Michael Sarian es un músico de jazz canadiense, criado en Buenos Aires y radicado en Nueva York. Su música es el fruto de esas mixturas y su propuesta integra buena parte de las sonoridades que escuchó en ese itinerario difuso, tan difícil de definir. Esta semana se presenta en Bebop Club (Moreno 364) y Borges 1975.
Orígenes
— En la gacetilla de prensa se te presenta como músico de jazz canadiense, criado en Buenos Aires y radicado en Nueva York. ¿Cómo vivís esa mixtura?, ¿qué dicen de vos esos cruces y qué le aportan a tus creaciones?
— Es algo que vivo desde siempre, lo siento natural. Quizás de chico era un poco confuso estar en un hogar básicamente canadiense, y después salir y ser un chico porteño. De grande ya te vas definiendo como persona, incorporás todos los ingredientes y te completan. Estando en Nueva York, una ciudad repleta de gente de todo el mundo, todo esto es algo normal. Mi música seguramente tenga algo que ver con eso. Me gusta que sea un poco difícil de categorizar, que tenga varias influencias.
— En este sentido, ¿cómo te definirías musicalmente?
— Lamentablemente, la palabra seria ‘jazz’. Pero es una palabra polémica porque es amplia, el jazz abarca un montón de estilos. Prefiero el término ‘world jazz’, que igual no me encanta.
— Empezaste a estudiar piano a los 6 y tuviste tu primera trompeta a los 13. ¿Cómo fueron esas experiencias y de qué manera te marcaron? ¿Ese fue tu ingreso al mundo de la música?
— En casa teníamos un piano y uno de mis primeros recuerdos es de cuando lo trajeron a casa y lo armaron. El señor que lo armó era muy buena onda. Seguro que eso me marcó. Mis padres querían que espere un poco para empezar a tomar clases, pero les pedí que me dejaran. Mi hermano mayor iba a empezar a estudiar solo, pero finalmente arrancamos los dos.
Me parece que es como dijo Charles Mingus, que la verdadera creatividad es hacer que lo complicado suene simple, y no que lo simple suene complicado
— ¿Qué solía escucharse en tu casa? ¿Con qué clase de música te sentiste más interpelado?
— Era mucho rock americano, porque mi mamá es canadiense y cuando nos mudamos a Buenos Aires no hablaba español ni conocía mucho la cultura o la música argentina. De más grande fui descubriendo un poco más de la música, y de adolescente (ya con la trompeta) quería escuchar algo que tuviera trompeta y empecé con el jazz.
— ¿Cuál fue el primer sonido que te deslumbró? (A la edad que recuerdes)
— Te puedo decir que el primer músico que realmente me inspiró fue Jaco Pastorius. Cuando tenía 15 años más o menos escuché su disco Word of Mouth, y nunca dejé de escucharlo. Es uno de esos discos que tengo que visitar cada dos meses.
Viajes
— La música te llevó por Estados Unidos, Sudamérica y Europa. ¿Cómo viviste esos viajes y qué te dejó cada una de esas experiencias?
— Que la música te puede llevar a cualquier lado. Algunos fueron viajes cortos, otros más largos. Algunos fueron como músico y otros como organizador y/o docente. Tuve la suerte (y la sigo teniendo) de vivir de la música desde varios puestos.
En casa teníamos un piano y uno de mis primeros recuerdos es de cuando lo trajeron a casa y lo armaron. El señor que lo armó era muy buena onda. Seguro que eso me marcó.
— ¿Qué te llevaste de cada lugar en lo musical? ¿Con cuál de esos paisajes sonoros te sentís más identificado?
— Por ahora, me siento más identificado con el paisaje sonoro de Nueva York, porque no hay un solo paisaje. Tenés de todo, todo el tiempo. Definitivamente, creo que tengo un sonido algo argentino, tratando de meter ese 6/8 cuando pueda, y a la gente le copa. Pero hay un montón de músicas y sonidos que me influencian.
Intimidad liberadora y rutinas imposibles
— Tocaste en sótanos vacíos y también en grandes teatros repletos de gente. ¿Qué tiene de particular cada una de esas modalidades de presentación en relación al carácter intimista que muchas veces persiguen géneros como el jazz?
— Mirá, tengo la suerte de tocar con mucha gente y muchos estilos. Tanto en Buenos Aires como en Nueva York. Teniendo dos grupos de buen tamaño (septeto y big band), me ha pasado varias veces que somos más músicos que público. Y sí, puede ser un bajón, pero también tocás de otra manera. No tenés la presión de tocar algo increíble para un lugar lleno, y esa es una situación que te puede liberar. Es el estado al que querés llegar siempre: tocar sin que te importe quién está escuchando. Pero obvio está buenísimo tocar de vez en cuando con una banda de rock música divertida para miles de personas.
