Reseñas Caprichosas – «No cuentes pesadillas en ayunas» de Pamela Terlizzi Prina: lo personal y el género

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En los poemas que integran No cuentes pesadillas en ayunas (Santos Locos, 2018) de Pamela Terlizzi Prina se puede encontrar una lírica cruda, donde lo personal y lo público entran en constante cruce y el género es visto desde una mirada audaz y punzante. Creando un clima particularmente espeso en cada poema, los versos de la autora impactan al lector tanto con la puntualidad de las imágenes como con su tono.



Sobre la autora

Pamela Terlizzi PrinaPamela Terlizzi Prina nació en la provincia de Buenos Aires en 1980. Es abogada y grafóloga forense. Es Autora de Estado de espesura (Ediciones Ruinas Circulares, 2012) y Doce dientes (Textos Intrusos, 2013). Participó de distintas antologías y recibió premios nacionales e internacionales  como el VII Concurso Bonaventuariano de Cuento Breve y Poesía (Colombia) y el Certamen Internacional de Ficción Erótica de Editorial Argot (España). Es curadora y gestora cultural en la coordinación del ciclo de arte Siga al Conejo Blanco.

(Leer nota relacionada: Editoriales Independientes #2 – Santos Locos: “Lo difícil es perdurar y eso es a lo que apuntamos”)


Lo personal y el género

La poesía puede generar empatía y extrañeza al mismo tiempo, como esos comentarios que no se sabe si son un alago o un insulto. Eso puede verse reflejado en la poesía de Pamela Terlizzi Prina y su libro No cuentes pesadillas en ayunas (Santos Locos, 2018), donde lo que se dice refleja el cruce entre lo personal y lo público, con la cuestión de género siempre rondando gran parte de los poemas.

«Era de noche/ como ahora/ y yo tan burda/ nada más dormía», puede leerse en el primer poema. Ese tono oscuro, acompañado de una descripción de un acto tan cotidiano y masivo como dormir, el cual se  vive como un reproche, va a ser una constante a lo largo del libro. En este poemario, una realidad hiriente va a encontrarse con un cuerpo tan lastimado como acostumbrado a una vida que nunca se conforma del todo.

Un par de hojas más adelante, se ve aún más nítido ese cruce entre lo personal y lo masivo cuando se afirma: «Heredo un insomnio». Incluso, queda más claro en el siguiente fragmento: «Me digo que está bien, que es tiempo, que tengo que cambiarle los cristales a los anteojos, que están tan rayados, que por eso debo ver nublado».




Una de las particularidades de la poesía de Pamela Terlizzi Prina es la de crear un ambiente propio en cada poema, cargándolo de una densidad que genera ese efecto doble en el lector al que hacíamos referencia en el principio: la empatía y la incomodidad. Leer estos poemas ayuda a ver el presente de otra manera, muy lejos de esa imagen que uno quiere adjudicarle. Escribe la autora: «Los hombres se van a la guerra/ al casino/ al campo/ al almacén de ramos generales/ a una casa de citas/ a morir mejor/ a vivir mejor./ Y todos dejan olor a pólvora». O también: «Estoy entrenada. Voy a ganar otra vez./ Es como aguantar las manos/ del viejo de al lado».

Producido en una época donde las mujeres alzan la voz y demuestran al mundo la falsedad de los preconceptos que levantaron a esta endeble sociedad, No cuentes pesadillas en ayunas sirve para inquietar, para corromper y para visibilizar lo que muchos intentan no ver. Si bien puede parecer que «no hace falta más luz que la de la heladera», siempre nuestras ventanas están llenas «de techos de otros». En otras palabras, los poemas de Terlizzi Prina demuestran que desde la experiencia personal, se puede evidenciar que la tragedia es grupal.



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