La novela Siempre empuja todo (Eterna Cadencia, 2018) de Salvador Biedma presenta una historia atrapante y desgarradora al mismo tiempo. ¿Cómo narrar la psicosis y la soledad al mismo tiempo? ¿Cuántas historias entran en un pueblo costero fuera de temporada? En este relato, los límites de la realidad se ponen en juego constantemente hasta el final.
Sobre el autor
Salvador Biedma nació en 1979 en Buenos Aires. Ha trabajado como editor, traductor, periodista y corrector. Está a cago de la librería Colastiné. Publicó en 2013 la novela Además, el tiempo y en 2017 el libro de poemas Quizá fuera volviendo.
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Narrar la psicosis y la soledad
A pesar de lo que se puede llegar a pensar, el realismo en la literatura puede derivar en relatos que ponen en juego y corren las barreras de la realidad misma. Eso sucede en Siempre empuja todo (Eterna Cadencia, 2018) de Salvador Biedma, donde un pueblo costero chico como Coronel Frías da lugar a una historia donde todo puede llegar a pasar pese a las limitaciones propias del lugar e incluso de sus personajes.
Rubén, un jubilado solitario y viudo, decide volver a la localidad que sirvió de escenario de numerosas vacaciones familiares. Con el hijo viviendo en Europa y cancelando su presencia a último momento, los fantasmas del pasado y de la edad invaden la mente psicótica del personaje, donde se mezcla constantemente lo que realmente ocurrió y lo que él recuerda. De esa manera, crímenes que van del asesinato al abuso infantil conviven en la nebulosa de una psiquis perturbada.
Narrada con precisión, sin necesidad de grandes hipérboles, Biedma logra seducir al lector en las primeras páginas con lo que parece una novela costumbrista para luego, sin previo aviso, dar rienda a una novela que coquetea con el género negro. Se lee en un momento: «Lograba imágenes sueltas -el golpe, la sangre, el cuerpo caído- no conseguía hilarlas, se le hacía imposible saber si eran fantasía o recuerdos de otra época o nomás lo que había hecho».
De lectura ágil, Siempre empuja todo logra un eco profundo en el lector, queriendo saber qué es lo que finalmente va a ocurrir con Rubén y el resto de los protagonistas a pesar de lo que, en principio, parecía una vida chata y sin mayores sobresaltos. El deseo sexual, además, mete la cola para unir personalidades tan diferentes como incompatibles: la dueña de un hotel familiar -que no es más que una vieja casa-, una adolescente solitaria que toca el piano y un jubilado psicópata.
Sin embargo, gracias a la astucia de Biedma a la hora de construir Siempre empuja todo, la caracterización que se pueda hacer de cada personaje puede llegar a quedar corta e incompleta, ya que el lector será quien termine de completar los identikits de cada uno. Si, como reza el dicho popular, «pueblo chico, infierno grande», con los protagonistas de esta novela sucede lo mismo: nunca se sabe del todo quiénes son las personas que nos rodean. Después de leer Siempre empuja todo, el lector seguramente empiece a preguntárselo con más fuerza.