— ¿Por qué te decidiste por la trompeta como instrumento y qué significa en tu vida?
— Se me dio por la trompeta. O más bien me la dieron. En la escuela, quizás en séptimo grado, arrancamos con clases de banda y el profesor me dijo que toque la trompeta. Nunca se me ocurrió hacer otra cosa, así que le di para adelante. No sé cómo explicarlo… pero es algo a lo que le dedico tiempo todos los días. Si paso un par de días sin tocarla, me pongo mal.
Cuando pienso en componer, a veces me parece una tarea imposible, pero una vez que arranco… me encanta. Sentarme al piano con papel y lápiz, escribir, desarrollar, después ir a la compu y armar el arreglo para el ensamble
— Si no fueses músico, ¿a qué otra cosa creés que podrías haberte dedicado?
— Me gustaría ser escritor y escribir novelas, ponele. Me fascina esa vida. Murakami, por ejemplo: se despierta muy, muy temprano, escribe varias horas, después sale a correr, o a nadar, escucha música, lee… ese tipo de rutina es algo que como músico es casi imposible tener.
— Entre tus influencias mencionás a artistas tan (aparentemente) disímiles como Miles Davis, Charles Mingus, Jaco Pastorius, Thundercat, Mercedes Sosa, Luis Alberto Spinetta o Charly. ¿Cuál es el común denominador entre todos ellos con sus diversos estilos y cómo convergen en tu música?
— Que me inspiran. Logran una conexión con el oyente, o por lo menos conmigo.
Discos y creación
— ¿Qué tipo de sonoridad buscaste en tu último trabajo discográfico?
— El primer disco fue todo acústico, salvo por el bajo eléctrico en algunos temas. El segundo fue una sobredosis de sonidos electrónicos, y nada de swing o fusión con folclore u otras influencias. En éste hay una mezcla, muchos efectos, pero el sonido no es tan saturado. Hay un poco más de sensibilidad quizás, con piano, teclados y bombo legüero en algunos temas. Creo que con cada proyecto me acerco un poco más a lo que realmente quiero transmitir y presentar como músico.
— ¿Cómo vivís el proceso creativo?
— Depende de la etapa. Cuando pienso en componer, a veces me parece una tarea imposible, pero una vez que arranco… me encanta. Sentarme al piano con papel y lápiz, escribir, desarrollar, después ir a la compu y armar el arreglo para el ensamble, me encanta. Hasta me encanta preparar las partes para cada músico y que quede todo lindo para presentárselos.
Creo que con cada proyecto me acerco un poco más a lo que realmente quiero transmitir y presentar como músico.
— Se ha dicho de tus creaciones que son complejas y, al mismo tiempo, fácilmente accesibles. ¿Qué pensás sobre el nivel de complejidad en la música? Para que algo sea bueno, ¿es preciso que sea complejo o no necesariamente?
— Me parece que es como dijo Charles Mingus, que la verdadera creatividad es hacer que lo complicado suene simple, y no que lo simple suene complicado. Crecí escuchando música popular, pero estudié música contemporánea y jazz, así que de cierto modo busco combinar esas cosas. Que el público pueda disfrutarlo sin pedirles demasiado esfuerzo, pero si quieren escuchar con un poco más de atención, van a notar cosas interesantes.
— ¿Qué es lo que ideal(y personal)mente debe tener una pieza para que te conmueva?
— No sé si eso es algo que se puede definir como si fuese una fórmula. Pero sí te puedo dar una respuesta medio abstracta: tiene que ser honesto, algo que el compositor o artista presente con honestidad, intención.
Buenos Aires y futuro
—¿Cómo ves la escena musical porteña?
—Desde afuera, se ve que sigue creciendo y está cada vez mejor. No es fácil conseguir fechas acá y eso es algo que está bueno. Es una escena competitiva, creativa. Y cada vez hay más músicos y más jóvenes.
— ¿Qué expectativas tenés para las próximas fechas en la ciudad?
— Presentar buena música. Este año estoy presentando cuatro shows distintos, cada uno con repertorios distintos, así que va a ser un desafío. Pero le tengo confianza a todos los músicos que se están prestando para tocar mi música. Y ojalá la gente que venga a los shows salga contenta y se cope con la propuesta.
— ¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
— Recién grabamos nuestro tercer disco con The Chabones, así que ahora estamos ocupados con eso. El año que viene me gustaría viajar más con el grupo en giras y presentarnos en festivales. Y mas allá de eso, me gustaría grabar con la big band, pero ya es un desafío de otro tamaño y hay que darle tiempo.