El femicidio de Melina Romero y la justicia patriarcal: sólo hay un condenado

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En el día de ayer el Tribunal Oral Criminal Nº 5 de San Martín, provincia de Buenos Aires, condenó y detuvo a Joel Fernandez, alias «Chavito», el único imputado por el femicidio de Melina Romero, la joven asesinada en 2014, en San Martín. El jueves se conocerá la sentencia de un caso que estuvo desde un principio marcado por la complicidad judicial y por la estigmatización mediática. 


Melina Romero vivía en El Palomar, provincia de Buenos Aires. Fue vista por última vez la madrugada del 24 de agosto de 2014, a la salida de Chankanab, un boliche ubicado en el partido de San Martín, en el que festejó su cumpleaños número 17. Ana, su mamá, organizó marchas, repartió volantes con su foto por el barrio y logró, con persistencia, que la búsqueda policial no frenara. Participaron decenas de efectivos, pero quienes la encontraron fueron dos mujeres del Movimiento Evita. Estaba envuelta en dos bolsas de basura, en un predio perteneciente a la Ceamse, a metros de un brazo del río Reconquista y el Camino del Buen Ayre. La reconocieron por las zapatillas.

El femicidio de la adolescente de 17 años, asesinada en agosto de 2014, estuvo desde un inicio marcado por la complicidad estatal que obstaculizó la resolución del caso.

Más de tres años después, la causa por el femicidio de Melina Romero finalmente llegó a juicio. El femicidio de la adolescente de 17 años, asesinada en agosto de 2014, estuvo desde un inicio marcado por la complicidad estatal que obstaculizó la resolución del caso. En un principio fueron tres los imputados: Elías “Narigón” Fernández, el pai César Sánchez, y Joel «Chavito» Fernandez. Los dos primeros ya habían sido sobreseídos por falta de pruebas, mientras que Fernandez fue encontrado culpable el día de ayer de «homicidio preterintencional». Los jurados también lo condenaron por mayoría por privación ilegítima de la libertad agravada por la participación de tres o más personas, y lo absolvieron por el delito de abuso sexual.

(Leer nota relacionada: Melina Romero: una Justicia fanática del patriarcado y la impunidad)


Melina Romero


Si bien la condena es un paso más para lograr justicia, sigue dejando un sabor amargo: además de que Fernandez no es el único autor del delito, la carátula implica que el asesinato se cometió «sin intencionalidad». Esto, a su vez, implica dejar afuera el término «femicidio», mostrando una falta de perspectiva de género que caracterizó al caso desde un comienzo. Sin ir más lejos, Melody, la testigo clave, cuyo testimonio fue esencial para llevar adelante la investigación, fue víctima de violencia institucional: a partir de una pericia psicológica fue acusada de falso testimonio. 

La carátula del caso implicó dejar afuera el término «femicidio», mostrando una falta de perspectiva de género que caracterizó al caso desde un comienzo. Sin ir más lejos, Melody, la testigo clave, cuyo testimonio fue esencial para llevar adelante la investigación, fue víctima de violencia institucional.

Tal como relata Cosecha Roja, cuando eso sucedió, Romina Chiesa, integrante del Frente de Mujeres del Movimiento Evita de San Martín, había afirmado: “la fiscalía intentó culparla más a Melody que a los varones involucrados en la causa. En su primera declaración, ella dijo que había alguien en la casa que al final no estaba. Eso se tomó como falso testimonio y le abrieron una causa a pesar de la la situación traumática y de violencia que vivió”. Además de los acusados, Melody es la única persona que estuvo con Melina la noche del crimen. Gracias a ella, se supo que a ambas las habían retenido en una casa en Pablo Podestá, que a Melina la golpearon brutalmente, la violaron después de que quedara inconsciente y que la envolvieron en una bolsa en la que metieron piedras para que se hundiera en un arroyo.

Tal como informamos anteriormente en La Primera Piedra, la investigación también presentó múltiples obstáculos. Según relató la mamá de Melina a revista Mu“los hisopados que se hicieron se perdieron todos y no entregaron el perito toxicológico”. La fiscalía argumentó que las muestras tomadas del cuerpo no sirvieron “por la impureza de los reactivos”, pero la familia de Melina sospecha de falta de meticulosidad técnica. Este fue el primer juicio en el que no intervino un fiscal. De acuerdo a Página/12, María Fernanda Billone, quien llevó adelante el caso, desistió de acusar a todos los imputados y sólo el abogado que representa a la familia de Melina insistió en mantener la acusación contra Joel Fernández. La Cámara de Apelaciones de San Martín finalmente resolvió que Fernández fuera a juicio y que la acusación sea impulsada únicamente por el particular damnificado, situación inédita desde que empezaron los juicios por jurado en 2015.


Melina Romero

Foto: Infojus Noticias


 

Los medios sin rumbo

Melina RomeroDurante semanas, Melina Romero estuvo en el centro de un discurso mediático que no escatimó ningún detalle en configurar la historia de una “mala víctima”. Una chica “sin rumbo” que no encajaba al interior de los parámetros morales de una sociedad y  a la que “en algún momento le iba a ocurrir algo”. Porque si tenía cinco perfiles de Facebook, piercings y “no estudiaba ni trabajaba” entonces “ella se lo buscó”. Es la conclusión que el relato periodístico terminó por delinear con Melina y que repite con numerosas víctimas de violencia de género.

Notas como la que publicó el diario Clarín cuando aún se encontraba desaparecida, solo fueron el centro de un show mediático disciplinante en el que Melina fue definida como “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”. Un discurso condenatorio de una supuesta desobediencia, que se extendió también a su familia y la humilló cuando ella ya no podía decir “no”.

El femicidio de Melina Romero dejó nuevamente al descubierto la complicidad del Estado que desprotege a las víctimas y la magnitud de la violencia simbólica y mediática que perpetúa la desigualdad al concebir a las mujeres como objetos, responsabilizándolas de la violencia que sufren por su condición de género. En este contexto, hay que destacar el rol del feminismo popular y organizado que fue quien, junto a la familia de Melina, estuvo tres años en las calles exigiendo justicia, y que aún tiene la demanda pendiente de encontrar a todos los responsables.


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