El 15 de noviembre de 1992, Ricardo Barreda mató a escopetazos a su suegra, su mujer y a sus dos hijas. El crimen tomó una gran notoriedad pública y fue celebrado por mucho tiempo por el machismo nacional, justificando el accionar violento del femicida y destacando que los hombres en la cárcel y en la calle le mostraban señales de respeto y agradecimiento, como si fuera un héroe. ¿Qué cambió en la sociedad argentina desde esa fecha?
La historia argentina tiene un material más que amplio en lo que a casos policiales se refieren. Con horas y horas de pantalla televisiva y lugares centrales en los diarios, los crímenes llegan a ser las noticias que más se consumen, por lo que muchas veces no son tratados con la seriedad que cada caso necesita. Un claro ejemplo es el cuádruple femicidio de Ricardo Barrera, uno de los casos más populares dentro de la sociedad.
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Hace 25 años, un 15 de noviembre de 1992, Barreda mató a escopetazos a su suegra de Elena 86 años, su mujer Gladys de 57 años y a sus hijas Cecilia y Adriana de 26 y 24 años respectivamente. Su justificación para el aberrante crimen fue el maltrato diario al que supuestamente era sometido, afirmando que se había ganado el apodo «Conchita» y era obligado a hacer tareas domésticas. Eso generó que algunos medios de la época -todavía la figura de «femicidio» no estaba en el código penal ni se encontraba instalado en la opinión pública- se pusieran del lado del victimario para analizar el caso. Para el machismo argentino, Barreda era considerado un «héroe».
Su justificación para el aberrante crimen fue el maltrato diario al que supuestamente era sometido, afirmando que se había ganado el apodo «Conchita» y era obligado a hacer tareas domésticas. Para el machismo argentino, Barreda era considerado un «héroe».
Tal como señala Infobae, el mismo día que mató a las cuatro mujeres de su familia, Barreda fue al cementerio «a hablar» con sus padres. También visitó el zoológico («ver elefantes y jirafas me relajaba», comentó en distintas oportunidades), fue a un hotel alojamiento y luego invitó a comer pizza a su amante. Pocas horas después se entregó a la Policía, una vez que su coartada fuera derribada: un robo armado mientras él se encontraba de caza.
Barreda estuvo preso 16 años -desde 1992 hasta el 2008- por el cuádruple femicidio. En 1995, en un fallo dividido, el dentista fue condenado a reclusión perpetua, aunque una de las juezas entendió que el acusado debía ser considerado inimputable. Sin embargo, en 2008 recibió la prisión domiciliaria y en 2011 la libertad condicional gracias al beneficio del 2×1 (el mismo que estuvo cerca de aplicarse en el caso de los genocidas de la última dictadura cívico-militar).
El caso de Barreda sirve para pensar el trato histórico que la violencia de género tuvo en la sociedad argentina y en los medios de comunicación. En 2011, luego de obtener la libertad condicional, circulaba en tono risueño notas sobre una estampita de «San Barreda» como si se tratara de un santo popular y el «patrono de los maridos». Hoy en día, una nota de ese calibre no podría ni pensarse, evidenciando la visibilidad de la lucha feminista y los logros obtenidos.
«A cada santo una vela, y una escopeta a «San Ricardo Barreda», patrono de «los varones oprimidos por el matrimonio». Esa es la premisa de miles de seguidores del odontólogo de La Plata que pasó una década en la cárcel por el asesinato de su mujer, su suegra y sus dos hijas», señalaba una nota de minutouno.com del 2011. En la misma nota, como si fuera una gracia, se destaca que en la estampita aparece una escopeta «como corresponde».
La misma nota continúa: «Además tiene una oración que, aunque coloquial, prentende ser una sentida súplica del macho argentino doblegado por los embates de la vida conyugal. Desde ‘San Barreda, mi profeta, desmagnetiza esa tarjeta’, hasta ‘San Barreda, San Barreda, que el Demonio retroceda’ en caso de que se acerque la suegra al hogar familiar». En ningún momento se puede ver una crítica o una reflexión sobre lo peligroso que es naturalizar este tipo de discursos. Seis años después, el escenario cambió radicalmente y los mismos medios que levantaban irresponsablemente estas noticias, parecen haber adquirido conciencia de la gravedad de los hechos.
Seis años después, el escenario cambió radicalmente y los mismos medios que levantaban irresponsablemente estas noticias, parecen haber adquirido conciencia de la gravedad de los hechos.
Otras oraciones a «San Barreda» que circulaban en la web eran “San Barreda, San Barreda…/que no joda ni me agreda”/ “San Barreda, te suplico:/Que este loro cierre el pico”. Hoy en día, donde los femicidios son una triste realidad y la conciencia de una gran parte de la sociedad despertó ante las desigualdades de género y la violencia histórica que sufrió la mujer y todo lo relacionado a lo femenino, es necesario recordar estos casos para ver cómo las cosas pueden cambiar radicalmente en poco tiempo gracias a la lucha en las calles.
Tal como señalamos anteriormente en La Primera Piedra, y en el marco del Día Internacional de la No violencia contra las Mujeres que se celebrará el próximo sábado 25 de noviembre, la importancia de conocer las formas de ejercicio de la violencia se vuelve una clave para la lucha. En ese sentido, cabe destacar el caso de la Violencia Simbólica, que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.
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Así como la violencia física es la más fácil de ver a simple vista, la violencia simbólica se encuentra muchas veces sedimentada en las instituciones sociales y en los estereotipos con los que las mujeres conviven día a día, y es necesario un ejercicio de reflexión para determinar la existencia de esa violencia. Hacer memoria y analizar críticamente lo que muchas veces se dio como natural y hasta gracioso, es un excelente paso.
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