Los dichos de Facundo Arana sobre el embarazo de su ex pareja y la idea de la maternidad como mandato despertaron la indignación y la polémica en redes sociales. Sin embargo, como cada vez que un famoso se expresa respecto a aquellos lugares comunes machistas, es necesario también preguntarse: ¿cuál es el rol que debe jugar el periodismo en estos casos? (Foto: Diva Producciones)
«Yo estoy muy feliz por ella, estoy feliz cuando una mujer se hace madre porque ahí verdaderamente se realiza», afirmó Facundo Arana durante un móvil para el programa Intrusos, respecto al embarazo de su ex pareja, Isabel Macedo. «Por supuesto que después te realizas con tus sobrinos y con los hijos de tus amigos, ustedes ya lo saben, pero verla madre es extraordinario, rezo para que todo vaya bien, y la veo realizada. Como mujer primero, porque encontró al hombre de su vida, y como madre ahora, o sea que está realizada completa, me pone absolutamente feliz por ella», agregó.
Si bien, por ingenuidad o desconocimiento, a muchos la frase les pueda quizás parecer inocente, la realidad es que es el germen que subyace a todas aquellas prohibiciones y censuras que rechazan la diversidad y la soberanía de las mujeres sobres su propio cuerpo y su vida.
La frase generó polémica en redes sociales y fuertes críticas, frente a lo cual el actor terminó por arrepentirse: «Me disculpo por decir que una Mujer se realiza con la maternidad o por encontrar al amor de su vida. Muy equivocado, y además mal usadas las palabras..no me dí cuenta hasta que me lo señalaron. A veces pasa. Reitero mis disculpas. Repensaré y Estudiaré», expresó en su cuenta de Twitter.
Esta idea de que la mujer alcanza la plenitud mediante la maternidad no es nueva. Es parte de los mandatos gestados en las raíces de la cultura patriarcal, que le asignan un rol subordinado al género femenino, mediante el cual se supone que su máximo propósito en la vida es el embarazo y los hijos. Si bien, por ingenuidad o desconocimiento, a muchos la frase les pueda quizás parecer inocente, la realidad es que es el germen que subyace a todas aquellas prohibiciones y censuras que rechazan la diversidad y la soberanía de las mujeres sobres su propio cuerpo y su vida.
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En este esquema, entonces, no hay lugar para las disidencias sexuales, para las múltiples identidades de género que hace tiempo dejaron de reducirse a pares binarios, y mucho menos, para la decisión de la mujer a emprender proyectos de vida que nada tengan que ver con la maternidad, sin sentir que son señaladas por una sociedad que las estigmatiza por haber elegido un «camino incorrecto». La reducción de un propósito a una función biológica para esa supuesta realización personal – que aparece así como una obligación social – es lo que precisamente se encuentra latente en los argumentos morales esgrimidos para rechazar el debate sobre el aborto y, por lo tanto, el derecho de las mujeres de decidir sobre su propio cuerpo.
En este esquema, entonces, no hay lugar para las disidencias sexuales, para las múltiples identidades de género que hace tiempo dejaron de reducirse a pares binarios, y mucho menos, para la decisión de la mujer a emprender proyectos de vida que nada tengan que ver con la maternidad.
La desafortunada frase del actor vino acompañada también de la idea de que la mujer no se realiza tampoco sin un varón a su lado, «el hombre de su vida», reafirmando no sólo la concepción de propiedad que está en el trasfondo de todo discurso machista, sino también el aparentemente necesario acompañamiento del hombre sin el cual no se lograría independencia o felicidad. Los dichos, además, fueron antecedidos por la relativización de la denuncia de acoso de Calu Rivero contra Juan Darthés: «Si vos me preguntás, yo creo que Calu se sintió acosada y creo que Juan jamás la acosó», aseguró Arana.
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Los medios y el feminismo
Que la afirmación de Facundo Arana sobre la maternidad haya sido blanco de críticas en las redes sociales y que éstas, a su vez, hayan tenido un lugar en la agenda mediática es síntoma de un cambio cultual y de un camino hacia la desnaturalización del sentido común emprendido por la activa militancia feminista. Ahora bien, cabe preguntarse, ¿cuál es el espacio que el periodismo le da a estos hechos? ¿Cómo lo configura? De forma similar a lo que sucedió hace unos meses atrás con los desafortunados dichos de Carolina “Pampita” Ardohain, estos casos evidencian también la falta de visión crítica de los medios de comunicación a la hora de tratar un tema tan urgente como son las desigualdades de género que originan múltiples violencias hacia las mujeres.
Estos casos evidencian también la falta de visión crítica de los medios de comunicación a la hora de tratar un tema tan urgente como son las desigualdades de género que originan múltiples violencias hacia las mujeres.
Los principales medios solo se limitaron a hablar de una «polémica» y a reproducir los comentarios de las redes sociales, sin profundizar sobre una idea que va más allá de los dichos del actor, sino que subyace en estructuras que es necesario desmontar para dejar de alimentar lugares comunes y ensanchar una falsa grieta entre hombres y mujeres, algo que el feminismo nunca tiene como objetivo. Lo único que se busca, en definitiva, es el fin de las diferencias y abusos de todo tipo hacia las mujeres que se pueden llegar a naturalizar en una sociedad patriarcal.
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Si bien es entendible la indignación que estos comentarios pueden despertar es necesario mirar un poco más allá y visibilizar estos casos para prender la mecha de un debate profundo que pueda interpelar no solo a las famosas o famosos, sino también al público al que dichas personalidades tienen llegada.
Los medios independientes y las organizaciones feministas tienen que asumir la responsabilidad de evitar el exitismo del escándalo para abrir terreno al intercambio de ideas, la información concreta y una búsqueda de justicia e igualdad de género para que en un futuro todos estos debates parezcan arcaicos.
En ese sentido, y a contramano de lo que suelen hacer los grandes medios de comunicación, los medios independientes y las organizaciones feministas tienen que asumir la responsabilidad de evitar el exitismo del escándalo para abrir terreno al intercambio de ideas, la información concreta y una búsqueda de justicia e igualdad de género para que en un futuro todos estos debates parezcan arcaicos.