Los últimos meses demostraron el camino recorrido por los movimientos de mujeres y dejaron en claro el cambio de época que el país está atravesando. Las cuestiones de género alcanzaron espacios inesperados, desafiando el sentido común machista y trastocando lugares fuertemente arraigados al interior de la sociedad. ¿Cuáles fueron los hechos que marcaron los avances del feminismo durante el verano que se termina? ¿Qué significa esto para la lucha por la igualdad de género? (Foto de portada: Nadia Díaz)
Si hay algo que se puede afirmar a estas alturas es que el feminismo avanzó un largo camino hasta extender las fronteras de lo que, décadas atrás, fueron círculos académicos. Las demandas y cuestionamientos sobre el sentido común machista se fueron retroalimentando mediante encuentros horizontales que crecieron a lo largo de los años. Hoy, los movimientos de mujeres, lesbianas, travestis y trans se han ampliado de forma popular y masiva. Prueba de eso fue el pasado 8 de marzo, con el Segundo Paro Internacional de Mujeres, que superó con creces la convocatoria del 2017 y que representó un punto álgido en un camino de lucha que ya no tiene retorno.
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La temporada de verano que se cierra trajo consigo algunos hechos que impactaron en ámbitos cotidianos, particularmente en espacios de la cultura popular de donde el feminismo, hasta hace no poco tiempo, se encontraba excluido.
Durante el último tiempo, las cuestiones de género se hicieron cada vez más presentes en la agenda mediática y social, dando lugar a realidades que antes se encontraban completamente naturalizadas. En este sentido, la temporada de verano que se cierra trajo consigo algunos hechos que impactaron en ámbitos cotidianos, particularmente en espacios de la cultura popular de donde el feminismo, hasta hace no poco tiempo, se encontraba excluido. El debate se instaló en la pantalla chica, sin que esto implicara en todos los casos una cobertura responsable sobre una problemática de gravedad en el contexto de emergencia que atraviesa Argentina en lo que a violencia de género se refiere.
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A mediados de diciembre de 2017, la actriz Carla Rivero – mejor conocida como Calu – denunció lo que muchas mujeres sufrieron alguna vez en su vida: el acoso que tuvo que soportar porque nadie creyó en su palabra. En una carta publicada en redes sociales, reafirmó lo que ya se había animado a decir en una entrevista, cuando contó sobre la situación que tuvo que atravesar con Juan Darthés mientras trabajaba en Dulce Amor, la novela transmitida por Telefé durante el 2013. «Yo no me callo más”, escribió la actriz en su cuenta de Twitter. “Después de cinco años, tomé coraje y hablé. Estoy aliviada y orgullosa de haberlo hecho, de sacarme este malestar insoportable del cuerpo”, publicó.
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El caso fue otra parada en un largo camino de deconstrucción que el feminismo empezó hace rato, pero que permitió empujar la agenda de género al interior de la farándula.
Como aún sigue sucediendo ante la violencia de género, los principales medios de comunicación no tardaron en revictimizarla y banalizar las denuncias. Pero también hubo quienes la apoyaron: varias mujeres del mundo del espectáculo le demostraron que no estaba sola e hicieron declaraciones públicas en la que evidenciaron que las redes de contención pueden ser un acto político a través del cual se quiebra el silencio. El caso fue otra parada en un largo camino de deconstrucción que el feminismo empezó hace rato, pero que permitió empujar la agenda de género al interior de la farándula. La temática comenzó a tener así un lugar entre las entrevistas a varios famosos, que interpelados, hicieron declaraciones que en la mayoría de los casos terminaron reafirmando el sentido común machista.
En menos de un mes, no fueron pocos los personajes que despertaron la indignación con sus dichos. El primero fue Facundo Arana, al referirse a la maternidad como la forma de realización máxima que puede alcanzar la mujer. Esto trajo aparejada la respuesta de varias personas del mundo del espectáculo, entre ellas Muriel Santa Ana, quien, además, rompió el silencio sobre un tema que aún sigue siendo considerado un tabú al hablar del derecho al aborto y de su propia experiencia. Días después, fue Cacho Castaña quien mostró la gran cantidad de resabios del machismo nacional: «Si la violación es inevitable, relajate y gozá», dijo desde un móvil en Mar del Plata. Tampoco se pueden dejar de mencionar las declaraciones de Roberto Pettinato sobre el acoso o las más recientes afirmaciones de Nicolás Repetto sobre la responsabilidad de las víctimas durante una entrevista.
Que el rol de género sea parte de preguntas en los medios de comunicación y que lo que antes pasaba desapercibido ahora despierte fuertes críticas que se extienden en las redes sociales marca un cambio de época.
Que el rol de género sea parte de preguntas en los medios de comunicación y que lo que antes pasaba desapercibido ahora despierte fuertes críticas que se extienden en las redes sociales marca un cambio de época. Nunca antes el feminismo había tenido un espacio tan visible en la pantalla chica y menos de la mano de la cultura popular. Esto no es poca cosa: salir de las discusiones académicas y del ghetto para ingresar en ámbitos que moldean el sentido común es fundamental para aportar lo necesario para su desnaturalización. Esa fue la posibilidad que abrió por ejemplo Intrusos, el programa conducido por Jorge Rial y emitido por Canal América, que dio un espacio para debatir estos temas de la mano de referentes de distintos sectores de la esfera pública. Por primera vez términos como «patriarcado» se filtraron en la televisión hasta llegar a espectadores que quizás nunca antes lo habían escuchado.
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Temas totalmente silenciados empezaron a ganar más terreno. Igual a lo que había sucedido luego de las declaraciones de Muriel Santa Ana, el aborto se hizo un lugar en la agenda mediática. Después de que María Virginia Godoy – mejor conocida como Srta. Bimbo – visitara el programa de Rial y hablara sobre el tema, la palabra «misoprostol» se convirtió en una de las más buscadas de Google en Argentina. Otro empujón a la fuerza que la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Grautito obtuvo con los años y que llegó en un momento justo: a semanas de la nueva presentación al Congreso del nuevo proyecto para la interrupción del embarazo.
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El denominado «pañuelazo» que se hizo durante los días anteriores para reclamar el tratamiento parlamentario demostró la masividad que cobró un reclamo que se viene gestando desde hace años y también que el tabú finalmente comenzó a resquebrajarse
Si bien esto sucedió por séptima vez, en esta oportunidad hubo algo distinto. El denominado «pañuelazo» que se hizo durante los días anteriores para reclamar el tratamiento parlamentario demostró la masividad que cobró un reclamo que se viene gestando desde hace años y también que el tabú finalmente comenzó a resquebrajarse. El pañuelo verde, símbolo de la campaña, inundó las calles y se continúa reproduciendo, atado en las mochilas y a los cuerpos. En este sentido fue notable la presencia de las generaciones más jóvenes que también estuvieron presentes para demandar el derecho integral a una salud sexual y reproductiva.
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Alcanzar lugares anteriormente vedados y ganar, de a poco, una voz para hablar desde el propio movimiento de mujeres, es resultado de años de lucha y de una acumulación de consciencias que se fue expandiendo con el trabajo activo del feminismo. Mostró el camino recorrido pero también todo los obstáculos que aún faltan sortear: la necesidad de ejercitar el debate desde todos los ámbitos para evitar su banalización y tomar plena consciencia de la complejidad de un problema con raíces culturales. Los últimos meses demostraron así un cambio de paradigma urgente para el contexto en el que vivimos y la necesidad de continuar articulando espacios para que la búsqueda de igualdad de género tenga la centralidad necesaria.