La amistad toma una nueva-vieja forma en el poemario Amiga (Santos Locos, 2017) de Malena Saito. Con un tono confesional, los versos de este libro no solo parecen hablarle a una segunda persona, sino que también logran un extenso diálogo interior con uno mismo para intentar comprender qué es lo que hizo que las fiestas salieran mal. La amistad como compañía, como autodescubrimiento y una forma de cariño superadora se deslizan a lo largo del primer libro de la autora.
Sobre la autora
Malena Saito nació en Buenos Aires en 1994. Trabaja como librera. Fundó la editorial independiente Elemento Disruptivo, donde dirigió las colecciones «Zona temporalmente autónoma», «La vuela al sol» y «Hagamos un altar». Amiga es su primer libro publicado.
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Las fiestas que salieron mal
La amistad es el motor de muchas cosas, pero quizás una de las facetas menos reconocidas -a nivel consciente- es su poder de autoreconocimiento. Al hablar con una amiga, también se habla con uno mismo y las confesiones de ese vínculo tal vez sea la única forma de decirse las cosas. El primer libro de Malea Saito –Amiga (Santos Locos, 2017)- va en esa dirección: diálogos y confesiones hacia un otro que también es uno.
«Tendría que/ aprovechar el insomnio/ para pedir/ algo/ algo importante» se lee en uno de los primeros poemas del libro, marcando lo que va a ser una constante en Amiga: el tono reflexivo y las dudas sobre todo lo que nos rodea, reconociendo un único horizonte seguro en las amistades. En ese sentido, también se lee: «Estoy triste/ ya no salimos a mirar el sol/ ya no deseamos con la misma intensidad el futuro».
Hay una tristeza que florece en este libro, pero no se trata de un estado de ánimo estancado que se regodea de lo que no sale como se planea, sino que aprovecha el disgusto para barajar y dar de nuevo, tratando de entender las cosas o encontrarse con un brillo inesperado. Un poema no duda en afirmar que «la tristeza es un abrigo que encandila y nubla/ los criterios», pero más adelante se recobra el ánimo y la voluntad al admitir que «es difícil quedarse en esta casa/ cuando pasa el tren y uno no espera a nadie».
Esa sensación generalizada de meseta emocional que sirve para dar el salto queda claro en el siguiente poema: «Hoy hice pollo/ me pediste que lo haga/ se iba a pudrir./ Compré un vino/ y le pregunté a muchas personas si querían cenar conmigo/ nadie me dijo que sí/ comí un pedazo/ y prendí un cigarrillo/ y otro/ y otro/ las colillas clavadas en el pollo/ parecían las velitas/ de la torta de mi cumpleaños».
Las fiestas que salieron mal aparecen una y otra vez a lo largo del libro, como una muestra de los intentos constantes. Charly García cantaba en los 80’s: «será porque nos queremos sentir bien que ahora estamos bailando entre la gente» y Malena Saito escribe en el 2017: «Amiga,/ la fiesta salió mal/ la casa todavía/ retumba/ hay manchas que no sé dónde/ terminan/ ni cuando empezaron/ la televisión está prendida/ y lo demás en algún lugar apagándose». Si no todo festejo termina siendo alegre y la voluntad no arrastra a los buenos resultados, el primer libro de esta joven autora deja algo en claro: siempre se puede aprender algo «sobre el amor propio/ y el falso encanto del fracaso/ no se puede perder/ todo/ todo el tiempo».