Mermelada de morcilla: lo único que importa es hacer canciones

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El sábado pasado la banda Mermelada de morcilla presentó su primer disco —Los domingos— en el Club Cultural Matienzo. Con una formación típica de una banda de rock (dos guitarras, bajo y batería), pero con sonoridades que por momentos se despegan bastante de los límites del género, los muchachos han sabido crear su propia atmósfera musical a fuerza de eclecticismo, heterogeneidad y —más allá del impacto que pueda generar ese nombre— buen gusto.


“Todo se transforma en caca/Una vez que te das cuenta/Que lo único que importa es hacer canciones/En esta nube de pedos/Muchas veces confundimos/Lo que brilla con lo que vale”. Estos son los primeros versos de la canción que abre el disco y que dio inicio al recital en la voz de Bruno Charadía, cantante y guitarrista del grupo. En su Facebook advierten: «Hervir morcilla con azúcar hasta lograr el punto deseado. Consumir sobre galletitas de agua. Vomitar. Repetir el proceso». ¿Hay algo en estas instrucciones que resulta necesario para «digerir» su música? Veremos.

Ya desde los aspectos estéticos y visuales, los muchachos de Mermelada de morcilla logran plantarse en el escenario con gran solidez, y de un vistazo puede percibirse el eclecticismo que luego se oirá en sus canciones. Bruno luce una camisa suelta y floreada; Francisco lleva una remera de blanco impoluto detrás de los platillos de su batería; Pablo viste una musculosa sencilla y bermudas; Andrés porta con hidalguía su remera negra de Los Ramones. Y así de diversa es esta banda en el plano musical: por momentos la voz de Bruno suena a Babasónicos o a Soda Stereo, y con algunos de sus acordes rinden homenaje a artistas tan disímiles como Charly García, Nino Bravo o Yes.

El segundo tema de la lista fue “No hay canciones de amor”, con una intro muy potente en bajo (Pablo López) y batería (Francisco Dietze). Luego vinieron algunas líneas que desembocaron en “Masacre en el puticlub” de los Redondos, y hubo varias canciones del primer disco que se convirtieron en puntos fuertes de la noche, como “Jorge Bis (El Patrono del Inconformismo)”, “Surf” y “Hamburguesa feliz”.

Pero sin dudas el show tuvo su clímax cuando Bruno cantó los siguientes versos: “Hay en mi corazón una forma de pensar/Hay en mi corazón una ideología/Hay que matar a la policía”. Luego se pidió “muerte al Estado” entre las palmas efusivas del público. Hacia el final de esa canción, sin embargo, aparece el matiz que de alguna manera define el espíritu de la banda, al sustituir el último de los versos por “Hay que amar como si fuera el último día”. Esta no fue la excepción, porque todas sus letras tienen contenido, críticas veladas (y otras no tanto) a la sociedad de consumo, a la mano dura del Estado y a la hipocresía capitalista.

Tapa del disco con la foto de las madres de los músicos

Después de la canción titulada “Buen mozo” —perteneciente a su segundo disco que será presentado el 3 de marzo en La Tangente— los integrantes de la banda se distendieron y apareció el humor con algunos comentarios socarrones entre ellos y dedicatorias al público. “La playa de la muerte” y “Alegría y mano dura” fueron las canciones que cerraron el encuentro.

Con una sólida presencia, un muy buen sonido (aunque por momentos saturó un poco a razón de las dimensiones de la sala y empastó las buenas letras), excelentes solos en la guitarra de Andrés Llanos y una voz distintiva en Charadía, Mermelada de morcilla sale a la cancha con letras que tienen contenido y armonías potentes. Lindo clima en una cálida noche de enero, un mes bastante ingrato que suele dejar la ciudad desierta, pero que el sábado tuvo su oasis musical en el Club Cultural Matienzo.

Podés escuchar el primer disco en YouTube

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