Los poemas de Zoosías (Peces de la Ciudad, 2017), de Daniel Amiano, conducen al lector por un catálogo de personajes en los que el instinto y el raciocinio se mezclan, desnudando sensaciones profundas que parecen espiarse desde el otro lado de una ventana. Con un estilo directo y por momentos filoso, el autor extrae a la superficie pensamientos ocultos en la marginalidad.
Sobre el autor
Daniel Amiano nació en Caseros, provincia de Buenos Aires, en 1963. Es poeta, hacedor de canciones y cantor. También ejerció el periodismo cultural. Sus últimos libros publicados son La idiotez pura (La Almohada, 2002) y Memorias de un santo (En Danza, 2007). Como músico, editó Vértigo Colectivo vol 1 y 2 y Equilibrio, con «Les inestables».
Lo salvaje en la ciudad
Las relaciones entre la naturaleza y la cultura han sido objeto de cuestionamientos en numerosos campos, y la literatura no es la excepción. Zoosías (Peces de la Ciudad, 2017), de Daniel Amiano, camina por esa frontera difusa en la que lo instintivo y lo racional se mezclan para dar lugar a una serie de personajes que retratan aquello que se encuentra escondido en los rincones de la ciudad.
“El Tigre de Bengala lamenta/ que su generación se haya ido a pique./ Lleva una mancha de whisky/ en el gabán./ La debilidad de recordar/ lo llena de vergüenza”. Así, atravesando los barrios porteños, los poemas describen escenas donde las personas toman características animales y viceversa, creando un juego de identificaciones que explota ciertos rasgos populares de lo salvaje sin caer en estereotipos. Por ejemplo, se puede leer también: “El Ciervo no nació para vivir/ en sociedad./Moverse con su cornamenta en el subte,/subir al colectivo con esa injusticia en la sesera, lo hace sospechar del otro, de esos que miran como si/ debieran pedir perdón”.
Intercalando puntos de vista, el poemario va pasando de la primera persona al observador externo, una suerte de transeúnte que deambula por las calles y espía lo que sucede detrás de una ventana, capturando el momento justo en el que la soledad desnuda la vida interior de los personajes. De esta forma, se encuentran fragmentos como: “Da vueltas, dobla/ otra vez el cuerpo, su salario,/ hacia los restos de una realidad/ que se pudre/ y sin embargo/ hace equilibrio”. A su vez, el recorrido por la ciudad sirve de excusa para hacer foco en los contextos que hacen de escenario a cada situación: «En Buenos Aires ya no hay pájaros./Entre la ambición y el desamparo/ crecen edificios multicolores,/amplias suites, pesados cortinados».
Jugando con los términos de una alucinación visual, Zoosías funciona como un espejo que devuelve una imagen particular de sus personajes, extrayendo los instintos profundos que movilizan sensaciones y pensamientos: en definitiva, un catálogo que descubre la animalidad latente en la vida cotidiana.