«Feminazi»: cuando el machismo reacciona

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Los movimientos de mujeres demostraron ser una fuerza política que se hizo cada vez más presente en las calles, para llevar los reclamos a espacio público. A pesar de la necesidad urgente de visibilizar las violencias en el contexto de emergencia que está atravesando el país, continúan surgiendo reacciones misóginas y estigmatizantes. ¿Cómo surgió el término «feminazi»? ¿Qué es lo que implica? (Foto de portada: Mar Garrote Cortínez)



Si hay algo que se logró evidenciar en el último tiempo es que las mujeres demostraron ser una fuerza política organizada. Las iniciativas del feminismo han ocupado un lugar cada vez más firme en las calles, instalando en el espacio público debates que hasta hace pocos años no hubieran tenido lugar. Así, la agenda de género se hizo presente, denunciando los femicidios como parte de una cadena de violencias que hunde sus raíces en cultura machista. Las estadísticas elaboradas principalmente por organizaciones de la sociedad civil hicieron tangible la peor cara del patriarcado: según el último informe de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, en Argentina, 1 mujer es asesinada cada 30 horas.

Resulta incómodo que las mujeres desafíen el rol que históricamente les fue asignado: que reclamen libertad sobre su cuerpo y su vida y que se nieguen a cargar con la culpa de no adaptarse a un modelo de comportamiento aceptado durante generaciones.

En este contexto de emergencia, la denuncia activa es fundamental para eliminar toda discriminación basada en la desigualdad de género. Por supuesto que desnaturalizar el sentido común y trastocar las categorías sobre las que una parte de la sociedad descansa trajo no pocas reacciones. Resulta incómodo que las mujeres desafíen el rol que históricamente les fue asignado: que reclamen libertad sobre su cuerpo y su vida y que se nieguen a cargar con la culpa de no adaptarse a un modelo de comportamiento aceptado durante generaciones. Más molesto parece ser aún que el grito contra las injusticias se extienda también en la calle. «Feminazis», se suele escuchar desde el núcleo del machismo. Un término que busca deslegitimar al movimiento y silenciar los reclamos.

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Foto: Mar Garrote Cortínez


La palabra «feminazi» fue popularizada en 1992, en Estados Unidos. Rush Limbaugh, un locutor y comentarista político conservador la utilizó inicialmente para nombrar a aquellas mujeres que luchaban por el derecho al aborto, equiparando la interrupción voluntaria del embarazo con el Holocausto. En su libro The Way Things Ought To Be (Como deben ser las cosas), Limbaugh extiende además el uso del término para referirse al feminismo como una ideología totalitaria que busca subordinar al varón. El neologismo no solo resulta repudiable por la comparación entre un movimiento que lucha por la igualdad de derechos y el genocidio de millones de personas, sino también históricamente incompatible. El régimen de Hitler declaró el aborto como un crimen de estado, cerró clínicas de planificación familiar y envió a feministas a campos de concentración.

Hablar de «feminazis» implica demonizar al feminismo como un movimiento violento y revanchista que busca destruir todo lo relacionado con el género masculino. Esto conduce a relativizar los reclamos y a reafirmar antiguas posturas separatistas entre varones y mujeres.

Hablar de «feminazis» implica demonizar al feminismo como un movimiento violento y revanchista que busca destruir todo lo relacionado con el género masculino. Esto conduce a relativizar los reclamos y a reafirmar antiguas posturas separatistas entre varones y mujeres que, a su vez, acotan el universo de géneros a una dualidad, delimitación hace ya tiempo arcaica.  Pero además, la categoría se fue ensanchando con el paso del tiempo: actualmente abarca toda disidencia contraria a los parámetros de la heterosexualidad. «Feminazi» es entonces un insulto aplicado a lesbianas, bisexuales, y también a quienes escapan a los estereotipos de lo que es considerado como «femenino», como por ejemplo mujeres que deciden no depilarse.

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Foto: Gustavo Yuste


La violencia contenida en el término marca en el nivel de agresión que surge desde algunos sectores de la sociedad cuando lo que se presentaba como inamovible de pronto comienza a modificarse. El feminismo es visto así como una «amenaza»: hablar de una sociedad igualitaria y de la inclusión de toda diversidad implica necesariamente la pérdida de privilegios construidos históricamente a costa de la opresión de las mujeres. Ya no más objetos sumisos que callan ante el abuso, el acoso, el maltrato, la imposibilidad de decidir en todos los ámbitos cotidianos. El feminismo no “odia al hombre», sino que desnuda las desigualdades basadas en la primacía del varón para que las mujeres ya no sean violentadas.

«Feminazi» es así uno de los tantos insultos estigmatizantes, pero es también un gesto político que deslegitima la lucha por los derechos. Contiene la misoginia de una cultura que buscó apropiarse de la identidad de un movimiento para anularlo y convertirlo en un enemigo.

Parece ser más fácil atacar al feminismo que hacer un revisionismo sobre las injusticias sostenidas en la base del sentido común. «Feminazi» es así uno de los tantos insultos estigmatizantes, pero es también un gesto político que deslegitima la lucha por los derechos. Contiene la misoginia de una cultura que buscó apropiarse de la identidad de un movimiento para anularlo y convertirlo en un enemigo, mientras miles de mujeres son víctimas diarias de una violencia que se sustenta exclusivamente en la pertenencia al género.


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