Compañía es una de las obras más conocidas de Eduardo Rovner y fue estrenada allá por 1995. Veinte años después continúa planteando preguntas, tensiones e incomodidades. La versión 2018 está protagonizada por Karina Scheps, Jorge Noya y Gabriela Barrios, con dirección de Roberto Lachivita. El relato comienza como un típico triángulo amoroso, pero poco a poco va ensombreciéndose hasta desembocar en una hecatombe de emociones. El texto pone en tensión muchas de las estructuras sociales legitimadas, y deconstruye con gran inteligencia dos universos irreconciliables: mandato y deseo. Puede verse los domingos a las 20.30 hs. en El Método Kairós (El Salvador 4530).
¿Qué pasa si un día uno de los miembros de una pareja le cuenta al otro que ha conocido a alguien más? ¿Qué pasa si esa confesión no esconde culpa sino deseo? ¿Qué pasa si el integrante en cuestión propone incorporar el «tercero en discordia» al esquema de la pareja y vivir todos juntos? La pieza de Rovner parte de esta confesión en boca de uno de los protagonistas, Osvaldo (Jorge Noya).
Él vuelve del trabajo y le cuenta a su mujer que esa tarde se sintió mal y pidió salir un rato antes; lo cuenta como una gran hazaña cotidiana. Comenta que fue hasta el Rosedal para mirar la puesta de sol frente al lago. Ana (Karina Scheps) celebra su pequeña osadía y pregunta por qué no se le ocurrió pasar a buscarla para compartir juntos ese momento. La respuesta es sencilla: esa misma tarde Osvaldo conoció a otra mujer.
Ana se inquieta; esta confesión la ubica en un territorio incómodo y no entiende por qué razón su marido ha decidido contarle todas esas cosas. Entonces, las sagradas instituciones sociales salen al rescate para impedir el micro-caos cotidiano: el matrimonio, la fidelidad, la lealtad, los hijos, el compañerismo y los pactos configuran el vallado que contiene los deseos humanos; de otro modo… ¡catástrofe! Con una aguda mirada, Rovner indaga en esas estructuras que moldean (y más de una vez reprimen) los instintos, las pulsiones, el lado más “animal” (o más «humano») de las personas.
La aparición de Magda (Gabriela Barrios), la “tercera en discordia”, marca el punto de quiebre. Ella está esperando afuera porque es su cumpleaños y no tiene con quién festejarlo. La disposición escenográfica marca adecuadamente ese contrapunto entre el espacio privado del matrimonio y la amenaza externa. Sin embargo, el planteo de Osvaldo no se orienta al fin de su relación sino al posible inicio de algo nuevo; él propone vivir todos juntos, algo totalmente inconcebible para Ana.
El matrimonio, la fidelidad, la lealtad, los hijos, el compañerismo y los pactos configuran el vallado que contiene los deseos humanos; de otro modo… ¡catástrofe! Con una aguda mirada, Rovner indaga en esas estructuras que moldean (y más de una vez reprimen) los instintos, las pulsiones, el lado más “animal” (o más «humano») de las personas.
La absurda alquimia entre los personajes que pueblan la escena enfrentará al espectador con sus propios prejuicios y temores. ¿Qué es lo que está fuera de lugar? ¿La propuesta de Osvaldo, la reacción de Ana, la desfachatez de Magda? Compañía expone esas profundas tensiones desde el texto, y el trío protagónico lo encarna con mucha altura. Con una puesta acotada se logra generar el abanico de climas emocionales que los personajes atraviesan en su periplo.
Aquí no hay malos ni buenos, sino una propuesta que desequilibra la aparente armonía y expone el desasosiego de una pareja. Cuando Osvaldo dice que esa tarde sucedió algo, Ana pregunta: «¿Bueno o malo?». Él responde: «Me parece que es algo fantástico». Después del caos no se restablece el equilibrio original; las cosas ya no vuelven a estar como estaban antes del ingreso de Magda en sus vidas. Los elementos de la ecuación se reconfiguran, pero no será aquí donde se devele el final. En todo caso el espectador puede ir al teatro y decidir si esa reconfiguración mejora o empeora las cosas. Lo más interesante es el viaje dramático propuesto.