En la represión del lunes 18 de diciembre en Congreso, cuando la Policía se quedó sin balas de goma comenzó a atacar a los manifestantes con las piedras que había en el suelo. Una de ellas impactó contra el ojo izquierdo de Roberto Álvarez (jubilado y militante del Partido Obrero conocido por sus compañeros como “el Barba”); esto le ocasionó el estallido del globo ocular y la pérdida de visión. No fue azar; se trató de un ataque planificado en un operativo donde las fuerzas de seguridad apuntaban directo al rostro y no a las piernas, como se ocuparon de aclarar varios funcionarios del gobierno. La Primera Piedra entrevistó a Roberto en los días de su recuperación.
Antes de que Roberto saliera al jardín del fondo de su casa para ser entrevistado, su compañera Liliana —docente, abogada y miembro de SUTEBA La Matanza— cuenta una anécdota que revela la esencia del Barba. Durante su internación en el Hospital Durand necesitaba un pijama, así que ella se encargó de comprar uno; cuando la enfermera advirtió la nueva prenda felicitó al Barba por su estreno y por haber ligado algo en medio de la penosa situación. La respuesta de él condensa todo el humor y la ironía necesarios para continuar la lucha: “Sí, tendré pijama nuevo pero me costó un ojo de la cara”.
El Barba saluda con un abrazo enérgico y se sienta en una de las reposeras del jardín que cuida con gran esmero y dedicación. También le gustan los pájaros, y en sus ratos libres suele darles de comer. A lo lejos se oye el canto de cientos de aves distintas, y el paisaje sonoro de alguna manera viene a justificar los nombres de las calles de este peculiar barrio situado en La Matanza: el Chacurú, la Pirincha, el Ruiseñor, el Espinillo. La paz que se respira en estas pocas manzanas y en el rostro del Barba parecen marcar un crudo contraste con lo que se vivió hace algunos días en las inmediaciones del Congreso Nacional.
Ola represiva y criminalización de la protesta
— ¿Qué ocurrió ese lunes durante la movilización?
— Ya desde el jueves veníamos con esta batalla campal. No pudimos revertir la situación debido a los bloques que se decían opositores y, al momento de levantar la mano, lo hicieron en contra de los jubilados. Yo hace dos meses que soy jubilado, pero ante todo soy un militante del Partido Obrero y de la clase obrera. La vengo batallando desde los años setenta.
— ¿Cómo analiza la ola represiva que se desató en Congreso?
— Lo del lunes a mí me parece que fue el producto de una escala represiva que venía gestándose en el país a partir de las muertes en el sur [Santiago Maldonado y Rafael Nahuel]. Acá hay un gobierno que quiere implementar un plan a rajatabla. En otros momentos del capitalismo la burguesía recurría a las fuerzas armadas. En este caso no, porque supuestamente se trata de un gobierno elegido por el pueblo, pero aún así utilizan las fuerzas de seguridad para reprimir la protesta.
Violencia es no llegar a fin de mes, tener chicos que se mueren de hambre, un presupuesto educativo que no alcanza, un servicio médico que es para los más privilegiados
— ¿Cómo vivió la represión de ese día?
— Nosotros estábamos en la zona de Rivadavia y Rodríguez Peña con un grupo de compañeros. En un momento la Policía se quedó sin gases ni balas de goma, entonces empezó a tirar piedras. Yo venía corriendo para atrás y una piedra me dio de frente vaciándome el ojo izquierdo. Quizás pensaron que de esa manera podrían amedrentar mi espíritu de lucha pero les salió el tiro por la culata, porque la solidaridad de los compañeros y del pueblo me fortalece.
— Muchos parecen más escandalizados por el patrimonio de la ciudad que por la integridad de los heridos durante la represión. ¿Qué piensa de esas críticas?
— Mirá, vos vas a la marcha para reclamar por tus derechos y te encontrás con un Estado que tiene una fuerza represiva tal que parecía que estábamos en Medio Oriente. Fue terrible. Esas imágenes a mí no se me borraron. Nosotros nos defendíamos con los elementos que teníamos, y en este caso fueron las baldosas de la vereda. Si realmente hubiésemos querido tomar el Congreso como dicen, no hubiéramos ido con piedras y gomeras. La pelea hubiese sido otra.
