En la última semana el debate sobre el feminismo ocupó la pantalla chica de la mano de uno de los espacios más inesperados: Intrusos, el programa conducido por Jorge Rial y emitido por canal América. Después de casi un mes de declaraciones y denuncias contra personajes de la esfera pública, se abrió la posibilidad de instalar una visión crítica sobre el tema a contramano de la estigmatización que suele pesar sobre los movimientos de mujeres en el ámbito mediático.
La temporada de verano trajo un acontecimiento casi impensable en la pantalla chica argentina: la irrupción del debate sobre el feminismo. El efecto multiplicador que tuvieron varias denuncias contra personajes de la farándula desplazó por algunos días los tradicionales segmentos sobre chimentos y espectáculos teatrales. Frases como las de Facundo Arana, Cacho Castaña y Roberto Pettinato demostraron, una vez más, el machismo enquistado en lo más profundo de la cultura y otras, como la de Araceli Gónzalez, el desconocimiento y el estigma que recae sobre un movimiento urgente y necesario.
La discusión alrededor de lo que se perfila como un cambio de época tuvo así lugar en el ámbito mediático, pero no en los diarios o noticieros de mayor circulación, sino en uno de los espacios más inesperados: Intrusos, el programa conducido por Jorge Rial y emitido por canal América.
La discusión alrededor de lo que se perfila como un cambio de época tuvo así lugar en el ámbito mediático, pero no en los diarios o noticieros de mayor circulación, sino en uno de los espacios más inesperados: Intrusos, el programa conducido por Jorge Rial y emitido por canal América. Durante varios días, referentes de distintos ámbitos llegaron al piso para dar voz a la temática: la politóloga e integrante de Economía Femini(s)ta Florencia Freijo, la actriz y comediante Malena Pichot, la conductora de radio Julia Mengolini, la periodista Luciana Peker y, más recientemente, la actriz y comediante María Virginia Godoy, popularmente conocida como «Señorita Bimbo».
El feminismo no es nuevo: en Argentina lleva décadas de lucha y militancia activa en las calles. Sin embargo, luego de la marcha por Ni Una Menos, el 3 de junio de 2015, alcanzó una masividad que tomó a muchos por sorpresa. Se coló en la televisión y en los diarios, lo que no necesariamente implicó un tratamiento responsable a la hora de dar cobertura periodística a la violencia de género. Para algunos, apareció como un fenómeno inentendible y amenazante: la presencia miles de mujeres reclamando por derechos y denunciando lo que hasta hace poco tiempo se encontraba totalmente naturalizado descolocó el tablero.
Para algunos, el feminismo apareció como un fenómeno inentendible y amenazante: miles de mujeres reclamando por derechos y denunciando lo que hasta hace poco tiempo se encontraba totalmente naturalizado descolocó el tablero.
Se resquebrajó el silencio y se dejó en claro que ya no serían permitidos los abusos, ni tampoco ninguna clase de pronunciamiento que reafirmara las raíces de la cultura machista. Y es que el feminismo también implica desandar todo lo aprendido, incluyendo las bases mismas del discurso. Al interior de la farándula, se convirtió en una novedad que aceitó polémicas. De la denuncia por acoso de Calu Rivero a Juan Darthés se pasó a los dichos de Facundo Arana sobre la maternidad, las declaraciones de Muriel Santa Ana sobre el aborto, los repudiables comentarios de Cacho Castaña sobre la violación, la posición de Araceli Gónzalez respecto al feminismo y las afirmaciones de Roberto Pettinato, que dieron lugar a una serie de denuncias en su contra.
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¿Qué pasa que ahora se está hablando de lo que antes ni se mencionaba? Rial dio entonces un paso hacia lo que muchos se resisten: cedió un lugar a las mujeres para concientizar acerca de la lucha feminista y la visibilización de las violencias en el programa de espectáculos de mayor rating televisivo. Entre el ruido y la desinformación, Intrusos abrió la posibilidad de instalar el debate en un espacio que hasta el momento se encontraba prácticamente vedado y de desterrar los lugares comunes que estigmatizan al feminismo sin solución de continuidad. Se calcula que alrededor de medio millón de personas vio cada emisión: la discusión se filtró al ámbito doméstico, allí donde la palabra “patriarcado” se presenta como un término lejano y a veces desconocido.
En un contexto en el que el término «feminismo» parece seguir siendo motivo de rechazo e indignación – a tal punto de que muchos buscan despegarse a toda costa de la palabra – haber conseguido voz en la pantalla chica es, sin dudas, un fenómeno destacable.
En un contexto en el que el término «feminismo» parece seguir siendo motivo de rechazo e indignación – a tal punto de que muchos buscan despegarse a toda costa de la palabra – haber conseguido voz en la pantalla chica es, sin dudas, un fenómeno destacable. Representa, finalmente, una oportunidad para hablar desde el interior del movimiento de mujeres y alcanzar audiencias que quizás no se encuentran familiarizadas con la esencia de la lucha. En este sentido, la cultura popular es un escalón fundamental, que así como moldea el sentido común, tiene también el poder de aportar lo suyo para desnaturalizarlo. Y qué mejor camino para hacerlo que cuidando del debate, evitando su banalización y brindando información y datos concretos que tantas veces fueron – y aún són – eludidos por el periodismo masivo.
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Ayer, después de que Bimbo hablara de aborto en el programa, la palabra «Misoprostol», se convirtió en una de las más buscadas en Google. El misoprostol es un medicamento comúnmente para uso gástrico, y uno de los métodos recomendados por la Organización Mundial de la Salud para interrumpir un embarazo. La caja de 16 unidades supera los 2500 pesos y aún así, muchas farmacias se niegan a venderlo a las mujeres o exigen requisitos innecesarios e ilegales como una constancia de que quien lo compre no esté embarazada. Muchas ni siquiera conocen que es una opción. El tabú moral que aún pesa sobre el aborto lleva a un circuito de desinformación peligroso, que mantiene a las mujeres en la oscuridad cuando se trata de conocer sus derechos.
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El tabú moral que aún pesa sobre el aborto lleva a un circuito de desinformación peligroso, que mantiene a las mujeres en la oscuridad cuando se trata de conocer sus derechos.
Ejercitar la discusión sobre una problemática tan compleja como es la violencia de género es así un paso necesario y urgente para tomar plena consciencia sobre las desigualdades presentes en la sociedad. La televisión se presenta de este modo como un espacio propicio para plantar la semilla de un camino irreversible que el feminismo empezó hace rato y que, de a poco, está dando sus frutos. Que las mujeres tengan posibilidad de dar voz a estas discusiones en la esfera pública es un síntoma de época que ahora debe ser capitalizado, para arrancar de raíz los planteos que deslegitiman al feminismo y dar a la búsqueda de justicia e igualdad de género la centralidad que se merece.
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