Hoy se estrena Las olas, una película del argentino-uruguayo Adrián Biniez, quien nació en Remedios de Escalada y actualmente vive en la ciudad vecina de Montevideo. Con su primer cortometraje titulado 8 horas ganó el primer premio en el BAFICI 2006. Después realizó dos largometrajes con los que recorrió festivales y ganó varios premios: Gigante (2009) y El 5 de Talleres (2014), protagonizada por Esteban Lamothe y Julieta Zilberberg. Esta vez regresa con una comedia dividida en episodios protagonizada por Alfonso Tort, que oscila entre un viaje en el tiempo, sueños confusos y recuerdos distorsionados por el paso de los años.
Cuando se le pregunta a Adrián Biniez por el origen de Las olas, él recuerda un parrafito boceteado en un archivo de Word casi olvidado, un borrador que en aquel momento había titulado Las playas. «La estructura me sonaba de algún lado, así que fui a buscar entre los archivos y me encontré con esto: un tipo que está en la playa, se mete al agua y cuando sale se encuentra en otra época de su vida». Dice que fue escribiéndolo de a poco, pero que ya desde el inicio tenía algunas ideas claras: quería alejarse de las narrativas clásicas, le atraía la estructura episódica y estaba interesado en el absurdo como recurso humorístico.
«Me parecía que jugar con esa ambigüedad estaba bueno, y eso es algo que estuvo presente desde el vamos. El tono es el que te transporta a lo largo de toda la película». Y ese tono calza perfecto con el tipo de actuación del actor uruguayo que protagoniza este relato fantástico: Alfonso Tort. Biniez y Tort son amigos en la vida real y ya trabajaron juntos en su película anterior, El 5 de Talleres, aunque allí Tort tenía un rol secundario. En esta oportunidad se alza con el protagónico y compone a un hombre de cuarenta años que recorre varios momentos de su pasado y pendula entre el asombro, el desconcierto y el regocijo.
«Escribí el guión en función de Alfonso. Él es amigo mío, hemos filmado algunas cosas como en El 5 de Talleres y también escribimos juntos algunas ideas que teníamos para un programa que nunca se hizo. Lo conozco mucho, y por eso sabía que acentuando ciertos rasgos característicos de su personalidad podíamos jugar con las diferentes edades. Lo que sí sabíamos desde el principio era que no queríamos que actuara como niño o como adolescente, sino que mantuviera el mismo registro de actuación a lo largo de todas las escenas», explica Biniez.
— ¿Cómo elegiste los momentos biográficos por los que transita el personaje? ¿Qué tipo de identificación creés que se podría generar en un espectador?
— No recuerdo cómo surgieron esos momentos, pero no quería que fueran cronológicos. Creo que lo primero que apareció fue el niño con los padres. Trabajé sobre dos grandes ejes: por un lado el niño con sus padres y, por otro, el adolescente con sus amigos. Después fueron haciéndose fuerte otros dos ejes: la relación con su ex mujer y sus dos novias de juventud. Eso fue construyéndose a medida que avanzábamos: hay una constelación de personajes femeninos que no estaba planteada desde el principio, pero de a poco fue apoderándose de la película.
— Es interesante ese dato, porque todos los episodios de la película son una referencia literaria a alguna novela de aventuras de la colección Robin Hood y, de alguna manera, todos los personajes femeninos que aparecen están construidos desde esa mirada masculina del niño, del adolescente o del hombre. ¿Cómo trabajaron eso?
— Sí, es un universo de marineros y piratas. En algún punto se trata de una mirada masculina sobre el universo femenino, y tangencialmente es el descubrimiento del universo afectivo de las mujeres. El protagonista gira alrededor de ese mundo femenino: la madre, las novias, la ex mujer. Hay una especie de educación sentimental masculina: algunas cosas parten desde mis propias experiencias y otras desde la imaginación del personaje; fuimos tomando un poco de todos lados.
Adrián Biniez cuenta que la escena de la charla que Alfonso tiene en el bosque con una de sus novias surgió como improvisación en uno de los ensayos. La actriz que interpreta el personaje es socióloga y desde ese lugar introdujo algunos comentarios interesantes sobre la construcción cultural de los roles femenino y masculino desde la infancia y esos primeros juegos. Josefina explica pero Alfonso no logra comprender del todo. «El universo femenino está inserto en un mundo tan masculino que a veces uno trata de comprender esa mirada y no lo logra. Y ni siquiera se trata de una cuestión de machismo; es como un velo que tenés que correr para ver las cosas desde otro lado».
— ¿Qué rol creés que tiene el cine en la construcción de esas miradas?
— Creo que el cine no escapa a la sociedad. Los cambios que están sucediendo y que van a suceder, sin dudas se verán reflejados en el cine. Lo que sí creo es que se necesitan muchas más cineastas mujeres. Es un cambio que se está dando de a poco en la sociedad y creo que está buenísimo.
— ¿Cómo fue el rodaje en las playas de Uruguay y qué rol juega el mar en esta película? Porque es casi un personaje más del relato.
— Filmamos en varios departamentos: Rocha, Maldonado, Canelones y Montevideo. Era un equipo muy chico de rodaje: unas diez personas incluido el actor, y en cada escena se agregaba el resto del elenco. Fue un rodaje muy lindo, muy distendido y muy distinto con respecto a mis películas anteriores, que eran híper-urbanas acá en Buenos Aires o en Montevideo. Y con respecto al mar… es muy raro. Yo conocí el mar de bastante grande, y hasta los 31 años no fui de vacaciones al mar; tampoco tengo una gran escuela de vacaciones.
— ¿De dónde surge ese interés entonces? Porque el viaje en el tiempo se produce justamente cuando el protagonista se mete al mar, ¿no?
— El interés surge por el mar en sí. Por lo misterioso del mar, por la fuerza del mar, porque estoy viviendo en una ciudad que está rodeada de mar. Hacés quince kilómetros y estás en una playa increíble; una de las cosas que más me apasionan de vivir ahí es la presencia del mar. Yo nací en Lanús, viví hasta los 29 años en Escalada y… es casi lo opuesto. El mar tiene algo mítico, cierta fuerza visual.
Y en Las olas Biniez explota ese recurso en la composición de sus planos, con el mar siempre en el horizonte como uno de los personajes centrales de esta trama. Alfonso gira alrededor de su propia biografía y el episodio final alude a una pregunta que Julio Verne deja planteada en La vuelta al mundo en 80 días: ¿Para qué dar la vuelta al mundo? ¿Para qué volver a esos momentos biográficos? ¿Para entenderlos, para modificarlos, para vivirlos otra vez? Quien quiera responder esa pregunta deberá aventurarse a las salas de cine.