Contra lo que se suele repetir, en la poesía joven existe una variedad de estilos que hacen a su riqueza y explican, de cierta forma, el momento de revitalización que vive el género. La generación que creció con un país quebrado y cuyo futuro de expectativas se vio transformado de manera radical, ahora da la cara a través de poemarios que cuentan lo que es sobrevivir a las derrotas. Los libros de Juan Francisco Moretti, Dolo Trenzadora y Micaela Szyniak sirven de ejemplo para mostrar la vida más allá del exitismo neoliberal.
Nacer a fines de los 80’s y principios de los 90’s tiene una importancia más allá de los signos zodiacales. Más si la zona para venir al mundo fue Sudamérica. La poesía joven de la región, sobre todo en el caso de Argentina, tiene mucho para decir al respecto: vivir los años formativos en un país en quiebra, con una sociedad que revolucionó muchas de sus costumbres al mismo ritmo que la tecnología y que, en los últimos años, emprende un camino de deconstrucción, no es poca cosa. Los recientes libros de Juan Francisco Moretti, Dolo Trenzadora y Micaela Szyniak dan cuenta de eso.
En Caer a golpes (Elemento Disruptivo, 2018), Moretti va a utilizar una voz que se aleja de una parte de sus contemporáneos para contar cómo es sobrevivir en una sociedad cada vez más frenética y violenta cuando la única arma con la que se cuenta es la inestabilidad emocional.
«Los caballos no necesitan entenderlo./ Los hombres no necesitan entenderlo./ El pasto lo entiende al quebrarse:/ vencer nunca es suficiente», escribe Moretti en uno de los primeros poemas de Caer a golpes (Elemento Disruptivo, 2018). En este libro, el autor va a utilizar una voz que se aleja de una parte de sus contemporáneos para contar cómo es sobrevivir en una sociedad cada vez más frenética y violenta cuando una de las únicas armas con la que se cuenta es la inestabilidad emocional. Puede leerse, en ese sentido: «No puedo recordar tu olor/ que una vez fue mi sustento»; o también: «y yo/ que necesito de todo/ no tengo aliento para seguir girando».
«Se ve pero no se ve. Esa es la tensión al interior de cada poema de Moretti. Hay algo que parece evidente, pero enseguida se complica por su rasgo táctil, palpable, como si la rigurosidad de las cosas enturbiara la posible relación prístina del mero mirar», escribe Fernando Bogado en el epílogo del libro. Ese grado de oscurantismo con el que cuentan los versos del autor, de todas formas, no va a dejar afuera al lector, sino que lo va a interpelar con preguntas desafiantes e imágenes potentes que apelan tanto a lo cotidiano como a lo general. Como si fuera una reversión del axioma de Pink Floyd, «Together we stand, divided we fall», Moretti se pregunta: «¿Por qué no estamos cayendo todos juntos?».
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Ese mismo sentimiento de generación y unión de trascender en un sistema que parece caerse de a poco, como el techo de una casa abandonada, puede encontrarse bajo la óptica feminista en Este libro no es un rehén (Biblioteca Popular Ambulante, 2018) de Dolo Trenzadora. «Todo lo que pasó tenía que pasar/ aprendemos doliendo,/ digo bien,/ aprendemos doliendo», escribe la autora en uno de los primeros poemas del libro.
El sentimiento de unión por trascender en un sistema que parece caerse de a poco, como el techo de una casa abandonada, puede encontrarse bajo la óptica feminista en Este libro no es un rehén (Biblioteca Popular Ambulante, 2018) de Dolo Trenzadora.
En los versos de Trenzadora se encuentra la dualidad de un cuerpo que se reconoce entre dos países y sus culturas (Paraguay y Argentina): «Recuerden:/ las fronteras las inventaron para los pobres/ pero, a riesgo y necesidad,/ se cruzan», escribe en esa dirección. Los cuerpos migrantes, cuerpos que nacieron bajo el símbolo de la derrota en el capitalismo neoliberal, tienen poco para perder y mucho para construir, ya sea en el plano social como en el plano íntimo. Trenzadora asume esa postura: «De nuevo:/ siempre será insuficiente para todos./ Y/ en definitiva/ esto que construimos, mi vida, también tiene vértices. Pero suena amable que mientas».
A lo largo de Este libro no es un rehén, la autora va alternando entre la denuncia política con poemas que coquetean con el manifiesto, a la vez que exponen una mirada personalísima de un mundo que no se detiene a pensar en ella ni en muchas otras. En esa dirección, Trenzadora se toma el tiempo de discutir incluso dentro del feminismo, planteando su postura de forma clara: «Esto no es enojo/ esto es reventar/ y convertirme en mi propia mujer.// Se supone que de eso se trata».
Con un yo poético más presente y confesional que en los dos anteriores libros, Escribo pidiendo ayuda (Nulú Bonsai, 2018) de Micaela Szyniak comparte con Trenzadora una visión contemporánea sobre la deconstrucción que interpela a una parte de la sociedad actual. «Hombres, no estén asustados/ estén liberados al futuro: vuelen como aviones de guerra/ fugados en mitad de su misión, / y vos, Futuro, no tengas miedo del pasado/ no va a meterse dentro tuyo por la noche/ no va a acabar en tu interior/ no va a parir hijos con su cara», escribe en uno de los últimos poemas.
A partir de anécdotas personales, Szyniak esconde planteos e interrogantes mucho más incisivos y universalizables. «Un libro que avisa que pide ayuda no tiene otra posibilidad que volverse universal desde lo particular», señala Malén Denis en el breve prólogo inicial del libro. La autora va de lo particular a lo general con un tono que no pierde peso en lo cotidiano, sino que cobra aún más fuerza, visibilizando gestos y detalles que pueden pasarse por alto en lo ajetreado del día a día.
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Escribo pidiendo ayuda (Nulú Bonsai, 2018) de Micaela Szyniak comparte una visión contemporánea sobre la deconstrucción que interpela a una parte de la sociedad actual.
«También nos preguntamos quién es/ la persona más feliz que conocemos, o de un bar/ no sé si se hicieron esa pregunta, es inquietante:/ la respuesta siempre es nadie», señala Szyniak en el poema «Con mi novia», compartiendo ese tópico con Moretti y Trenzadora: ¿cómo ser felices si el ideal de felicidad con el que nos criaron ya no existe? Cada poemario ofrece su propia respuesta: el entendimiento de lo que nos rodea y la empatía con el otro (Moretti); la construcción de una identidad personal y colectiva post deconstrucción (Trenzadora); y la posibilidad de renacer como una ve fénix mientras todo alrededor se cae (Szyniak).
Va a ser la misma autora de Escribo pidiendo ayuda la que asegura: «De mi generación puedo decir que vivió atormentada por una oferta a punto de acabar». Ahora que la promoción parece agotada y sin stock, la poesía joven sale a vender cara la derrota y a exponerla. A partir de los distintos estilos, hay un tema que cruza a estos tres libros y que sirven para empezar a trazar una constelación que indica, al contrario de lo que decía Charly García, que vivir al sur ya no es un karma: es el puntapié inicial para cambiar el orden de las cosas.