El poemario Amatista (Ediciones Francia, 2016), de Valentina Ñonquepan, se interna en la experiencia contemplativa del paisaje para plasmar una conexión íntima con lo naturaleza. Mediante un vocabulario sencillo y reflexivo, construye escenas en las que los elementos del ambiente se integran con lo corporal, siendo los ingredientes principales de transformaciones que rodean temáticas como la infancia y el amor.
Sobre la autora
Valentina Ñonquepan nació en Punta Arenas, Chile, en 1994 y creció en Playa Unión, provincia de Chubut, Argentina. Es actriz y estudiante de cine en la Universidad de las Artes (UNA). Trabaja como modelo gráfica y ha participado en varios proyectos audiovisuales, como miniseries, largometrajes, cortometrajes y videoclips. Actualmente reside en la Ciudad de Buenos Aires.
La fusión con la naturaleza
Perderse en un paisaje puede dar lugar a experiencias de distintos matices. Amatista (Ediciones Francia, 2016), de Valentina Ñonquepan, indaga sobre una de esas posibilidades, plasmando una fuerte conexión con la naturaleza, influenciada por las vivencias de la autora en la escena patagónica. Las transformaciones, representadas desde un principio por la piedra que da título al libro, son uno de los componentes más fuertes de los poemas.
En un andar constante por el recuerdo que se desdibuja y se entremezcla con los elementos circundantes, los versos avanzan sobre temas como la infancia y el amor: “La superficie de mi rostro junto al tuyo/ se vuelve como la cresta de la ola/ después/ de la tormenta”. Es en la contemplación del escenario y de todo lo que está hecho donde la autora encuentra un refugio de aquello que, de a ratos, parece no poder nombrarse, pero que deja traslucir. No puedo expresarme ante vos/ por eso me sumerjo/ en la vibración de los delfines/ donde nadie pueda lastimar.
La consciencia del paisaje y de todo lo que lo compone conduce a una suerte de fusión con lo corporal, una unión íntima que funciona como un escape de la turbulencia del mundo interior. En este sentido, fragmentos como “Y si el miedo acechaba,/ las olas calmaban el espíritu/ se complotaban/ mojaban mis manías purificándolas”, dan cuenta de un viaje reflexivo mediante el que se exorcizan sensaciones. Así, puede leerse también: El fuego,/ quemado sobre sí/ supo contener silencios/ que de a poco callaron mi diálogo interno.
A su vez, Ñonquepan hace especial énfasis en las partes mínimas del universo, por las que muestra una fuerte inquietud. Los átomos y su relación con las energías y el infinito, son solo algunos de los aspectos en los que indaga, en un movimiento que parece estirar en el tiempo secuencias fugaces: «Me encontraba/ reposada sobre un tronco de algún árbol partido/ absorbiendo/ a través de mis poros/ el aura de las gaviotas».
De este modo, Amatista desdobla aquellos momentos de observación profunda dejando al descubierto experiencias que encierran cierto misticismo. Como dice Victoria Ronsano en la contratapa: «nos desafía a vislumbrar lo que para algunos es apenas perceptible».