El Diario Clarín publicó una nueva columna que intenta definir a la mujer y al feminismo con frases que reducen la complejidad de un movimiento que lucha por los derechos de todas. «Feminista Alterada no es Copada», un artículo que desde el inicio intenta señalar lo que una feminista debe o no ser para ser copada. A esa esquematización absurda, desde La Primera Piedra respondemos en la siguiente nota.
Una Feminista ve el mundo desde una perspectiva de género integral y se aterroriza cuando columnistas/clarinetistas intentan definir su lucha como una “salvajada”. Una Feminista dispone de nuevos esquemas que, a modo de radar, advierten sobre la violencia machista en los terrenos menos pensados; no necesita “embarrarla”. Una Feminista no “ensucia ninguna cancha” pero celebra la metáfora futbolística; las canalladas sólo llegan desde aquellas plumas que pretenden ser voz de las “no-representadas” y terminan siendo un eco del patriarcado.
Una Feminista no es “arriada”; es acompañada en la lucha codo a codo por millones de mujeres y hombres. Una Feminista no necesita insultar bajo el anonimato cuando su mejor herramienta de lucha son las columnas firmadas por prestigiosos periodistas en los medios hegemónicos. Una Feminista crea discurso; los únicos loros parecen ser los hijos del patriarcado, quienes repiten hace siglos esquemas que no les pertenecen. Una Feminista se guía por el deseo y no por estatutos.
Una Feminista siente la obligación de responder a la infamia; la prepotencia se hallará en las páginas de los diarios más leídos. Una Feminista es sólo eso: una feminista y ya. Una Feminista no piensa en términos de guerra y paz, sino de amor, lucha, solidaridad y sororidad. Una Feminista respeta las distintas perspectivas y huye de quienes confunden su convicción con un estado de “alteración”. Una Feminista se vale de la ironía y la sutileza para derribar los mitos; el ofuscamiento se esconde entre las páginas de quienes aspiran a ser “el gran diario argentino”.
Una Feminista pone permanentemente las viejas ideas y el sentido común en tensión. Una Feminista reivindica su condición de mujer y prefiere divorciarse de los cánones tradicionales que le dicen cómo debe ser eso. Una Feminista puede raparse, depilarse, maquillarse o salir al mundo a cara lavada; ninguna de esas cosas la define o la anula como feminista. Una Feminista practica el “una para todas y todas para una”.
Una Feminista intenta derribar los estereotipos que crecen en aquellas columnas de opinión que asocian el feminismo a una lucha “anti-hombres” de mujeres con cabezas rapadas. En el diccionario de una Feminista no aparece la palabra “retroceso”; lo único que atrasa son las opiniones de los periodistas que intentan explicar cómo ser una feminista “copada” en el siglo XXI. Una Feminista lucha para que todo el mundo lo sea. Una Feminista no hace listas porque el movimiento jamás se reserva el derecho de admisión.
Una Feminista lucha cada día por erradicar el término “feminazi”, que no es otra cosa más que el último escudo del patriarcado. Una Feminista crece en su catarsis después de siglos de enmudecimiento; no hay derrape. Una Feminista recibe amablemente los besos amargos enviados por los columnistas de opinión, y se ríe un poco del reduccionismo en el que caen al definir una lucha tan compleja y exhaustiva como una simple dicotomía caricaturesca entre Feminista Copada y Feminista Alterada.
Aquí sólo hay Feministas y punto. Amamos nuestro género y tampoco queremos abusos. Utilizar la bandera del Ni Una Menos para alimentar los esquemas que contribuyen a que las cifras de femicidios, abusos y acosos sean cada día más elevadas es —por lo pronto— un descaro.