El amor, la memoria y la tarea literaria se entrecruzan en El libro de Tamar (Eterna Cadencia, 2018), donde Tamara Kamenszain reconstruye a partir de un poema de su exmarido, el difunto escritor Héctor Libertella, la historia de una relación marcada por el uso del lenguaje. Confesional e íntima, la autora propone un universo vital donde la nostalgia y el desamor son derrotados ante el poder de los afectos.
Sobre la autora
Tamara Kamenszain nació en Buenos Aires. Su último libro de poemas es El libro de los divanes (2015). En 2012, con La novela de la poesía, quedaron reunidos en un solo tomo sus nueve libros de poesía anteriores. Entre sus ensayos se destacan Historias de amor (2000), que recopila sus tres libros anteriores; La boca del testimonio (2007) y Una intimidad inofensiva. Los que escriben con lo que hay (Eterna Cadencia, 2016). Recibió, entre otros reconocimientos, el Primer Premio Municipal de Ensayo, la beca John Simon Guggenheim, el Premio Konex de Platino, la Medalla de Honor Pablo Neruda y, por su Obra Reunida, el premio de la Feria del Libro de Buenos Aires al mejor libro publicado en 2012 y el Premio Lezama Lima de Cuba.
5 letras alcanzan para pensar una relación
«Me estoy esforzando por entrar en los secretos (¿»bolsones semántico»?) que hicieron de nosotros no solo una pareja de escritores sino, sobre todo, una pareja como cualquier otra. A ver si, pensándolo de esa manera, me resulta más fácil desclasificar este archivo y abrirlo al público», escribe Tamara Kamenszain en el comienzo de El libro de Tamar (Eterna Cadencia, 2018). En ese fragmento se empieza a vislumbrar la sinceridad y el afecto que van a impregnar las hojas de este libro que oscila entre la narrativa, el ensayo y la poesía.
Corría el año 2000 y Héctor Libertella, exmarido de Kamenszain, decidió dejarle bajo la puerta un poema titulado «Tamar», donde a partir de anagramas formados por esas 5 letras abre un universo de sentidos y posibles respuestas que tardaron más de 15 años en salir a la luz, luego de que la autora decidiera dejar ese papel perdido en un cajón. En ese gesto de época, antes de que la digitalidad barriera con todo, Libertella proponía no solo un juego lingüístico con su exesposa, sino una ruta para entender lo que dejó esa relación. Y va a ser la propia Kamenszain quien se encargue de recorrerla y abrir, al mismo tiempo, nuevos caminos.
«Porque si les resulta imposible arar el mar, tampoco podrán armar una trama que les permita amar», concluye la autora en uno de los breves capítulos que van motorizando este libro, resignificando los anagramas que Libertella propuso en ese poema. Ese acto que solo encontró silencio como respuesta en su momento, ahora es visto como una llave para echar luz sobre los recuerdos de una relación y también de una generación literaria. Escribe Kamenszain al respecto, tras recordar las andanzas de la célebre pareja literaria con otros autores como César Aira, Ricardo Piglia, María Moreno u Osvaldo Lamborghini: «ahora que somos una especie de abuelos de la nada, deberíamos dedicarnos a leer lo que escriben nuestros nietos».
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Demostrando la ductilidad de Kamenszain a la hora de escribir, El libro de Tamar posee fragmentos que bien pueden ser leídos como una narrativa confesional, pasando por momentos de ensayo y por poemas que dialogan con ese texto, como si hubieran sido escritos al calor de la reflexión y el recuerdo. En esa misma dirección, no es casualidad que el libro cierre con un poema de la propia autora, una suerte de mensaje que responde, tantos años después, a ese mensaje que necesitaba del paso del tiempo y para ser descifrado.
Cerca del final del libro, la autora señala que el poema encontrado no la empuja hacia la nostalgia evocativa, sino que le habla en tiempo presente, obligándola «a practicar el arte de reconstruir ruinas» y eso es lo que se encarga de hacer. Lejos de dejar que los fantasmas del pasado pueblen estas páginas, El libro de Tamar es un gesto de afecto tan íntimo como universal, donde las obras literarias de ambos autores dialogan entre sí junto a los recuerdos propios y de terceros, demostrando que con las 5 letras de «Tamar» se puede hacer una verdadera historia sin final.
En definitiva, Kamenszain y Libertella, maestros en el lenguaje colectivo, también parecen haber inventado un código privado, el cual sale a la luz gracias a la prosa cálida y generosa de la autora, capaz de decodificar una lengua cargada de emociones, recuerdos e incertidumbres.
