«En los 90’s yo me encontré un gran matriarcado en la poesía», señala Paula Jiménez España, quien en relación a la producción actual sostiene que se «se soltó algo del discurso de las mujeres en las nuevas generaciones». La importancia de la musicalidad a la hora de la escritura y la necesidad de reconocer el rol de autor en las publicaciones de poesía, en la siguiente nota. «Pienso que no está bien que a los poetas nos cueste publicar, que no percibamos dinero», sentencia.
Sobre la autora
Paula Jiménez España nació en Buenos Aires en 1969. En poesía publicó, entre otros, Ser feliz en Baltimore, La casa en la avenida, Espacios naturales, El corazón de los otros. En prosa publicó Pollera pantalón / Cuentos de género. Recibió distintos premios provinciales y nacionales y fue traducida al italiano y al inglés. Desde 2008 colabora con “Soy” y “Las 12”, suplemento del diario Página/12.
«Una criatura desesperada, nunca va a estar del lado del patriarcado»
Dueña de una musicalidad propia y un estilo que recoge y reformula las voces más importantes de la poesía de mujeres de los 80’s y 90’s, la obra de Paula Jiménez España es una de las más significativas y leídas en el siglo XXI. Además, con su rol como periodista, aporta una mirada que ve las conexiones entre la literatura y el movimiento feminista. «El feminismo puede llegar a iluminar a la literatura en relación de ver una zona patriarcal y otra no patriarcal», afirma en la siguiente entrevista a La Primera Piedra.
— Para vos, ¿qué es la poesía?
— Parece una pregunta obvia muchas veces, pero no lo es porque no tiene una respuesta obvia. Qué es la poesía es algo que pienso cada vez que la escribo. Podría decirte que es un estado del ser que se despierta en determinados momentos, ante una imagen, una situación, una persona. Incluso es algo que le sucede al lector, la lectora, en la lectura de poesía.
— Como decía Alberto Girri: a la poesía no se la define, se la reconoce, ¿no?
— Sí, exáctamente. También, él sostenía que cada poema tiene su técnica. Eso colabora a a lo indefinible de la poesía: no hay reglas fijas.
— ¿Cómo fue tu primer acercamiento al género?
— Fue en la infancia, donde me impactaba la musicalidad: la posibilidad de hacer entrar las palabras en una música que no era cantada y contar cosas. Me gustaban los poemas de Antonio Machado, Alfonsina Storni, incluso de Jorge Luis Borges con su poema «El tango». Después, en la adolescencia me cautivó la figura del trovador y contar noticias cantando. Creo que en la juventud se fue refinando mi percepción de la poesía, una comprensión sutil, que llegó cuando leí a los poetas de mi generación.
Qué es la poesía es algo que pienso cada vez que la escribo. Podría decirte que es un estado del ser que se despierta en determinados momentos
— ¿A quiénes por ejemplo?
— Claudia Masín, Andi Nachón, Verónica Viola Fisher, Hernán La Greca, Martín Rodríguez, Osvaldo Bossi. A los veintipico de años eso me abrió diferentes posibilidades. Además, Susana Villalba fue muy importante y, cuando empecé a hacer taller con Diana Bellessi, fue abrir los ojos a otra dimensión de la escritura. Ahí la poesía empezó a acercarse a la definición no definible, al vacío atractivo que genera el poema, ese misterio que responde al sentido de la vida, aunque sea imaginado. Quizás la vida no tiene sentido, pero en ese momento hay una satisfacción, algo que se calma.
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—Teniendo en cuenta a los autores que nombraste, como a Diana Bellessi, muchos tienen su propia musicalidad, alejada a eso que te llamó la atención de chica. ¿Cómo opera la musicalidad en tu propia escritura?
