En el marco de un nuevo aniversario del golpe cívico-militar, es necesario poblar nuevamente las calles de todo el país. A 42 años del 24 de marzo de 1976 y ante la persistencia de la impunidad, la represión y la exclusión en democracia, es necesario seguir luchando. Frente a las secuelas de un genocidio que sigue imperando, la movilización debe marcar un camino para continuar en una lucha histórica: la lucha contra la desigualdad. (Foto de portada: Archivo Hasenberg-Quaretti)
Impunidad genocida
En el marco de un nuevo 24 de marzo en el calendario, se vive un contexto de impunidad. Por un lado, los retrocesos en los procesos judiciales que juzgan los delitos de lesa humanidad se dan en paralelo a condenas realmente históricas como lo fueron las del Operativo Independencia o la Megacausa ESMA. Sin embargo, los genocidas que reciben las penas -y quienes no son absueltos impunemente- son beneficiados con prisiones domiciliaras, unificación de las penas y libertades condicionales. Esto se da con un claro aumento desde el 2015 hasta la fecha según la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad del Ministerio Público Fiscal.
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Esta impunidad que gozan los represores se mantiene a pesar de la persistencia en su pacto de silencio y el ocultamiento sobre el destino de los miles de desaparecidos y los más de 300 jóvenes que fueron apropiados, y aún falta encontrar, que solo se ve quebrada en pequeñas escalas y gracias a la condena social. Estos genocidas gozan de estos beneficios cuando ellos secuestraron, detuvieron, vejaron, torturaron, violaron y exterminaron con total crueldad y conciencia de lo que hacían.
Sumado a esto, el genocidio no podría haber sido de tal forma sino hubiese sido por su fuerte componente cívico, entre ellos, empresarios, dueños de medios de comunicación, sectores eclesiásticos, políticos y miembros del Poder Judicial. Esta pata cívica se ve replicado fuertemente en los miembros del actual gobierno nacional y sus familias, siendo Nicolás Massot, sobrino de Vicente Massot cómplice y partícipe de la dictadura, un ejemplo claro de esto. Esto también se da en relación a los empresarios que se vieron fuertemente beneficiados con el modelo económico como lo es la familia Macri.
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Además, y fundamentalmente, la implantación del modelo económico neoliberal se ve profundizado en estos tiempos. Durante la dictadura cívico-militar se trabajó por achicar el Estado y dar paso al libre mercado, al endeudamiento y a la especulación. También, se comenzó un fuerte proceso de desindustrialización, retrocediendo los logros de varias décadas de fomento a la (mediana) industria.
Este tipo de acumulación capitalista, mediante un modelo financiero de la economía, generó pobreza, exclusión y miseria en los sectores populares y en las grandes masas de la población, mientras que los sectores más poderosos se enriquecieron formidablemente, entre ellos, el sector cívico cómplice del genocidio. Las consecuencias de esta modificación en la matriz económica del país persisten hasta la actualidad, además de que es el mismo modelo que se ve profundizado en este nuevo contexto social y político.
A esta impunidad de quienes orquestaron el genocidio (militares, responsables civiles y políticos que llevaron adelante estas políticas económicas), en este nuevo 24 de marzo también se viven momentos de persistencia y profundización de la represión a la militancia organizada y sobre los jóvenes vulnerables. Esta impunidad sumada al avance de la represión es un combo que permite que la exclusión, la desigualdad y la miseria sean cada vez más cotidianas en una sociedad que aún sigue viviendo las secuelas del genocidio.
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Resistencia en las calles
Esta semana se cumple un nuevo aniversario de la dictadura cívico-militar que persiguió, secuestró, desapareció y exterminó a miles de personas. Una generación de lucha fue diezmada con el objetivo de implantar un modelo económico neoliberal y financiero. A 42 años de la implementación de un genocidio que sigue golpeando fuerte, las calles siguen siendo del pueblo.
La dictadura cívico militar fue enfrentada, también, por la resistencia social. Esa sociedad que exigió su fin y el pedido interminable por verdad, memoria y justicia. Un pueblo que reclamó el fin del silencio frente al olvido y la impunidad. Así surgieron múltiples organismos que lucharon contra las secuelas del genocidio en el presente: Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Politicas, son las organizaciones visibles de un proceso de resistencia social histórica.
Ese camino iniciado por múltiples militantes en la historia del país se sigue transmitiendo históricamente en un pueblo que no calla ante la injusticia ni la impunidad que se vive en la actualidad. Frente a todo este contexto de retrocesos pero también de un pueblo que se seguirá levantando para señalar los límites a un poder avasallador, este 24 de marzo, y todas las veces que sean necesarias, la resistencia se seguirá viviendo en las calles para luchar contra la opresión, la injusticia y la desigualdad que el genocidio intentó imponer mediante la sangre.