Guerra de soda (Maten al mensajero, 2017) de Jazmín Varela es una novela gráfica que aborda un tema muy explorado en la literatura como lo es la infancia. Sin embargo, lo hace con una visión particular, recuperando la infancia desde la mirada adulta, ya sin inocencia, mucho más irónica y atrevida. En los límites de lo autobiográfico, los dibujos y textos de Varela forman un retrato de la infancia de una generación bisagra: la que creció en los ’90.
*Por Tamara Grosso
Sobre la autora
Jazmín Varela nació en Rosario en 1988. Es autora de Crisis Capilar (EMR, Rosario, 2016), Guerra de soda (Maten al mensajero, 2017) y parte de la antología El volcán. Un presente de la historieta latinoamericana (EMR – Musaraña editora, 2017).
Es co-fundadora del Festival Furioso de Dibujo. Trabaja como ilustradora.
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Infancias desobedientes
Guerra de soda (Maten al mensajero, 2017) de Jazmín Varela, es una novela gráfica escrita y dibujada desde la ternura, pero una ternura cruda. En clave autobiográfica, Varela narra la infancia -la suya y la de su generación- con sensibilidad pero dejando de lado la inocencia. La idea de niñez presente en el libro no es la de un tiempo idílico y feliz, sino más bien la de reconstruir los momentos que convirtieron a la protagonista en la persona que sería al crecer.
Guerra de soda está lleno de guiños a quienes vivieron su infancia en los 90: cualquier lector de esa generación podría reconocer su propia infancia en los dibujos de las galletitas variedad, los viejos sifones de soda azules, los helados en vasito con cuchara de plástico, o la casa chorizo de los abuelos.
Pero Guerra de soda no es sólo una colección de anécdotas infantiles. Con una sutil ironía, el libro reflexiona sobre los conflictos de la infancia de una generación. Encajar en un colegio con compañeras de otra clase social, convivir con el nuevo novio de mamá o escaparse de chicos más grandes y fuertes son algunas de las situaciones a las que sobrevive la niña protagonista.
Con dibujos frescos y sensibles, diálogos realistas y por momentos irónicos, y detalles como algunas fotos de «la vida real», o de la infancia de la autora, que parecen prometer que todo ocurrió realmente como se cuenta, este libro es un hermoso testimonio de una infancia vivida en la ciudad de Rosario en una época particular como la década de los 90, que con la cuidada edición de Maten al Mensajero se vuelve un libro para leer, mirar y disfrutar y guardar con cariño.