«Yo nunca quise ser provocador con los pornosonetos. Sí me sirvieron para sacar una cosa que había en mí y que no tenía lugar en mi literatura, por estar un poco atrapado en ‘lo prestigioso'», señala Pedro Mairal, quien se encuentra presentando la reedición de Pornosonetos (Emecé, 2018). Tras una circulación artesanal por editoriales independientes y bajo el seudónimo de Ramón Paz, el autor decide presentarlos a un público masivo: «de alguna manera me permitía ser libre y publicar cualquier cosa sin consecuencias», destaca en esa dirección.
Sobre el autor
Pedro Mairal nació en Buenos Aires en 1970. Su novela Una noche con Sabrina Love recibió el Premio Clarín en 1998 y fue llevada al cine. Publicó además las novelas El año del desierto y Salvatierra, el volumen de cuentos Hoy temprano, y los libros de poesía Tigre como los pájaros, Consumidor final y Pornosonetos. En 2011 condujo el programa de televisión sobre libros Impreso en Argentina. En 2013 publicó El gran surubí, una novela en sonetos, y El equilibrio, una recopilación de las columnas que escribió durante cinco años para el diario Perfil. En 2015 publicó en Chile Maniobras de evasión, un libro de crónicas. La uruguaya (2016), fue un éxito dentro del circuito literario, siendo muy bien recibida por el público y la crítica.
No me saco con vos la calentura
Ágil, lúdico y con una preocupación por lo formal que no limita, sino que abre la puerta a la creatividad, los pornosonetos de Pedro Mairal salen a la luz para un público masivo después de 14 años de su primera edición bajo las editoriales independientes Eloísa Cartonera y Vox. En ese entonces, el autor de Una noche con Sabrina Love, había decidido editarlos bajo el seudónimo de Ramón Paz.
«A mí me daba pudor publicarlo con mi nombre, porque quedo muy expuesto, pero es parte de lo que soy, aunque eso no quiere decir que sea biográfico«, comenta Mairal a La Primera Piedra. Asumiendo las reglas del género (catorce versos, generalmente endecasílabos, y rima consonante, que se distribuyen en dos cuartetos y dos tercetos), el escritor da lugar a la sexualidad, el amor y lo picaresco para explorar uno de los temas que más lo atrapa. Un ejemplo: «no me saco con vos la calentura/ sino la soledad querida mía/ el frío en la intemperie de este día/ el hielo de nacer a la cordura».
Para mí los dos grandes temas son el sexo y el tiempo, los tengo muy arraigados como para dejarlos afuera.
«Para mí los dos grandes temas son el sexo y el tiempo, los tengo muy arraigados como para dejarlos afuera. El sexo es nuestra raíz más profunda, el cuerpo vivo. Es ese cruce entre la pulsión mamífera y la construcción cultural sobre el sexo, el amor», señala en ese sentido. De una totalidad de más de 300 sonetos, Mairal decidió recolectar 139 para esta edición, en donde una historia se construye de manera sigilosa, a pesar de la autosuficiencia de cada soneto por si solo. Una vez más, al mismo tiempo que se mete en el terreno de la canción con el dúo Pensé que era viernes, Mairal decide explorar por nuevos rumbos tras el éxito alcanzado por La uruguaya, alejándose de lo que el mercado editorial pudiera esperar de él.
«No me interesa mucho la provocación como gesto»
— Recién me comentabas que es la primera entrevista que hacés por la reedición de los Pornosonetos. ¿Cómo te tomás el trabajo de presentar un nuevo libro?
— Yo aprendo a hablar de los libros a medida que me van preguntando cosas. El estado de creación es un poco sonámbulo, no sabés bien qué estás haciendo, pero después llega el momento en el que te leen y te interpretan.
— ¿Cómo volvés a este libro después de tanto tiempo?
— La primera edición fue en el 2004 si no me equivoco. Pornosonetos no lo sentía como un libro hasta ahora, era algo que hacía constantemente. Iba escribiendo 50 sonetos, los editaba y elegía, y publicaba. Así llegué a escribir más de 300. Ahora, cuando armé esta edición, sentí que había un libro. Yo no sé cómo se lee todo junto, me intriga un poco, porque yo no lo puedo leer desde afuera. Para armarlo, distribuí en el piso los sonetos impresos e iba buscando una estructura, un orden. Al fin y al cabo, siempre un libro de poemas tiene algo de narración. El orden en el que se ponen los cuentos en un libro, las canciones en un disco -por más que ahora exista Spotify y ya no se escuchen tanto de esa manera-, el orden de los poemas, tiene que ver con una narración. Entonces intenté que fuera algo así, pero tampoco estoy muy seguro. Vos lo leíste, contame (risas).
