Los cuentos que conforman Solitarios y manadas (Borde perdido editora, 2017) de Maximiliano Castro ayudan a reflexionar sobre el trayecto como relato y, a su vez, como parte intrínseca del ser humano. Con una amplitud de registros y géneros, el autor cordobés se muestra sólido y ágil a la hora de encarar distintos relatos que van desde la más pura ciencia ficción al realismo.
Sobre el autor
Maximiliano Castro nació en Río Cuarto, Córdoba, en 1982. Escribió la novela experimental Urdir el pájaro, la nouvelle Crepúsculo de Eugenio Blandes y el poemario Unas hojas sueltas, todas inéditas. Solitarios y manadas es su primer libro publicado.
El trayecto como relato
Los nueves cuentos que componen Solitarios y manadas (Borde perdido editora, 2017), de Maximiliano Castro, muestran una amplitud tanto de registros como de géneros, demostrando la versatilidad del autor a la hora de encarar una historia. Sin embargo, se puede pensar el libro bajo un hilo conductor: el trayecto como una parte fundamental de la literatura y, al mismo tiempo, del propio ser humano.
Señala Luciano Lamberti en el prólogo: «Todo libro se recorre como un viaje por la mente siempre enigmática del escritor, sus vericuetos, sus extrañas soluciones». Esas soluciones que plantea Castro a lo largo de los relatos que integran este libro son impredecibles pero con el aspecto de parecer fríamente calculadas. Un claro ejemplo es el manejo de los diálogos en cuentos como «Soluciones inconscientes» y «Manada».
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Volviendo a la cuestión del trayecto, en los cuentos de Castro se puede ver ese desplazamiento tanto de forma tangible como en sus versiones más imperceptibles: un complejo entramado de decisiones y azares determinan los destinos de sus personajes, los cuales cuentan con una verosimilitud muy alta gracias a los recursos utilizados por el autor cordobés. De esa manera, un extraterrestre puede ser tan cercano como querible.
Formando unidades que se mantienen de pie por si mismas, pero que también entran en diálogo con las demás por sus propias diferencias, Solitarios y manadas refuerza algo que cada vez es más difícil silenciar: la literatura argentina no solo se mueve en la Ciudad de Buenos Aires y ningún género queda exento a eso. La diversidad que se puede encontrar en Solitarios y manadas va en esa dirección, dejando al lector un libro ideal para emprender un trayecto que no tiene destino fijo.
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