Haciendo uso del libro en su conjunto, ¡Florecieron los neones! de J. P. Zooey es una novela que experimenta no solo en su temática, sino en los paratextos que lo componen, creando la figura de un falso autor rechazado en su tiempo. Un presente distópico es escenario de una realidad gris y fluorescente al mismo tiempo, donde las máquinas tienen un lugar central en cada acto humano. Como venganza, el hombre puede infligirle un dolor insospechado.
Sobre el autor
J. P. Zooey nació en Buenos Aires en 1973. Cursó periodismo en la UBA. No ejerce. Publicó Sol artificial (2009, 2017), Los electrocutados, por el que obtuvo en España el premio Nuevo Talento que otorga FNAC (2011, 2016), Tom y Guirnaldo (2012) y Te quiero (2014). Textos suyos fueron traducidos al inglés y al francés.
La experimentación narrativa
J. P. Zooey es, sin dudas, uno de los autores más experimentales de la actual escena narrativa en Argentina. Su última novela, ¡Florecieron los neones! (Odelia editoria, 2018) es un ejemplo más de cómo se puede moldear una historia para forzar el verosímil. En ese sentido, el uso de una introducción, un epílogo y la contratapa, todos paratextos que no suelen leerse con demasiada atención por lo general, hacen que este libro nunca termine de cerrar un sentido único.
Irónico y audaz, el autor propone una historia alrededor de la novela propiamente dicha: encontrar un original en un contenedor de basura cerca del Fondo Nacional de las Artes, organización encargada de realizar concursos literarios todos los años. De esta manera, plantea una cuestión que resulta interesante trabajar y retomar: los fracasos actuales componen la literatura del futuro, comos sería el caso de Narciso Falopio, autor de la novela y, al mismo tiempo, protagonista del libro. ¿Se puede trabajar pensando que nuestros lectores aún no nacieron? ¿Cuál es la vida útil de un texto? Ya algo había adelantado Cortázar en el célebre cuento «El perseguidor»: «Esto lo estoy tocando mañana»
La temática y el estilo narrativo de la novela propiamente dicha, muestran un presente distópico donde la relación entre humanos y máquinas ya trasciende la de un uso cotidiano y utilitario, para entremezclarse en un diálogo tan difuso que no termina de definir cuando empieza uno y dónde termina el otro. ¿Los humanos pueden plantear una venganza contra sus propios inventos? ¡Florecieron los neones! propone, en esa dirección, una de las más sádicas: implantar una sensibilidad falsa, llena de recuerdos programados. Por otro lado, ¿qué diferencia existe entre un brote psicótico y una máquina cuya memoria empieza a fallar? En este libro, la respuesta no es sencilla.
Con ese estilo un tanto caótico que suele caracterizar y enriquecer a las narritvas de ciencia ficción contemporánea, donde lo border se entremezcla con sofisticados experimentos tecnológicos, la historia transcurre ocultando elementos hasta el último minuto. Y esto debe ser leído de manera literal: el epílogo «escrito» por Narciso Falopio vuelve a resignificar la historia, dejando que el lector sea en última instancia quien defina el rumbo final del texto. Si bien eso es algo básico de la literatura, pocas veces se tensó tanto como en ¡Florecieron los neones!
Con referencias culturales actuales y varios guiños al «mundillo» literario, el último libro de J. P. Zooey es un libro que trasciende a las reglas de la narrativa, abriendo el juego a la experimentación y al corrimiento de los límites. Con ingenio, se construyen escenarios dentro y fuera de la novela propiamente dicha, lo cual nos lleva a pensar: ¿basta la experimentación como motor de un relato? En ¡Florecieron los neones! la respuesta es contundente: sin experimento, no hay historia, o al menos una tan particular como la que el lector va a tener delante de sus ojos.