— Para mí hay una historia que se va contando, pero al igual que sucede en un disco, las partes funcionan por separado. Eso es algo que se ve ahora en las redes sociales, como lectores comparten fragmentos de una obra que pueden interpelar por separado del conjunto.
— Sí, totalmente. En ese sentido es muy distinto a El Gran Surubí, que es una novela en sonetos. Cada vez que vi que individualizan un soneto, no funciona, no están escritos para eso. En cambio los Pornosonetos sí, son autosuficientes a pesar de ser parte de un todo. Fue extraño hacerlo, porque había criterios un poco fluctuantes, algunos tienen algo de sudoku verbal: está la estructura del soneto, que son 14 líneas rimadas, con versos de 11 sílabas. Entonces, algunos eran ejercicios, lo que te permite dejar atrás ese Súper Yo literario.
(El «Súper Yo» literario) sería esa intención de hacer «Literatura». Siempre es un poco entorpecedor, amordaza un poco la naturalidad del discurso, la fuerza verbal.
— ¿A qué te referís con «Súper Yo literario»? ¿Los pornosonetos te representaron una especie de divertimento?
— Sería esa intención de hacer «Literatura». Siempre es un poco entorpecedor, amordaza un poco la naturalidad del discurso, la fuerza verbal. Sí, me representaron una suerte de divertimento, pero algunos saltaron eso y lograron algo más allá. Todas las formas dialogan con vos, y la del soneto te da herramientas que otras no. Siempre uso este ejemplo: un pornosoneto empieza con «Te vas en un avión a Uruguay». ¿Cómo rimo Uruguay? Ahí metí Jamiroquai, algo que nunca se me hubiera ocurrido, pero la forma me lo estaba susurrando. Escribir con una métrica y una forma rigurosa puede destrabarte, yo los usaba como ejercicio cuando escribía una novela larga.
— Conviven en los pornosonetos distintos criterios, donde en algunos hay una búsqueda más literaria y en otros elementos humorísticos y pícaros, ¿no?
— Claro, me gustaba mucho cómo se sacaban chispas esas dos cosas. Era una manera de crear un contraste, una tensión.
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— De los más de 300 pornosonetos que tenías, para esta edición dejaste afuera más de la mitad, ¿por qué?
— Sí, hay 139 en el libro. En primer lugar me parecía mucho un libro de 320 sonetos. Además había algunos que para mí no tenían demasiada chispa, humor, sonoridad, un montón de cosas que pueden fallar. El otro día vi un documental de Pablo Picasso haciendo cerámica, donde hacía un pato normal. De repente le tuerce el cuello y el pato de repente está vivo. Bueno, los sonetos que yo sentí que estaban vivos, los puse. También me ayudó mucho Alejandro Crotto, un amigo poeta que es muy riguroso desde lo formal, me ayudó mucho con los criterios.
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— Sí, Alejandro sabe mucho y propicia lo que necesita cada estilo de poesía y cada poema, no aplica siempre la misma fórmula.
— Exactamente, fue muy bueno para mí tener su lectura. Me ayudó a ver en perspectiva algo que era muy propio. Con respecto a los sonetos que quedaron afuera, no pasa nada si se pierden (risas). Los libros cuando son un destilado me parece mejor, lo mismo sucedió cuando recopilé las columnas que escribía para Perfil. Igual, si les das los 300 sonetos a otra persona, seguramente pueda elegir otros. Con Alejandro nos pasó que en algunos coincidíamos y en otros no.
— ¿Qué te parece más provocador de esta reedición? ¿Que sea literatura erótica o que salga un libro de sonetos por una editorial grande?
— Es una muy buena pregunta…Sin dudas lo formal, porque lo erótico en sí ya no produce mucho. A mí no me interesa mucho la provocación como gesto. En todo caso, creo que en el arte se devaluó un poco la provocación. El gesto provocativo en sí mismo no alcanza, porque no todos se sienten provocados por lo mismo en el arte. Yo nunca quise ser provocador con los sonetos. Sí me sirvieron para sacar una cosa que había en mí y que no tenía lugar en mi literatura, por estar un poco atrapado en «lo prestigioso». Con Una noche con Sabrina Love me había animado un poco, pero no hay algo sucio en detalle. Con los pornosonetos encontré ese lugar, sin querer provocar, y con seudónimo, que de alguna manera me permitía ser libre y publicar cualquier cosa sin consecuencias.
A mí no me interesa mucho la provocación como gesto. En todo caso, creo que en el arte se devaluó un poco la provocación. El gesto provocativo en sí mismo no alcanza, porque no todos se sienten provocados por lo mismo en el arte. Yo nunca quise ser provocador con los sonetos. Sí me sirvieron para sacar una cosa que había en mí y que no tenía lugar en mi literatura
— Encontraste un lugar para el exceso.
