Siempre que se acerca el 14 de febrero, la idea del amor romántico gana cada vez más peso. Sin embargo, no todo es color de rosas ni flores que duran una semana, y la literatura bien sabe de eso. A partir de autoras mujeres, género siempre asociado al romance idílico, proponemos 5 poemas de amor alternativos que ayudan a deconstruir el romanticismo que impregna todo en las vísperas a San Valentín.
Por Gustavo Yuste y Tamara Grosso*
Sín título – Marina Tsvietáieva
Me gusta saber que no estás loco por mí
y que yo no estoy loca por vos,
que el pesado globo terrestre
no se derrumbará bajo nuestro pies.
Me gusta que pueda ser ridícula y desenfrenada
sin temerle a las palabras,
que no tenga que sonrojarme
cuando se rocen nuestras manos.
Me gusta que puedas abrazar
a otra mujer delante de mí
y que no me mandes al infierno
por besarme con otro.
Y que no me llames cariñosamente
en la noche ni en el día.
Y que nunca, en el silencio de una iglesia,
nos cantarán el Aleluya.
Con la mano en el corazón te doy las gracias
por amarme tanto sin saberlo siquiera,
por mis noches tranquilas,
por los escasos encuentros
y los no paseos bajo la luna,
por el sol que no existe encima de nosotros,
por no estar loco por mí,
por no estar yo loca por vos.
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«En qué alacena de qué cocina» – Cecilia Pavón
Vengo a las fiestas pero hace mucho que no puedo bailar.
Hoy por la tarde estuve maravillada.
El balcón está pitado de blanco
y no fue magia,
fueron los hombres del mundo que lo hicieron.
¿Por qué valen tan poco mis palabras?
quisiera que valieran oro,
pero son gratis como la respiración,
escritas con birome roja son gratis
como la sangre.
De todas maneras la tarde parece bendita,
cuando salgo miro parejas.
Al regresar,
el piso está lleno de polvo,
la ventana quedó abierta
y estábamos cerca de un temporal.
No hay arena en Buenos Aires,
aunque en mi casa sí.
Tengo cuatro mensajes en el contestador:
dos son de niños,
uno es de mujer,
otro es de hombre.
Hoy, la felicidad se despliega como un vuelo
sentada en un rincón
parada,
miranda a la nada
mirando a la pared.
Alguien viene a recibir su porción de amor.
¿Dónde está la mía?
¿Guardada en qué alacena de qué cocina
está mi poción de amor?
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Sin título – Westonia Murray
En dos horas Maia se va a levantar
Cierro el cuaderno y vuelvo a la cama
Dos mujeres se despiertan juntas
El mundo sabe lo que costó.
(Reseñas Caprichosas – “Biografía en los saquitos de té” de Westonia Murray: un secreto que se suelta)
Yo nunca me quebré – Malén Denis
perdón si no fueron suficientes mis limitaciones
quizás fue el último tiempo que pensé
no quiero caer en el lugar común
hablar de disneylandia
carencias en gran parte inventadas
me pasaron otras cosas
uno es tan específico que se lo olvida
miramos a los demás como si fueran comunes
¿pero qué significa? eso, ¿qué significa?
ahí nos perdimos y yo nunca me quebré
con el brazo torcido incluso, por detrás
de mi espalda, insistí hasta el final,
mirar al otro para sentir al otro,
extraer del otro una verdad.
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Sin título – Hilda Hilst
Las cosas no existen.
Lo que existe es la idea
melancólica y suave
que nos hacemos de las cosas.
El escritorio está hecho de amor
y de sumisión.
Sin embargo,
nadie lo ve
como yo lo veo.
Para los hombres
está hecho de madera
y cubierto de tinta.
Para mí también
pero la madera
sólo le protege el interior
y el interior es humano.
Los libros son criaturas.
Cada página un año de vida,
cada lectura un poco de alegría
y esta alegría
es igual al consuelo de los hombres
cuando estamos inquietos
en respuesta a sus inquietudes.
Las cosas no existen.
La idea, sí.
La idea es infinita
igual que los sueños de los niños.
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