— Me imagino que la mayoría tiene sus años de militancia y conoce los distintos métodos de llevar a cabo una resistencia.
— Sí, muchos de nosotros venimos con un par de garrotes por el lomo y sabemos lo que es la lucha, pero no creemos que estén dadas las condiciones para ciertos métodos. Hoy creemos que la movilización es la mejor herramienta para combatir a los poderosos, representados por el gobierno de Macri.
— ¿Qué les diría a quienes tildan a los manifestantes de “violentos”?
— Violencia es no llegar a fin de mes, tener chicos que se mueren de hambre, un presupuesto educativo que no alcanza, un servicio médico que es para los más privilegiados. Eso es violencia. Lo que se genera después en las calles es simplemente el producto de esa violencia.
Quizás pensaron que de esa manera podrían amedrentar mi espíritu de lucha pero les salió el tiro por la culata, porque la solidaridad de los compañeros y del pueblo me fortalece
— En estos días recibió gran apoyo de distintas personas y colectivos a través de las redes sociales. ¿Qué balance puede hacer de ese acompañamiento?
— A veces uno no se da cuenta de lo que va generando. Yo he militado en muchos lugares y hay una cantidad de gente que me conoce, pero independientemente de eso hubo quienes expresaron su apoyo a pesar de no conocerme porque nos une lo que estamos defendiendo, no mi circunstancia personal. Tal vez hoy puedo ser voz de una cantidad de compañeros o jubilados que tienen la misma posición sobre este tema.
— ¿Fue la convicción la que hizo que estuviese luchando en las calles?
— Sí. Mi hijo me preguntaba si se podría haber evitado. La verdad es que no, porque quienes tomamos la causa de los obreros y la lucha popular lo hacemos convencidos. Yo hace más de cuarenta años que asumí esa responsabilidad, y las cuestiones personales también están incluidas. No sería sorpresa teniendo en cuenta que en mi familia son casi todos militantes y siempre me han apoyado.
Años de militancia
— ¿Cuándo comenzó su militancia?
— Bueno, yo vengo de una familia de obreros. Soy de Concordia, Entre Ríos; nací al borde del Frigorífico CAP Yuquerí que tenía más de 2000 empleados, así que la relación entre el obrero y las bases siempre estuvo. Mi padre fue delegado y en las grandes huelgas del ’59 él hacía piquetes con piedras y nosotros, siendo muy pobres, le llevábamos la comida. Esas experiencias, consciente o inconscientemente, me han quedado muy grabadas, uno las va atesorando. Cuando terminé la primaria había ciertas necesidades y me puse a laburar en las quintas, en estaciones de servicio.
— ¿Militó en el peronismo?
— Sí, en 1972/73 yo ya militaba en la Regional 2 de la JP [Juventud Peronista] y Montoneros para fortalecer un trabajo en la secundaria. Después entré al frigorífico, aunque no me querían tomar por mi condición de “zurdito” como decían ellos. Ahí tratamos de organizar una lista opositora, pero mi primera experiencia fue un fracaso porque al año nos echaron a todos y por desgracia nos impugnaron la lista.
Quienes tomamos la causa de los obreros y la lucha popular lo hacemos convencidos. Yo hace más de cuarenta años que asumí esa responsabilidad, y las cuestiones personales también están incluidas (…) Vengo de una familia de obreros, así que la relación entre el obrero y las bases siempre estuvo
— ¿Qué recuerda de aquellas primeras experiencias?
— Bueno, yo vine a Ezeiza cuando la burocracia sindical nos mató a tiros, estuve cuando el General nos echó de la Plaza. Soy un pedazo de la historia de la militancia, ¿no? (risas). Y en el ’80 nos juntamos algunos compañeros de diferentes corrientes —PRT, Montoneros— y fuimos detenidos. Ahí hubo una movida internacional porque uno de los que habían caído pertenecía al Partido Intransigente. Nos liberaron, me vine a Buenos Aires y con un grupo de compañeros formamos el PI. Éramos cuatro o cinco, pero la idea era atractiva: un tercer movimiento histórico…
— ¿Qué pasaba por sus cabezas en ese momento? ¿Qué idea de país tenían en mente?
