Este martes, pasadas las once de la mañana se conoció el veredicto que condenó a perpetua a Nahir Galarza (19), caso en el cual la chica de Gualeguaychú mató de dos disparos por la espalda a Fernando Pastorizzo (20). Con un tratamiento mediático marcado por el machismo, se desnuda el fuerte componente patriarcal que tiene aún la sociedad argentina y la distinta vara que puede utilizar la justicia.
El portal web del diario Clarín invitaba a ver la condena del juicio por el caso Nahir Galarza en vivo. Los grandes medios le dedicaron centenares de horas a la cobertura del caso, logrando que el crimen cometido por la chica oriunda de Gualeguaychú se impregne en la opinión pública. Allí, se discutían aspectos de la vida privada de Galarza y se analizaba minuciosamente qué es lo que dice la ley con respecto a las posibles culpas que la chica podía pagar. Ahora bien, ¿qué femicida tuvo la misma exposición que Galarza?
Solo por citar un caso, mientras Nahir Galarza fue condenada a 6 meses del crimen, Ricardo Panadero coautor del secuestro, violación y femicidio de Natalia Melmann en 2001 recién hoy recibirá una condena. Lejos de querer hacer una «batalla de los géneros» o querer defender a Galarza, lo que buscamos es demostrar que tanto los medios masivos como un sector de la justicia argentina tienen una historia patriarcal que se mantiene hasta el día de hoy, aún con la visibilización que la lucha feminista ha logrado en los últimos años. En esa misma dirección, en un contexto donde la violencia de género vive un momento crítico en el país, se quiso comparar al homicidio de Fernando Pastorizzo con un crimen de esas características.
(Leer nota relacionada: El caso de Natalia Melmann: la lucha contra la impunidad)
Cada vez que trasciende un homicidio cometido por una mujer en el marco de una relación afectiva, desde los medios de comunicación y las redes sociales se comenzaron a relativizar, una vez más, los reclamos feministas, poniendo en cuestión el concepto de la violencia de género.
Así, cada vez que trasciende un homicidio cometido por una mujer en el marco de una relación afectiva, desde los medios de comunicación y las redes sociales se comienza a relativizar, una vez más, los reclamos feministas, poniendo en cuestión el concepto de la violencia de género. Tal como informamos en La Primera Piedra, el hecho adquirió una centralidad mediática que no obtienen casos como por ejemplo el de Mónica Garnica, una estudiante de 25 años y dos hijos que fue quemada por su ex pareja en Berazategui, provincia de Buenos Aires, unos días antes del asesinato de Pastorizzo.
Resulta importante reiterar y subrayar un factor: nadie justifica el crimen cometido por Nahir Galarza, sino que lo que se quiere es remarcar que en múltiples casos donde hubo un femicidio, la justicia actuó con lentitud, incluso donde antes del crimen final se secuestró, torturó y violó a la víctima. En ese sentido, nadie recuerda nombres de femicidas con claridad, qué es de sus vidas y cuáles son sus rostros. Quizás el caso de Jorge Mangieri haya adquirido esa exposición, pero no tanto por el crimen de Ángeles Rawson en sí, sino por el lamentable rol detectivesco que muchos medios adquirieron cuando apareció el cuerpo de la adolescente.
Nadie recuerda los nombres de femicidas con claridad, qué es de su vida y cuál es su rostros. Quizás el caso de Jorge Mangieri haya adquirido esa exposición, pero no tanto por el crimen de Ángeles Rawson en sí, sino por el lamentable rol detectivesco que muchos medios adquirieron cuando apareció el cuerpo de la adolescente.
Tal como menciona la UFEM, en noviembre de 2012 se sancionó la Ley 26.791, que reformó el artículo 80 del Código Penal de la Nación para criminalizar de modo agravado ciertos homicidios relacionados con el fenómeno de la violencia de género. En particular, esta norma amplió la figura del homicidio calificado por el vínculo (inciso 1°) y el catálogo de crímenes de odio (inciso 4°), e incorporó las figuras de femicidio (inciso 11°) y femicidio vinculado (inciso 12°).
Desde ese momento, siempre que se utilizó la figura de femicidio se logró que el acusado tenga una condena a perpetua, pero la justicia no dejó filtrar tantos datos de la vida privada de los femicidas, ni los medios se regodearon tanto con los casos. La nota web del diario anteriormente citado, insiste en calificarla como «esa adolescente rubia que lloró, jugó con su pelo o se pintó las uñas frente al tribunal durante las últimas semanas».
De esta manera, este caso marca un antes y un después no solo por tratarse de la primera mujer menor a 20 años en recibir una condena de esta duración tras un homicidio, sino por que invita a la sociedad a demandarle a la justicia y a los grandes medios de comunicación la misma intensidad y celeridad a la hora de condenar un femicidio. Así, se podrían comenzar a dejar de lado, una vez por todas, los componentes patriarcales de esta sociedad.