— En mi último libro intenté trabajar la métrica de un modo intencional. Por ejemplo Alejandro Crotto dice que soy una «metrista» natural, y él es un maestro en eso. Yo le agradezco mucho eso, que lo haya notado. En el momento de escribir, no puedo no pensar en su música: lo que estoy diciendo tiene que entrar ahí, sino no se produce el verso. Es algo que me sale natural.
— De los años de taller con Diana, ¿qué recuerdos o consejos te quedan presentes?
— El trabajo sobre la música siempre fue muy importante, pero quizás eso era algo que yo ya tenía de antes. Los consejos son miles, porque para cada poema tenía una mirada distinta. Ella profundizaba mucho en el poema, no lo libera hasta que no llega a la profundidad y a la precisión que busca. Además, ella trabaja mucho en el lenguaje nuestro, desapegada a la traducción.
Bellessi me enseño mucho lo que tiene que ver con el amor, por eso cuando escucho posiciones muy frías con respecto a la poesía como «ya no se escribe por deseo», pienso entonces para qué se escribe. Si es por otra cosa, habría que ver si se produce el poema
— Remite mucho a la oralidad, ¿no?
— Sí, también a la mirada latinoamericana: expresiones, modismos que remiten a la oralidad latinoamericana. Eso es un trabajo político e ideológico, que tu poesía represente a tu cuna, sobre todo si es una cuna oprimida, ¿no? Diana es muy honesta en eso. A mí me enseño a amar y estar orgullosa de mi lengua. Si tengo que decir algo, Bellessi me enseño mucho lo que tiene que ver con el amor, por eso cuando escucho posiciones muy frías con respecto a la poesía como «ya no se escribe por deseo», pienso entonces para qué se escribe. Si es por otra cosa, habría que ver si se produce el poema. Por supuesto alguien puede pensar lo contrario a esto que digo, pero yo lo veo de esa forma.
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— Recién hacías referencia a las voces oprimidas. ¿En los últimos años se rompieron preconceptos relacionados a la literatura producida por mujeres? Sobre todo en relación a esa postura que sólo puede ser leída por mujeres.
— Sí, no sé si es tan así: en los 90’s yo me encontré un gran matriarcado en la poesía. La poesía más representativa de los años 80’s y 90’s está más de la mano de Mirtha Rosemberg,Irene Gruss, Diana Bellessi, Susana Villalba, Mercedes Roffe, Alicia Genovese, entre muchas otras; algunas de ellas feministas. Y gracias a ellas, se soltó el discurso de las mujeres, todavia mas en las siguientes generaciones. Incluso las mas jovenes están tomando una posición marcadamente asentada con respecto al tópicos que antes estaban silenciados, como la sexualidad o la igualdad de género.
Creo que se soltó algo del discurso de las mujeres en las nuevas generaciones. Incluso hay una posición mas asentada con respecto al género y tópicos que antes estaban silenciados, como la sexualidad o la igualdad de género.
— Con respecto a la sexualidad, ¿puede que también esté sucediendo algo similar en relación a la literatura LGBTTIQ? Más pensando en relación a la ampliación de lectores.
— Sí, pero en realidad hablar de literatura LGBTTIQ también puede significar la segmentación de una literatura de manera intencional. Por ejemplo, nadie diría que la literatura de Jorge Leónidas Escudero, que me encanta, es heterosexual. Yo también uso la categoría de literatura LGBTTIQ de todas formas, como una herramienta para definir los tópicos en mi faceta periodística, pero profundamente no creo en eso, porque es la manera de comprender algo que no me es igual, como diferente. También pienso en autores como Pedro Lemebel o Mariano Blatt, cómo se construyen discursos homoeróticos, pero no creo que exista una división en la literatura tomando en cuenta las orientaciones sexuales.
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— Pensás que estas etiquetas que ya están quedando obsoletas, ¿pueden terminar de sacarse gracias al crecimiento del movimiento feminista? ¿Cómo ves la relación del movimiento con la literatura?