— Imaginate que yo había leído todo el tiempo la CGT de los Argentinos, soy gráfico, me encuentro con Raimundo Ongaro y había una lucha permanente. Después, cuando estás adentro, te das cuenta de cómo son las cosas; si bien el viejo Ongaro no estaba en esa, toda su dirección pertenecía a una nueva burocracia. Más adelante me incorporé a la Lista Naranja Gráfica junto a Néstor Pitrola, y antes de eso había hecho trabajo en las villas de forma independiente. Muchos compañeros han transitado este camino, apostando a partidos capitalistas, nacionalistas y burgueses, pensando que ahí estaba la solución. Tal vez por desconocer esa perspectiva mayor que es la lucha de clases. No es fácil romper con todo lo que uno trae.
— ¿Ese es el momento en el que nace el Polo Obrero?
— Sí, lo fundamos entre los gráficos, los docentes y miembros de otras agrupaciones. Pero el Polo Obrero tenía una particularidad: ahí se formaba a compañeros ocupados y desocupados para no perder la cuestión de clase. Después se dio que muchos de esos integrantes consiguieron trabajo y fueron elegidos delegados sindicales para dar la lucha desde adentro. Ese ha sido uno de los grandes aciertos y trajo un gran crecimiento al movimiento.
Nuevos desafíos de la izquierda y el rol de la juventud
— ¿Qué desafíos cree que tiene hoy la izquierda para interpelar a aquellos que pertenecen a la clase obrera pero quizás no se reconocen como parte de ese colectivo?
— Hoy la izquierda tiene un gran compromiso. En los años ’30 fue el yrigoyenismo el que rompió con el conservadurismo; después el peronismo tomó las banderas, llevó a cabo muchas reivindicaciones a partir de los proyectos de [el diputado socialista Alfredo] Palacios y consiguió aglutinar a las grandes masas de obreros en el ’45. Acordate que la mayor cantidad de trabajadores estuvieron históricamente en las filas de los anarquistas; ellos tenían muchos sindicatos.
Yo vine a Ezeiza cuando la burocracia sindical nos mató a tiros, estuve cuando el General nos echó de la Plaza. Soy un pedazo de la historia de la militancia, ¿no? (risas)
— ¿Cree que el peronismo ha perdido ese rol actualmente?
— Me parece que el peronismo hoy ya no cumple ninguna de esas funciones; es un cadáver político que habría que sepultar, y la izquierda debería ser el sepulturero.
— ¿Qué piensa respecto de la supuesta «derechización» de la clase obrera?
— Creo que es un error pensar eso. Por un lado hay gran cantidad de gente dispuesta a luchar y, por otro, hay una burocracia que no ofrece ningún plan o salida para la clase obrera. Yo convoco a los trabajadores para que empiecen a ver otras perspectivas, aunque no sean las del Partido Obrero. Pero sí que empiecen a romper con las burocracias dentro de sus gremios. Hoy nuestro objetivo es ir ganando sindicatos, como el SUTNA o el SUTEBA.
— En una foto que circuló mucho por las redes se lo ve al frente de la columna del partido formando un cordón con tres o cuatro compañeros más, todos jóvenes. ¿Cómo vive ese encuentro generacional?
— Me parece que la juventud ha jugado un rol importantísimo en estos últimos acontecimientos, porque llevó adelante muchas de las reivindicaciones que defendemos. Yo estoy muy orgulloso de los jóvenes, y me quedo muy tranquilo porque hay una vanguardia que se va a llevar puesto al sistema; quizás no hoy, ni mañana, pero el capitalismo está en una crisis profunda y hay que empujarlo nada más.
Reforma previsional: la gran estafa a los jubilados
— ¿Qué piensa de la reforma previsional particularmente? Como militante y como jubilado.