— Tal cual, un lugar para el exceso, aunque en mi caso fue en sonetos (risas) y contrariamente a lo que se cree, me dio mucha libertad. Hay quienes creen que es una restricción, pero fue todo lo contrario. Hay en Japón algo que se llama «Smash Karaoke», donde te meten en una sala con un bate de béisbol y, con la música que vos elegís, podés ponerte a romper todo. Bueno, los pornosonetos funcionaron un poco así.
— ¿Por qué decidiste dejar atrás el seudónimo de Ramón Paz?
— Creo que va a haber personas a las que el libro le va a chocar o no le gusta, pero ya está (risas). A mí me daba pudor publicarlo con mi nombre, porque quedo muy expuesto, pero es parte de lo que soy, aunque eso no quiere decir que sea biográfico. Uno de mis miedos más grandes era que los leyera mi hijo, pero ya los había descubierto. Yo le expliqué, como a él le gusta mucho el manga, haciendo una analogía con el Hentai. Y lo entendió muy bien. Para mí los dos grandes temas son el sexo y el tiempo, los tengo muy arraigados como para dejarlos afuera. El sexo es nuestra raíz más profunda, el cuerpo vivo. Es ese cruce entre la pulsión mamífera y la construcción cultural sobre el sexo, el amor. ¿Cómo influye el porno en cómo pensamos la sexualidad? Cada época piensa la sexualidad de una manera distinta, es algo fascinante.
A mí me daba pudor publicarlo con mi nombre, porque quedo muy expuesto, pero es parte de lo que soy, aunque eso no quiere decir que sea biográfico.
— ¿Qué pensás que puede aportar un libro de sonetos como gesto literario en la actualidad donde el verso libre está más impuesto?
— No es mi intención generar una escuela de sonetistas (risas). Si alguien con este libro empieza a tener un poco más de conciencia de la sonoridad, de la musicalidad del lenguaje en la poesía, va a ser muy bueno. Me parece que la poesía gana cuando lográs que algo suene como querés, el castellano es un lenguaje muy sonoro. Si lográs combinar la fuerza del lenguaje vivo, ese que se habla todo los días en la calle, y las formas poéticas castellanas, va a salir algo bueno. Cada uno tiene que lograr eso a su manera. Verso libre no significa que no te importe cómo suene, están los ejemplos de Walt Whitman, Allen Ginsberg, Antonico Cisneros…
— De tu generación se me vienen a la cabeza Fabián Casas y Cecilia Pavón, que utilizan el verso libre pero se nota una preocupación por lo sonoro, el ritmo.
— Sí, tienen mucho oído. Casas, por ejemplo, no está pensando en la métrica, pero sí en estructuras del habla que tienen que ver con lo cotidiano. Él agarra cosas que parecen dichos y los da vuelta, juega con el sentido. Siempre hay que tener oído en la poesía, sino siempre es una traducción que está esclava del idioma. Está bueno buscar algo que tenga fuerza y suene en sí mismo. Es un dilema interesante que nunca pensé demasiado.
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— La última vez que hablamos me comentabas que no estabas escribiendo poesía, sino que te habías volcado hacia la canción. ¿Seguís en esa sintonía?
— Sí, estoy escribiendo canciones y va mucha energía en eso. Por supuesto sigo escribiendo otras cosas, como el guión de cine para La uruguaya, pero mi creatividad está volcada en eso.El 12 de octubre, con Rafa Otegui, presentamos el dúo Pensé que era viernes. No significa que deje de escribir otras cosas, pero en las canciones la letra está negociando con la música. Algo que puede ser cursi en un poema, en una canción no lo es, como la palabra «corazón», son otras leyes.
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— Hay casos en los que la letras juegan un papel muy importante, como las de Babasónicos, por ejemplo, donde la poesía está muy presente. ¿A vos te interesa esa rama?
— Obviamente, me interesa que haya buenas letras. Las personas están mucho más vinculadas a la poesía de lo que creen. «No hagas más promesas sobre el bidet», por ejemplo. Charly, Spinetta, Chico Buarque, Fernando Cabrera. No digo que las letras tiene que ser grandes poemas, pero está mucho más cruzado de lo que se suele creer. Los poemas de Safo que se conservan, por ejemplo, en realidad son canciones donde no se conservó la música. Si bien no creo que valga la pena publicar letras de canciones como si fueran poesía, sin música, hay un diálogo importante.
