evidencia la debilidad de su plataforma política y económica) y los reemplazó por entrevistas hechas a medida en los canales evangélicos que más llegan a su electorado.
Tras la condena a prisión del ex-presidente (cuestionada por no haber estado basada en pruebas firmes), Bolsonaro comenzó a acumular poder político aprovechando un discurso anti-corrupción que conquistó a muchos opositores.
Bolsonaro y su defensa de la dictadura militar plantean un interrogante para la democracia de la región, que ya ha visto emerger representantes de la derecha económica y ahora se enfrenta a un líder que promete llevar a los militares al frente de los ministerios brasileños. El movimiento feminista también se ve amenazado por el avance de un hombre que considera que hay mujeres que merecen ser violadas y que defiende la brecha salarial entre hombres y mujeres. Los seguidores del nuevo presidente, envalentonados por su discurso violento y xenófobo, ya se han involucrado en ataques a personas de la comunidad LGBT y periodistas opositores y al asesinato de un maestro de capoeira en medio de una discusión política.
Casi 58 millones de brasileños (más que una Argentina entera) apoyó con su voto a un candidato misógino, homofóbico y racista que defiende la dictadura y que lleva su oposición al Partido de los Trabajadores a un extremo de todo o nada. La grieta brasileña demuestran que el “no vuelven más” no se reduce a la coyuntura política argentina, sino a la realidad de una región que vuelve lentamente a ser manejada por los intereses de los mercados internacionales.
Este video te parte el alma, los brasileños gritando #elenão tras el triunfo de Bolsonaro. Miedo, incertidumbre y desesperación en un mismo grito. pic.twitter.com/NcWnXatTXf
— Cristián Tomás (@CristianTomas_) 28 de octubre de 2018