— Hace dos meses que estoy en la situación de jubilado. En los años ’90 hemos perdido un 5% del porcentaje que aportaban las patronales, y los siguientes gobiernos no sólo nos vetaron el 82% móvil sino que tampoco recuperaron ese 5%, que es una masa de dinero importante con la que hoy podríamos tener una jubilación mejor. Y ahora lanzaron este engaño de la «reparación histórica» para evitar los juicios que se venían desarrollando.
— Los cambios de la reforma incluyen el aumento en la edad jubilatoria y un doble ajuste para las mujeres. ¿Qué opinión tiene al respecto?
— Estoy en total desacuerdo. Extender la edad jubilatoria a los 70 años es un error, por más que uno tenga una buena calidad de vida. ¡Hemos aportado durante treinta o cuarenta años! Y también sabemos que la mujer sufre una doble explotación, porque no sólo ocupa su puesto de trabajo sino que después tiene que seguir trabajando en su propia casa. Sigo sin entender cómo puede haber sectores que acuerden con esta política.
— ¿Qué rol considera que cumplió la CGT en todo esto?
— El rol de siempre. En vez de accionar para que la clase obrera tenga un posicionamiento, las burocracias hacen la plancha. Siempre se nos ha dicho que si uno está en un gremio no puede hacer política. ¡Mentira! Ellos escalan y apoyan las leyes que favorecen a las clases poderosas. La CGT no hizo más que descomprimir la situación con una huelga dominguera sin un plan de lucha ni un movimiento de masas, porque no tienen ninguna intención de combatir este gobierno.
— ¿Cuáles son sus referentes políticos actuales?
— Jorge Altamira, que es el fundador del partido. Tiene una gran formación y para mí es uno de los grandes pensadores de la izquierda argentina. También hay una camada de compañeros nuevos: con Néstor [Pitrola] hemos militado juntos en los gráficos, Gabriel Solano, Marcelo Ramal, Romina del Plá. De todos modos desecho los personalismos, aunque siempre haya referentes; creo en un programa y en un gran partido de la clase obrera.
— ¿Cree que el pueblo está despertando?
— Yo creo que sí. A veces los cambios no se dan por una cuestión intelectual o ideológica, sino a partir de hechos concretos: por ejemplo, cuando al momento de cobrar sea menor el salario, cuando haya que pagar la luz o los remedios. Pero tenemos que estar atentos para canalizar esa bronca y que no se repita lo del 2001.
— Las asambleas populares fueron un germen que después se apagó, ¿no?
— Sí, ese fue un momento de quiebre: había un potencial de lucha que no pudo aprovecharse porque los movimientos de izquierda no tenían un proyecto a desarrollar. Entonces vino Duhalde, capitalizó esa situación y recompuso a toda la burguesía nacional. Si se diera un escenario parecido a ese, la izquierda y la clase obrera tendrían que protagonizar el proceso; aún con las diferencias que tengamos, deberíamos llevar a cabo acciones en común. Pero las experiencias son intransferibles. Yo aposté como tantos otros a los partidos burgueses, pero cada uno tiene que hacer su propio recorrido. A mí me llevó más de 25 años descubrir la cuestión de clase.
El Barba se despide con un abrazo del mismo calibre energético que el primero. No reclama fuerzas sino que, muy por el contrario, entrega las suyas a los demás (porque tiene de sobra). Alguien ha bromeado por ahí con cambiarle su legendario apodo por «el Tuerto», y Liliana cuenta que días atrás se vio obligado a negociar algo de su tupida barba para que pudiese entrar la mascarilla de oxígeno durante la intervención quirúrgica.
Entre tantos apoyos vía redes sociales, uno de los mensajes remitía a la figura del Cíclope, esas gigantescas criaturas de un solo ojo que se ocupaban de forjar las armas de los dioses olímpicos. Las piedras de la Policía le han quitado al Barba su ojo izquierdo, pero no han podido con su espíritu de lucha. «Hay Barba para rato», asegura, y su ojo derecho parece ver más lejos aún.