Travesti, Una teoría lo suficientemente buena (Muchas Nueces, 2018) de Marlene Wayar, invita a pensar críticamente las bases sobre las que se sostiene una sociedad en la que se violenta toda disidencia. Mediante entrevistas y el relato de experiencias personales, la autora desarrolla el lugar de vulnerabilidad en el que se encuentra del colectivo travesti y trans en el país, la estigmatización que comienza desde temprana edad y la necesidad de repensar de forma constante la estrategias para la deconstrucción.
Estamos atravesando un momento social clave en el que cuestionar lo que durante tanto tiempo formó parte del sentido común no solo es necesario, sino también un camino abierto a múltiples posibilidades. La producción literaria del último tiempo da cuenta de este cambio de época, donde lo que antes era completamente invisibilizado, ahora cobra un lugar cada vez mayor. En este sentido, un ejemplo que sin dudas pasará a formar parte de este repertorio es Travesti. Una teoría lo suficientemente buena (Muchas Nueces, 2018) de Marlene Wayar, que reflexiona con profundidad la situación de un colectivo vulnerado por la estigmatización cotidiana y el abandono estatal.
Los diálogos de Wayar con la poeta travesti chilena, Claudia Rodriguez, la artista trans Susy Shock y la periodista Claudia Acuña exploran de forma crítica la construcción de la identidad y la discriminación constante de un sistema preparado para reproducir una norma heterosexual como único camino posible.
“Esta es una teoría lo suficientemente buena para comenzar a accionar en vistas a una transformación antropológica que nos devuelva autonomía, que nos devuelva la desconfianza necesaria para una crianza con amor responsable, lejos de toda banalidad”, afirma Wayar, activista travesti por los Derechos Humanos y las infancias libres. Y con esta frase condensa todo lo que tratará a lo largo de las páginas: la deconstrucción urgente de las bases que conducen a la criminalización de quienes no encajan en una norma, inculcada desde los primeros años de vida. Es por eso que la autora propone rever las prácticas en una variedad de espacios, pero particularmente en las infancias, como aquellas cartografías en las que es posible transformar los vínculos, las formas de relacionarse y de empatizar.
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Con la entrevista como herramienta principal, Wayar recorre aquellos lugares de la historia y la cotidianeidad vedados para el colectivo. Sus diálogos con la poeta travesti chilena, Claudia Rodriguez, la artista trans Susy Shock y la periodista Claudia Acuña exploran de forma crítica la construcción de la identidad y la discriminación constante de un sistema preparado para reproducir la norma heterosexual como único camino posible. Una formación que, afirma Wayar, comienza en la institución de la familia y que continúa en el Estado, con la patologización de todo lo que es diferente, ya sea en el cuerpo, las conductas o incluso en los ritmos establecidos en la sociedad. “El sistema a mí me ha impuesto tanto tener que hablar de cierta belleza, de ciertos textos, pero no me basta hablar de eso. Yo quiero hablar de muchas otras cosas y que sean dolorosas”, dice, por ejemplo, Claudia Rodríguez.
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Hacer temblar los cimientos de ese mecanismo que, en palabras de Susy Shock, «larga a la calle un montón de parcialidades rotas, de mucha infelicidad, de mucha cosa ajena a sus propios deseos, a sus propios cuerpos» es parte del planteo que se desenvuelve en cada apartado. Enfrentar las reglas naturalizadas del machismo, que no hacen otra cosa que violentar y ejercer disciplinamiento, excluyendo y dejando en los márgenes toda disidencia. «[…] Lo trava es la posibilidad del encuentro, de la reparación, del recrear los vínculos permanentemente y reconfortarnos y fortalecernos de manera infinita», afirma Wayar. Es desde ese lugar que la autora propone alejarse de las dicotomías que posicionan al colectivo en el lugar de la «otredad», para romper con «los estereotipos de odio, discriminación y muerte».
Hacer temblar los cimientos de ese mecanismo que, en palabras de Susy Shock, «larga a la calle un montón de parcialidades rotas, de mucha infelicidad, de mucha cosa ajena a sus propios deseos, a sus propios cuerpos» es parte del planteo que se desenvuelve en cada apartado.
«Quiero ejercer el derecho de puja política para saber para dónde va el sentido de construcción de esta sociedad», dice la autora, que en varias ocasiones menciona la necesidad de repensar estrategias para que la diversidad pueda tener lugar libre en el espacio público sin que sea perseguida. Hoy, la comunidad travesti y trans tiene un promedio de vida de alrededor de 30 años, no solo por la falta de políticas públicas que garanticen condiciones de vida dignas, sino también por los crímenes de odio, muchos de los cuales son cometidos por las fuerzas represivas durante el ejercicio de sus funciones estatales. Ese es el escenario al que personas travestis y trans tienen que enfrentarse, en muchas ocasiones luego de haber sufrido la exclusión de sus propios hogares desde jóvenes.
«¿Cómo recobramos la humanidad?», se pregunta en el libro. Un interrogante central que atraviesa la lectura, que interpela y busca llamar la atención sobre un sistema que colonizó los cuerpos, que violenta desde el momento en que se imparte una formación no inclusiva, sin perspectiva de género. Así, Travesti. Una teoría lo suficientemente buena problematiza incluso los caminos elegidos para deconstruir el sentido y obliga al lector a enfrentarse con el fracaso de una sociedad en la que siguen destruyéndose los cuerpos disidentes.