Los relatos que integran La piedra hueca (Borde editora, 2017), de Juan Mannino, se internan en los caminos de un pueblo y tocan la puerta a la casa de sus habitantes para mostrar escenas que irrumpen en la tranquilidad de sus días. Entrecruzando historias y personajes, los once cuentos conviven de forma armoniosa al interior de un libro que enfrentará a los lectores con la sorpresa de lo inesperado.
Sobre el autor
Juan Mannino nació en la provincia de Córdoba, en 1985. Es escritor, docente y músico. En 2014 publicó Golpe de Agua, por Editorial Recovecos. Su relato «Los malvivientes» obtuvo el quinto premio en el concurso «Joaquín V. González», y con «Luz de amor eterna» resultó entre los ganadores del XIII Concurso de Cuentos Infantiles Sin Fronteras de Otxarkoaga de Bilbao, España.
Enfrentar lo inesperado
Hasta los lugares más apacibles pueden esconder secretos y situaciones perturbadoras. Los once relatos que componen La piedra hueca (Borde perdido editora, 2017), de Juan Mannino, siguen de cerca la vida de un pueblo y se detienen en los momentos justos en que la tranquilidad es interrumpida para dar lugar a escenas que incluso pueden rozar lo escalofriante.
Juegos infantiles más peligrosos de lo que parecen, una carrera de caballos que no sale como se esperaba, una criatura extraña que mantiene en vilo a todos los vecinos, son solo algunas de las historias que se pueden encontrar en un libro donde se demuestra que hasta lo más cotidiano puede ponerse de cabeza en tan solo un segundo. La acción se intercala con descripciones que ayudan a recrear costumbres y lógicas para luego romperlas, una vez que el lector está inmerso en los recovecos de la vida campestre.
A través de una narración en la que la temporalidad se desdobla par dar lugar a idas y vueltas inesperadas, los personajes se entrecruzan en historias que por momentos pueden leerse como parte de una misma unidad. Las diferentes voces, incluyendo la perspectiva infantil desde la que están contados muchos de los relatos, logran una personalidad propia, sin que eso les impida convivir de forma armoniosa a lo largo del libro. Además, los límites entre lo real y lo fantástico son porosos: se desdibujan y parecen develar una presencia oculta en el corazón del pueblo, agazapada debajo de las superficies y dispuesta a transformar lo que se creía monótono.
Como dice Gustavo Oña en la contratapa «los huecos arman un laberinto peligroso«. Es en su interior en donde el lector asiste a un momento singular que puede cambiarlo todo y, también, donde se encontrará con una sensación de extrañeza, de algo que se orquesta mucho más allá de lo que podrá descubrir.