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— ¿Cómo llevás el éxito que tuvo La uruguaya? Hay un dicho que dice que las librerías son el hotel alojamiento de las novedades, sin embargo tu novela se mantuvo en el tiempo.
— Qué bueno ese dicho. Yo vengo del palo de la poesía, entonces cualquier cosa que se aleje de mis conocidos es una sorpresa. Cada libro tiene un recorrido muy particular, por ejemplo la poesía tiene algo de caracol: vos la ves y decís «esto no camina nada». Sin embargo, te das vuelta y está en la otra punta. La uruguaya, como vos decís, tuvo algo expansivo que se mantuvo en el tiempo, se sigue recomendando, se sigue regalando. Es algo que no se puede calcular, yo no pienso nunca en eso. Siempre escribo la historia que tengo ganas de contar, con todas mis capacidades, pero lo que pasa, está fuera de mi control. Yo me equivoco mucho en ese sentido, hubo libros en los que pensé que iba a pasar mucho y no pasó nada. En cambio, otros libros los entrego con más modestia y se venden mucho. ¿Qué hace que los lectores sientan empatía con un libro? Si tratáramos de convertir La uruguaya en una fórmula sería: breve, que suceda en un día, que haya tensión erótica, que sea cotidiano y que sea muy íntima. Bueno, me doy a mí mismo esas cinco premisas y no va a salir algo similar. Cada tanto pasa que existen esos libros que rompen con el círculo literario, que es un lugar prestigioso pero muy acotado.
Si tratáramos de convertir La uruguaya en una fórmula sería: breve, que suceda en un día, que haya tensión erótica, que sea cotidiano y que sea muy íntima. Bueno, me doy a mí mismo esas cinco premisas y no va a salir algo similar. Cada tanto pasa que existen esos libros que rompen con el círculo literario, que es un lugar prestigioso pero muy acotado.
— Existe siempre una tensión ente el círculo literario y las obras que lo trascienden, como si perdieran el prestigio o la calidad. ¿Vos qué pensás de eso y cómo lo ves con tu propia obra?
— Desde que empecé a publicar me pasó eso, porque Una noche con Sabrina Love tuvo su repercusión. Desarrollé bastantes anticuerpos en ese terreno, me pueden envenenar un poco algunos comentarios, pero no me dura mucho. Hay que asumir que no a todo el mundo le gusta lo que uno escribe, después habrá que ver si hay mala leche o no, pero se convive con eso. Además, son tan diversas las lecturas. ¿Quién sería el legitimador de la literatura hoy en día? Yo estoy un poco alejado de lo académico, sé que en algunas universidades se lee Pornosonetos, pero seguramente no se lea La uruguaya. Sin embargo, yo estoy dispuesto a defenderla formalmente. Con las redes sociales se descentralizó mucho eso.
— Después de tu experiencia en la Bienal Arte Joven Buenos 2017, donde trabajaste con escritores de entre 12 y 32 años, ¿qué panorama tenés de las nuevas generaciones?
— Me encontré con una gran diversidad de estilos, cosas muy distintas. Había quienes escribían ciencia ficción, también hiper realismo, está todo cruzado por suerte. Para mí es un momento de mucha creatividad en la literatura. Por ejemplo, hay muchos escritores que hacen música, o teatro, cine. Puede que estemos todos un poco dispersos.
Lo bueno de la literatura es que está fuera del sistema de la guita. Para hacer cine necesitás mucha plata, pero para escribir solamente un cuaderno y una birome. ¿Por qué someter ese espacio de libertad a unas reglas que no le pertenecen?
— Por último, sos un escritor, parafraseando un poco a Cortázar, que no se aprovecha del impulso generado. Después de lograr cierta repercusión con un libro, te gusta correrte de estilo o género. ¿Es algo que hacés de manera consciente?
— El impulso generado no es mío, no me pertenece, entonces no me sirve para crear. Los impulsos que me sirven son los que tengo ganas de escribir. Siempre busco algo auténtico, pero si siguiera las reglas del mercado debería escribir novelas todo el tiempo, es algo que no puedo hacer. Hay que aprovechar el impulso generado de otra manera, sino te volvés predecible. A la escritura no la siento como una carrera, sino como una vocación, en el sentido de un llamado, lo que me mueve a hacer algo. Durante 10 años, mi ex agente literaria me pedía una novela, y yo no podía porque no sentía que tuviera una historia interesante para contar. Lo bueno de la literatura es que está fuera del sistema de la guita. Para hacer cine necesitás mucha plata, pero para escribir solamente un cuaderno y una birome. ¿Por qué someter ese espacio de libertad a unas reglas que no le pertenecen? No es que no seas permeable por el exterior, pero una hoja en blanco sigue siendo un espacio de mucha libertad.
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