El poemario Hielo incandescente (Caleta Olivia, 2017) de Verónica Pérez Arango propone una historia contada en partes, donde el infinito espacio interior y el exterior dialogan con una delicadeza punzante a lo largo del libro. Entre el cielo y la tierra, así como entre dos personas, hay un sin fin de cosas que pueden habitar en el medio, y la poesía de la autora da cuenta de eso.
Sobre la autora
Verónica Pérez Arango nació en Buenos Aires en 1976. Publicó Camping (Vox, 2010), Un dibujo del mundo (El Ojo del Mármol, 2014/ Ediciones Liliputienses, España, 2015) y La vida en los techos (Colectivo semilla, 2016). Además, participó de diferentes antologías.
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El infinito espacio interior
«Infinito» es una palabra que se inventó para hablar de todo aquello que no se puede contabilizar de manera exacta, pero también aplicaría para eso que no se termina de comprender a pesar de vivirlo de forma cercana. Ese sin fin de sentidos que se despiertan a diario, aparecen presentes en el poemario Hielo incandescente (Caleta Olivia, 2017) de Verónica Pérez Arango, donde el infinito no solo es el espacio exterior, sino también el espacio interior.
«Estar cerca de otro no siempre da tranquilidad, y eso todos lo saben«, escribe la autora, dando cuenta de que el abanico de sentimientos que se despliegan dentro de una persona escapan a las mediciones racionales. En otro fragmento, se puede leer: «El cielo y la tierra/ unidos/ por el hilo/ invisible/ del destino». Esa amplitud espacial dialoga con lo íntimo, lo personal, lo secreto, y es una constante en Hielo incandescente. Como si se ajustara un telescopio, se puede pasar de ver el cosmos al brillo de una televisión encendida aunque nadie la esté mirando.
A lo largo del libro se relata la historia de dos personas distanciadas por miles de kilómetros: un hombre que va a dar el salto más alto de la historia y una mujer que parece estar preparada para hacer lo mismo, pero en su vida personal. Dando cuenta de ese zoom que se acerca y se aleja, las descripciones de Pérez Arango son precisas, con un filo particular: «Las montañas plateadas/ que se forman/ con la tela espacial/ van a esconder/ las espesas lagunas/ de mis ojos»; o también: «La Vía Láctea/ de principio a fin/ y las estrellas se encenderán/ una a una/ adentro mío».
El lector no queda inmune después de leer los poemas de Hielo incandescente, ya que a partir de ese hilo invisible que conecta a los poemas para narrar la historia de estas dos personas alejadas por infinitos pasos y sentimientos, hay otro entramado más discreto aún que invita a reflexionar sobre todo aquello que trabaja dentro de uno a la hora del afecto. Así como al principio del libro se puede leer la pregunta «¿Cómo se llama esa parte del cielo/ donde no llegan los colores?», este libro de Verónica Pérez Aranco ayuda a pensar cómo nombrar esas partes internas que no sienten ningún vínculo y, a su vez, cómo conviven con aquellas acostumbradas a convivir con un infinito de sentimientos.