El libro Paisajes en movimiento (Eterna Cadencia, 2018), de Gustavo Guerrero, propone un análisis profundo de la poesía escrita en las últimas décadas a través de tres ejes: el tiempo, el mercado y la nación. ¿Qué cambió en la producción de este género siempre particular a la hora de ser revisado teóricamente? ¿Existe un quiebre generacional impulsado por Internet o es una exageración más que rodea a la poesía?
Sobre el autor
Gustavo Guerrero nació en Caracas, Venezuela, en 1957. Es profesor de literatura en historia cultural contemporánea en la Universidad de Paris Seine y en el Instituto de Estudios Políticos de Saint-Germain-en-Laye. Se desempeña desde hace ya muchos años como editor de la casa Gallimard para el área hispánica. Es autor de los ensayos La estrategia neobarroca (Barcelona, 1987), Itinerarios (Caracas, 1997), Teorías de la Lírica (México, 1998), La religión del vacío (México, 2002), obra finalista del Premio Bartolomé March de Crítica Literaria en Barcelona, e Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela (2008) por el que obtuvo el XXXVI Premio Anagrama de Ensayo. Es también autor de los libros de poesía La sombra de otros sueños (Caracas, 1982) y Círculo del adiós (Madrid, 2005) .
La poesía analizada
La poesía es un género reacio a ser analizado por la crítica literaria; o los críticos literarios son reacios a analizar la poesía. Quizás por ese factor histórico, el libro Paisajes en movimiento (Eterna Cadencia, 2018) de Gustavo Guerrero es de suma importancia para poder ver con mayor profundidad y perspectiva a la poesía contemporánea. ¿Qué se le exige a un poeta joven hoy en día que no se le haya exigido desde siempre? ¿Qué tanto afectó Internet en la producción? ¿El mercado para la poesía realmente existe?
El académico y crítico venezolano propone un análisis dividido en tres ejes que, al mismo tiempo, se interrelacionan entre sí: el tiempo, el mercado y la nación. Esas tres variables son las que quizás más se hayan visto modificadas por el aluvión del mundo web a la vida cotidiana y, por ende, a la producción poética. En un contexto de globalización que data desde los 90’s, los avances tecnológicos de las últimas tres décadas cambiaron las reglas de juego de muchas cosas. Ya lo decía Octavio Paz en 1991, retomado por Guerrero en Paisajes en movimiento: «vivimos las crisis de las ideas y creencias básicas que han movido a los hombres desde hace más de dos siglos».
En parte por eso, la producción poética de los años 90’s, la cual fue retomada desde distintas perspectivas en las dos siguientes décadas, sea vista como un síntoma de época: ruptura con antiguas formas, difícil categorización y un abanico de estilos que imposibilita una etiqueta común para todos los autores. Además, empieza a entrar en escena la lógica del presentismo: textos sin historia ni referencia, propia de la lógica del vivo televisivo y su zapping. Sin embargo, ese análisis cuasi apocalíptico no es sostenido por Guerrero, sino que es expuesto, analizado y puesto en duda. Para los que algunos puristas puede ser «el fin de la poesía», para otros más calmos puede ser visto como una clara consecuencia de un cambio de percepción del tiempo. Señala el autor venezolano: «se expresa la necesidad de elaborar un relato otro, una narrativa distinta, capaz de darle una forma a la distorsión que vivimos».
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En relación al siempre conflictivo vínculo entre poesía y mercado, Guerrero hace bien en iluminar un aspecto al que siempre se vuelve: la idea de la «sobreproducción» de libros. Ese argumento se escucha desde la década de los 70’s, como si cada generación se encargara de remarcar que siempre hay más de lo que realmente merece ser editado. Si bien los avances técnicos permitieron que pequeñas editoriales entraran al mercado, algunas incluso con propuestas novedosas para recuperar los nichos dejados de lado por los grandes sellos internacionales, la diversidad de publicaciones puede responder no a la mayor presencia de sellos, sino a la cada vez mayor segmentación de públicos. La poesía, en ese sentido, logró encontrar nuevos lectores y reencontrarse con antiguos lectores gracias a ese fenómeno.
En este mundo hiperconectado y globalizado, la noción de nación también entra en disputa a la hora de la producción poética, mezclando aún con más frecuencia corrientes estéticas más allá de las fronteras políticas. Esa idea, claro, pone en riesgo la idea de cultura nacional para algunos, exigiéndoles a los poetas jóvenes que retomen ciertas tradiciones. Lo que no se ve en esos fenómenos, y eso Guerrero lo demuestra, es que el cambio de percepción que se vive en la actualidad incluye a la idea de nación misma y la atraviesa, ya que las sensibilidades, los cuerpos y los ideales entraron en un proceso de deconstrucción que aún no se sabe dónde desembocará.
En definitiva, Paisajes en movimiento ocupa un vacío existente a la hora de pensar el cambio de milenio y las revoluciones tecnológicas que vinieron de la mano en relación con la poesía. Los poetas «jóvenes» -ese adjetivo cada vez más flexible- cargan con distintos mandatos, como si al decidirse por escribir adquieran una deuda con sus antepasados, con sus contemporáneos, con el mercado editorial, con el arte, con la vida misma. Sin embargo, ya lo dijo Nicanor Parra: «Jóvenes/ Escriban lo que quieran/ En el estilo que les parezca mejor/ Ha pasado demasiada sangre bajo los puentes/ Para seguir creyendo -creo yo/ Que sólo se puede seguir un camino:/ En poesía se permite todo». Para el análisis posterior, por suerte, existen libros como el de Guerrero.