En Poemas por escribir (Peces de Ciudad, 2017), Analía Hernández explota la intensidad de sentimientos escondidos en lo más profundo de la interioridad, confluyendo en ese camino con la naturaleza. Empujando los límites del espacio y el tiempo, desarma en cada verso, experiencias íntimas latiendo detrás del amor como uno de los grandes temas que atraviesa el poemario.
Sobre la autora
Analía Hernández nació en el barrio de Monte Castro, Ciudad de Buenos Aires, en 1979. Egresó del Profesorado de Castellano, Literatura y Latín del ISP «Joaquín V. González». Actualmente, dicta clases de Prácticas del Lenguaje y de Literatura en escuelas de nivel secundario del Distrito de Escobar. Participó de antologías literarias colectivas para la Editorial Dunken y de distintos talleres literarios. Se encuentra finalizando el Postítulo de Escritura y Literatura, dictado por el Ministerio de Educación.
Rearmar lo oculto
Encontrar latiendo detrás de las palabras lo que se cree olvidado. Esa es la línea que sigue Poemas por escribir (Peces de Ciudad, 2017), de Analía Hernández, que atraviesa cada verso del libro. Como dice la autora misma desde el prólogo, busca “acceder al mundo en que vivimos desde el reverso del lenguaje”. Con esa intención es que despliega en cada página la intensidad de un mundo interior que pareció estar oculto durante mucho tiempo, esperando a ser liberado.
“Dos palomas/caen/ en el abismo de un nombre/ que quisiera escribir/ pero un dolor de pájaros en los ojos/ me ciega otra vez”. Frases como estas dan cuenta de una constante que se observa a lo largo del poemario: sentimientos intensos que encuentran su correlato en los elementos de la naturaleza, con la que confluye de forma íntima a la hora de expresar aquello que cala profundo en sus recuerdos. Se puede leer también, por ejemplo: «En las bocas del cemento están las voces/ y las risas de arena/ que fueron cayendo/ de nuestros labios,/ como pétalos sin flores/ mil veces lloradas».
Hay también un dolor escondido que parecería ir desarmándose a medida que el lector avanza por los poemas, que se deja expuesto de forma visceral: “Entre papeles y botellas que van sangrando/ cada día un poco más tu miseria/ vas dibujando una vida/ que alguien vive en otro lado/sin hambre y sin sed”. Así es como cada paso, Hernández parece realizar también una suerte de autodescubrimiento en el que está presente la consciencia de ser parte de un universo inabarcable, de la inmensidad en la que nos encontramos: «Son esas ciénagas/ que van devorando las estrellas que ya/ no nos miran./ ¿Hacia donde vuelan nuestros nombres, ahora?/ Ahora que la oscuridad nos toma de la mano/ para arrojarnos a distintos caminos”.
De esta forma, en Poemas por escribir las fronteras del espacio y el tiempo se desdibujan, empujando los límites de aquello que se gesta en el silencio, para transmitir imágenes que pueden rearmar su sentido ante cada nuevo lector, siempre ligadas a las experiencias que pueden quedar ocultas en la interioridad.