— El feminismo puede llegar a iluminar a la literatura en relación de ver una zona patriarcal y otra no patriarcal. Puede ayudarnos a vislumbrar esa diferencia, que no es solo en la temática, sino también en la performatividad de los escritores y escritoras al leer en público: la manera de ocupar la escena, por ejemplo, la forma de lucir su falo poético. Es algo que he visto muchas veces y tiene su continuidad en lo que se escribe. Del lado de la literatura no patriarcal, pienso en Olga Orozco: «Madre: es tu desamparada criatura quien te llama». Una criatura desesperada, nunca va a estar del lado del patriarcado.
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El feminismo puede llegar a iluminar a la literatura en relación de ver una zona patriarcal y otra no patriarcal. Puede ayudarnos a vislumbrar esa diferencia, que no es solo en la temática
— ¿Cómo convive en vos ser escritora, periodista, psicóloga y astróloga?
— Me da un poco de vergüenza mostrar ese abanico (risas), pero en realidad no es tan distinto. No hay un esfuerzo para hacer que convivan esas facetas, tal vez todo tenga que ver con la lectura de los signos: leer la letra y lo que no es escrito, que habla de otra manera. Oficio un poco como traductora: tanto como psicóloga, como astróloga o como poeta.
— A la hora de escribir, ¿tenés algún mecanismo o rutina?
— En este momento soy más presa del impulso, sí tuve una época en la que tenía una disciplina: escribir todas las mañanas. De ahí salieron muchos libros.
— ¿Se puede tener una disciplina en la poesía? Muchos escritores afirman que eso es posible en la narrativa únicamente.
— Yo tenía una pasión casi permanente por la escritura en ese momento y poco trabajo. Hablo del 2000, 2001. Me sentaba a escribir y salieron muchas cosas: tres libros en un año de escritura. Ahora es distinto, no tengo ese tiempo. El impulso que tengo ahora, de todas formas, tampoco es igual al que tenía más de chica, que escribía en el colectivo, en todos lados.
— ¿Tiene que ver con adquirir oficio?
— Sí, el oficio te ayuda.
Las ferias de libros independientes mueven mucha poesía, eso está buenísimo. Es algo que se está revirtiendo, por más que esté bien que circule por vías alternativas. Sí pienso que no está bien que a los poetas nos cueste publicar, no percibamos dinero
— ¿Cómo llevas los silencios que se pueden producir en un escritor?
— No me pasó eso de pasar meses sin escribir. Sí puede pasar que tras terminar un libro, publicarlo y sentirte muy identificado, te invada una suerte de horror vacui de qué hago ahora. Eso tiene que ver con el ego, yo pienso en Juan Rulfo que escribió dos libros que son una maravilla. ¿Cuál es la necesidad de escribir mil libros?
— Se suele decir que la poesía no se vende, ¿pensás que se está revirtiendo ese factor con el trabajo de las editoriales independientes?
— Sí, las ferias de libros independientes mueven mucha poesía, eso está buenísimo. Es algo que se está revirtiendo, por más que esté bien que circule por vías alternativas. Sí pienso que no está bien que a los poetas nos cueste publicar, que no percibamos dinero. Creo que hay que encontrarle la vuelta a eso.
Tus primeras producciones se dieron a finales de los 90’s, una década que fue leída con mucho interés en este tiempo. ¿Qué mirada tenés de esa época?
– Los poetas de esos años los leí después, no en los 90’s. Por ejemplo pienso en Punctum de Gambarotta. Pero también está Bizarría de Claudia Masín, y no tiene nada que ver. Se piensa que hay una homogeneidad, cuando no es así. De esa década, pienso, se visibilizó un tipo de poesía que no era la única.
– Por último, teniendo en cuenta tu experiencia como tallerista. ¿Qué consejos le podrías dar a alguien que está dando sus primeros pasos en la poesía?
– Que lea mucho, que se saque ideas previas. De todas formas, depende de cada persona, de lo que cada uno vaya a pensar. No hay criterios únicos.