El golpe cívico militar en Argentina dejó secuelas en los distintos terrenos que componen a una sociedad, incluyendo a la cultura. Durante los años de terror que se vivían en el país, muchas obras fueron censuradas y sacadas de circulación, dejándolas prácticamente inalcanzables para la población, quienes debían intentar obtener y leer dichos libros de manera clandestina. A continuación, repasamos cinco libros argentinos prohibidos por la dictadura de 1976.
1 – Mascaró – El cazador americano – Haroldo Conti
Además de detener y desaparecer ilegalmente al escritor Haroldo Conti, el golpe cívico militar también prohibió la circulación de su obra durante los años de la dictadura. La Junta comandada por Videla ordenó el secuestro de los ejemplares de «Mascaró – El cazador americano» (Editorial Crisis, 1975) por considerar que «pone de manifiesto por su contenido e intencionalidad, tendencias disociantes y metodologías de reclutamiento para la acción de la subversión armada».
El mismo camino siguieron libros como El Marxismo Leninismo doctrina viva y eficiente, porque podía provocar «conductas atentatorias a la armonía» y Los dignos. Conti es, sin dudas, uno de los escritores referentes en materia de la resistencia contra la dictadura militar, quizás junto a Rodolfo Walsh y Francisco «Paco» Urondo en el podio de los casos más reconocidos. En esta, su última novela, puede encontrarse una historia fantástica a fuerza de tan real, un juego de luces y sombras, una forma de evadir la censura que no pudo ser, una forma de mostrar la realidad que tantos pretendían ocultar.
2 – Ganarse la muerte – Griselda Gambaro
Publicada a mediados de 1976, con el régimen militar en todo su oscuro esplendor, esta novela de la escritora Griselda Gambaro no correría mejor suerte . Ganarse la muerte (Ediciones de la Flor, 1976) comenzaba con un breve preludio, más que provocador: “El nuevo ser”, dice la novela, “¡qué maravilla! Y la pregunta: ¿será torturado o torturador? Nacen juntos, gritan al mismo tiempo. Después, el grito sólo será de uno, ¡qué maravilla!”. Un año después de su aparición, la escritora tuvo que recurrir al exilio como tantos otros autores e intelectuales.
Tal como reseña La Izquierda Diario, el libro de Gambaro exponía la violencia que se vivía de manera cotidiana desde 1975 con el gobierno de Isabel Perón, la cual se recrudeció desde la llegada del golpe. Sin embargo, ese panorama desalentador se pretendía mantenerlo invisible, inexistente, en el terreno cultural y artístico. El libro de Gambaro cuenta con toques de humor (negro) e incluye la figura de un militar que se muere en un ágape por un sándwich –que come “marcialmente”, “de un bocado”, y que le cae “como una bomba en el estómago”–, al grito de “¡Viva la patria!”. Esas combinaciones hicieron que se trate de uno de los libros argentinos prohibidos por la dictadura.
3 – El beso de la mujer araña – Manuel Puig
Publicada en agosto de 1976, en los meses de mayor violencia e intensidad por parte de la cúpula militar y sus cómplices civiles, sale a la luz este libro desafiante y provocador, característico de la literatura de Manuel Puig. Mientras la fama del autor argentino a nivel internacional iba en aumento, sus libros no lograban circular normalmente en el país a causa de dos cuestiones: la censura de la dictadura y el recelo por el que era mirad por la crítica argentina.
Una cárcel, dos convivientes: un homosexual, un militante revolucionario y un Estado que se organiza en torno al disciplinamiento ideológico de los cuerpos. Ese era el cóctel explosivo que el libro traía para esa época y que, a pesar del paso del tiempo, sigue siendo totalmente fresco y actual, conservando su vigencia en la literatura argentina contemporánea. Valentín y Molina, los protagonistas de la novela, transcurren prisioneros y comienzan a interpelarse desde sus subjetividades. Con referencias a movimientos políticos como el feminismo y a producciones culturales como las películas clases B, la dictadura no tardó en trabar la circulación de este libro, algo que recién se solucionaría con la llegada de la democracia.
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4 – Jacinto – Graciela Cabal
Era el año 1977 y ya hacía tiempo que la escritora trabajaba en el Centro Editor de América Latina (CEAL), en donde fue Secretaria de Redacción de numerosas colecciones. Así nació Jacinto, la historia de una chica y su amigo imaginario, prohibida en varias provincias del país durante la dictadura cívico-militar y reeditada después de dos décadas como parte de la colección Pan Flauta de Editorial Sudamericana.
Este caso demuestra que la censura afectó a todos los niveles de la literatura, y basta con recordar los casos más célebres como María Elena Walsh o Elsa Bornemman y su célebre libro Un elefante ocupa mucho espacio. No es para sorprenderse, ya que se trata del mismo gobierno de facto que divulgaba manuales para «reconocer» compañeros o alumnos subversivos en los colegios. La autora para niños y adultos, Graciela Cabal, hará su carrera con temas que no eran comunes entre los cuentos infantiles como la pobreza, la muerte y la discriminación. Con un humor ingenioso y creativo, logró recuperar aristas del universo literario que se consideraban tabúes.
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5 – Queremos tanto a Glenda – Julio Cortázar
Julio Cortázar, Uno de los escritores que más trabajó desde el exterior en contra de la dictadura cívico militar. Si bien el autor residía desde la década de los 50’s en París, su nombre figuró en la lista de exiliados ya que le era imposible su regreso. Sus libros, que contaban con gran fama en el extranjero, circulaban con dificultad desde 1975, llevando a que directamente muchos no sean editados en su propio país.
Tal es el caso de Queremos tanto a Glenda (1980), en donde Cortázar se mueve como pez en el agua en su género favorito: el cuento. Utilizando la literatura como herramienta de denuncia, cuentos como «Graffitti», «Clone» y «Recortes de Prensa» no podían superar al ojo censurador de la época. Además, el propio escritor figuraba en la lista negra formulada por los militares y civiles al poder. Entre los libros argentinos prohibidos por la dictadura también figurarán otros de Cortázar como El libro de Manuel (1974), Alguien anda por ahí (1977) y Deshoras (1982). La experiencia personal y su punto de vista ante la censura cultural en Argentina, se puede rastrear en profundidad en el libro Argentina, años de alambradas culturales publicado de manera póstuma en 1984, meses después de su muerte.
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