La semana pasada, Nahir Galarza, de la localidad de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, confesó haber asesinado a su pareja, Fernando Pastorizzo, con el arma reglamentaria de su padre, un policía local. Como suele suceder cada vez que un homicidio cometido por una mujer al interior de una relación afectiva trasciende en el ámbito mediático, el caso fue objeto de comentarios que buscaron relativizar, una vez más, los reclamos feministas. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de violencia de género? (Fotos: Gustavo Yuste)
Fernando Pastorizzo, de 20 años, vivía en la ciudad de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. De acuerdo a lo relatado por Infobae, la madrugada del pasado 29 de diciembre, fue asesinado de dos balazos y encontrado sin vida al lado de su moto. El crimen fue cometido por su novia, Nahir Galarza, de 19 años, quien confesó ante el fiscal Lisandro Beherán haberle disparado con el arma reglamentaria de su padre, un policía local. La joven fue trasladada al ala de Psiquiatría del Hospital Centenario y, luego fue procesada con prisión preventiva por el juez Guillermo Biré, titular del Juzgado de Garantías N° 2 de Gualeguaychú. En el día de hoy se determinó su traslado a la Comisaría del Menor y la Mujer, donde permanecerá al menos por 60 días.
como suele suceder en la escena pública cada vez que trasciende un homicidio cometido por una mujer en el marco de una relación afectiva, desde los medios de comunicación y las redes sociales se comenzaron a relativizar, una vez más, los reclamos feministas, poniendo en cuestión el concepto de la violencia de género.
Como paso hace unos meses con el crimen de Genaro Fortunado, de San Rafael provincia de Mendoza – asesinado por su pareja a la salida de un boliche en el mes de septiembre – y como suele suceder en la escena pública cada vez que trasciende un homicidio cometido por una mujer en el marco de una relación afectiva, desde los medios de comunicación y las redes sociales se comenzaron a relativizar, una vez más, los reclamos feministas, poniendo en cuestión el concepto de la violencia de género.
La foto de Nahir Galarza se difundió por los medios masivos de comunicación. El hecho adquirió una centralidad mediática que no obtienen casos como por ejemplo el de Mónica Garnica, una estudiante de 25 años y dos hijos que fue quemada por su ex pareja en Berazategui, provincia de Buenos Aires, unos días antes del crimen de Pastorizzo. Al lugar diferencial en la agenda y al morbo y a la espectacularidad a la que el show mediático está acostumbrado se puede sumar entonces un factor implícito que desde algunos sectores del periodismo se trata de resaltar: que las mujeres «también matan», que hay «violencia de los dos lados».
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Cuando Galarza aún no había sido trasladada a prisión preventiva, el escritor Agustín Laje, quien suele realizar declaraciones contra el feminismo, escribió en su cuenta de Twitter: «Una chica de Gualeguaychú mató a balazos a su novio de 21 años. Fue presa? No, fue al área psiquiátrica de un hospital. Si hubiera sido al revés, el chico estaría ya mismo con perpetua. El feminismo no es igualdad; es privilegio”. Ante el respuesta de la hermana de la víctima, Laje continuó: “No sé si te diste cuenta, pero el caso de tu hermano revienta gran parte del relato feminista. Hace falta estudiar un poco más antes de definirse”.
¿Cuál es ese relato feminista al que se refiere y que también es constantemente estigmatizado desde varios sectores de la sociedad? La discusión evoca una vez más el recuerdo de aquellas voces que, tras la masiva movilización de mujeres ocurrida particularmente durante el Paro Nacional de octubre de 2016, se alzaron con la consigna de Nadie Menos, intentando contrarrestar la lucha que lleva la bandera “Ni Una Menos”, haciendo referencia a la cifra de hombres que pierden la vida todos los días. De esa manera, mezclando los distintos casos, se trata de desactivar un reclamo que incomoda cada vez más a los sectores de poder.
Lo repudiable de este y de cualquier otro homicidio no debe obviar el elemento central que intenta visibilizar el feminismo: hablar de violencia de género es dar cuenta del rol de subordinación al que son relegadas las mujeres al interior de una sociedad machista, que las considera como objetos que no tienen verdadero poder de decisión. Implica que son agredidas, vulneradas y asesinadas solo por el hecho de serlo, porque existe una cultura que sustenta la violencia hacia el género femenino y lo estigmatiza a la hora de denunciar la vulneración de sus derechos.
La violencia de género se refiere a la agresión a otra persona -ya sea física o psicológica- simplemente por su condición de género, intentando reducirla, aprovechándose de una supuesta superioridad y dominación de un género sobre el otro. Ese tipo de violencia ha tenido a la mujer en un lugar secundario y es por eso que en Argentina se comete un femicidio cada 26 horas, donde los victimarios suelen tener en la gran mayoría de los casos algún tipo de relación con la víctima: parejas, exparejas, familiares, entre otros.
De esa manera, no todo asesinato de un hombre a una mujer entra dentro de esa definición, como por ejemplo el ocurrido durante un asalto. La violencia de género es una problemática mucho más amplia que tiene como punto final el asesinato de mujeres, pero que también engloba desde micromachismos hasta el acoso callejero, la diferencia salarial, el acceso al trabajo y a la educación, o las imposiciones que una sociedad patriarcal carga sobre el cuerpo y comportamiento de las mujeres.
La violencia de género es una problemática mucho más amplia que tiene como punto final el asesinato de mujeres, pero que también engloba desde micromachismos hasta el acoso callejero, la diferencia salarial, el acceso al trabajo y a la educación, o las imposiciones que una sociedad patriarcal carga sobre el cuerpo y comportamiento de las mujeres.
Cabe recordar que el femicidio es la máxima expresión de una asimetría de poder: su tipificación en el Código Penal es un reclamo político que denuncia a la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista. El femicidio, como señalamos anteriormente, es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad, reducida a un objeto para su placer y realización. Así, la Casa del Encuentro lleva contabilizados, en 9 años, 2384 femicidios.
Querer equiparar cualquier tipo de asesinato intergénero a los reclamos de la lucha feminista es algo tan vil y distractivo que no hace más que desnudar posturas reaccionarias de quien pueda esgrimir un argumento tan endeble. Un Estado que siga mirando para otro lado y que muchas de sus instituciones sean un instrumento más que útil para el patriarcado, no hace más que agravar el problema.