Mientras los sectores más concentrados continúan aumentando sus ganancias, el ajuste continúa afectando a los trabajadores, a los que el presidente, Mauricio Macri, les pidió «paciencia» y «no vivir por encima de sus posibilidades». En este contexto, y a contracorriente de lo que enuncia el gobierno, la desigualdad de género se ensancha, recortando la autonomía y aumentando la violencia hacia las mujeres, la población más vulnerable ante la crisis económica. (Foto: Nadia Díaz)
Desde que asumió el gobierno, Mauricio Macri y su equipo dedicaron todos sus esfuerzos en redistribuir los recursos a los sectores más concentrados de la economía, impulsando una política de ajuste y endeudamiento que alimentó los bolsillos de los especuladores financieros. Mientras se desreguló el mercado a la espera de la “lluvia de inversiones”, aumentaron las tarifas, se redujo el empleo, el poder adquisitivo, las jubilaciones y el presupuesto para la educación, por nombrar solo algunos de los tantos recortes que Cambiemos implementó para “volver al mundo”, a costa del empobrecimiento de gran parte de la sociedad. “Debemos madurar y no vivir por encima de nuestras posibilidades”, dijo el presidente luego de que el valor del dólar en el mercado minorista aumentara un 20% en una semana.
Desde que asumió el gobierno, Mauricio Macri y su equipo dedicaron todos sus esfuerzos en redistribuir los recursos a los sectores más concentrados de la economía, impulsando una política de ajuste y endeudamiento que alimentó los bolsillos de los especuladores financieros.
A pesar de que la situación va en contra de todos los pronósticos establecidos, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sigue adelante con su plan que, en el mes de junio, llevó a comprometer la soberanía económica del país en un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sus bases iniciales habilitaron un préstamo por hasta 50 millones de dólares, acompañado de un incremento del ajuste. Entre sus cláusulas, el documento también incluyó un conjunto de medidas “de apoyo a la equidad de género”, que en realidad esconden la profundización de las desigualdades a raíz de los recortes. Como suele ocurrir, las recesiones afectan especialmente a las mujeres, al ser parte de la población más vulnerable, y confiar en la lógica del mercado está lejos de ser una solución.
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El Memorándum de Políticas Económicas y Financieras mediante el que el gobierno solicitó el apoyo del FMI hablan de la igualdad de la remuneración y de reducir “los desincentivos para que las mujeres participen en el mercado laboral”. Sin embargo, se tratan de menciones superficiales que no contemplan el problema de fondo y que se contradicen con el plan de ajuste que inevitablemente agudiza la feminización de la pobreza. Tal como advierte en una entrevista para Página/12 la economista del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp), Lucía Cirmi Obon, la visión plasmada en el memorándum “desconoce la existencia del trabajo no remunerado que sucede en los hogares y realizan las mujeres y que permite que la producción ocurra”.
Al no existir una redistribución de las tareas del hogar que por mandato social recaen sobre las mujeres, estas se ven obligadas a aceptar alternativas más flexibles: trabajos precarizados y peor pagos, que, además de ensanchar la brecha con los varones, vulnera su autonomía y, en consecuencia, aumenta la violencia de género.
“Existe la brecha salarial porque hay desigualdad en el hogar. Son las dos caras de la misma moneda”, afirma Obon. “Cuando el Estado se achica deja de brindar servicios de cuidado y cuando eso sucede quienes se hacen cargo son las mujeres en los hogares”, agrega. Pero además, según lo explicado por la economista, la reducción de obra pública y empleo estatal, que surgen del acuerdo con el FMI, afecta actividades como la salud y la educación, donde son las mujeres quienes ocupan más del 70 por ciento de los puestos de trabajo. Al no existir una redistribución de las tareas del hogar que por mandato social recaen sobre las mujeres, estas se ven obligadas a aceptar alternativas más flexibles: trabajos precarizados y peor pagos que, además de ensanchar la brecha con los varones, vulnera su autonomía y, en consecuencia, aumenta la violencia de género.
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«La mujer en la casa»
Tal como hemos explicado en La Primera Piedra, el tiempo dedicado a las tareas del hogar, no reconocido socialmente ni tampoco remunerado, impacta en las posibilidades de formación y desarrollo personal y profesional de las mujeres. La primera encuesta realizada por el INDEC sobre sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo registró que, en Argentina, las mujeres dedican en promedio 6,4 horas de tiempo diarias a estas tareas, mientras que los varones 3,4 horas. A nivel general, el organismo informa que el 76% del trabajo doméstico no remunerado es realizado por mujeres.
Las tareas del hogar continúan siendo concebidas como una exclusiva responsabilidad de la mujer, que en función de roles culturalmente asignados, se ve obligada a sacrificar así otros aspectos de su vida para atender las demandas domésticas.
Esto indica que las tareas del hogar continúan siendo concebidas como una exclusiva responsabilidad de la mujer, que en función de roles culturalmente asignados, se ve obligada a sacrificar así otros aspectos de su vida para atender las demandas domésticas. Naturalizar estas ocupaciones invisibiliza una profunda desigualdad que se mantiene a lo largo del tiempo y que, además, está atravesada por una diferencia de clases. Las mujeres de mayores ingresos tiene posibilidad de delegar estas tareas en otras personas, generalmente pertenecientes a los sectores populares.
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Según explica Mercedes D’Alessandro, economista, escritora y co-fundadora de Economía Femini(s)ta, si bien la participación de las mujeres en el mercado laboral aumentó considerablemente respecto de décadas atrás, esto no fue coincidente con la participación de los varones en el trabajo doméstico. Como consecuencia, las mujeres realizan una doble jornada laboral teniendo que repartir su disponibilidad horaria, disminuyendo así sus posibilidades de una remuneración mayor. D’Alessandro menciona este como uno de los motivos de la brecha salarial, sumado también a una sobre ocupación de las mujeres de los sectores del mercado peor pagos, “vinculados a las actividades de cuidado asignadas dentro hogar”.
Según los datos registrados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) durante el 2017, la tasa de desocupación fue de 10,2% en mujeres y 8,5% en varones. En el caso de las menores de 29 años, la cifra trepa hasta un 20,1%, mientras que en el caso de los hombres a un 17,2%. Tanto en el caso del trabajo registrado como en el del sector de la economía informal, es notable la brecha salarial existente. De acuerdo a un informe del Ministerio de Trabajo, las mujeres ganan en promedio un 27% menos que los varones, cifra que se ensancha al 35% en el caso del empleo no registrado y que también varía según las zonas del país, la composición del grupo familiar y las condiciones del trabajo de que se trate.
Las mujeres ganan en promedio un 27% menos que los varones, cifra que se ensancha al 35% en el caso del empleo no registrado y que también varía según las zonas del país, la composición del grupo familiar y las condiciones del trabajo de que se trate.
Si bien Macri y su equipo continúan insistiendo con la idea de que su programa está atravesando un «shock» o «una tormenta», que el escenario depende de factores que no pudieron haber previsto – como la sequía interna y las tasas de interés y divisas – las decisiones son parte de un modelo económico destinado a aceitar la bicicleta financiera sin un plan productivo. En este contexto, es el pueblo el que una vez más paga los costos del ajuste y son las mujeres la población más vulnerable: de nada sirve apropiarse de las consignas del feminismo cuando todas las acciones resultan en el cercenamiento de los derechos.