«Él luchó durante más de 30 años para ir al juicio, declaró y ese testimonio, junto al de todos sus compañeros, sirvió para que Etchecolatz sea condenado. Su testimonio grabado siguió sirviendo para seguir encarcelando genocidas», sentencia a La Primera Piedra Rubén Eduardo López, el hijo mayor de Jorge Julio López. A 11 años, la causa por la desaparición del testigo que dio testimonio en el juicio contra Miguel Osvaldo Etchecolatz sobre sus días de cautiverio durante la dictadura cívico-militar y los asesinatos de sus compañeros de militancia, se encuentra prácticamente parada. La verdad sobre lo sucedido pareciera estar debajo de un pozo profundo de encubrimiento, impunidad y negligencia.
En el marco de un nuevo aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López, La Primera Piedra conversó con Rubén López, el hijo mayor del testigo que desapareció por testimoniar contra los genocidas. Desde la desaparición forzada de Santiago Maldonado el 1 de agosto de 2017, Rubén acompaña a la familia del joven para dar contención, consejos y tratar de apoyar desde su experiencia para lograr conocer la verdad sobre una nueva desaparición en democracia. «Santiago Maldonado desaparece en un acto represivo de Gendarmería y es desaparición forzada de persona. Hay evidencias, hay pruebas y hay testigos sobre lo que pasó», señala marcando las diferencias sobre la desaparición de su padre y el caso que preocupa a toda la militancia política, organizaciones sociales y organismos de Derechos Humanos desde hace más de 45 días.
«El Estado siempre es responsable, eso no se niega. Por acción u omisión es responsable. Pero en el caso de Santiago me parece más por acción, es un acto de represión», remarca. En relación a la causa sobre la desaparición de López, Rubén ironiza sobre la situación en la que se encuentra: «De la justicia no espero mucho más de lo que ha hecho hasta ahora porque no ha hecho nada». En este sentido, también denuncia que la investigación no avanzó ni un solo paso en determinar qué pasó con Jorge Julio López el 18 de septiembre de 2006, cuando nunca llegó a los alegatos del juicio de lesa humanidad que condenó al genocida Etchecolatz por su accionar en el genocidio.
«Seguimos sintiendo la misma bronca que hace 11 años»
— En varias entrevistas que diste este último tiempo, diferenciás la desaparición de Santiago Maldonado con la de Jorge Julio López. ¿En qué te parece que son diferentes?
— Hay dos contextos distintos. En el plano jurídico, mi viejo desaparece cuando estaba yendo a un juicio de lesa humanidad y es una presunta desaparición forzada de persona. Santiago Maldonado desaparece en un acto represivo de Gendarmería y es desaparición forzada de persona. Lo dictamina la justicia, no lo decimos nosotros ni la familia de Santiago. ¿Cuál es la diferencia? En el caso de Santiago está involucrado un agente del Estado que generalmente es un policía, un gendarme, un militar: el Estado. Hay evidencias, hay pruebas y hay testigos sobre lo que pasó. En el caso de mi viejo no tenemos nada, por eso es presunta: se presume que algunos agentes del Estado, llámese algunos ex policías, pudieron haber sido los autores. Es lo que se sospecha, pero no tenemos pruebas, no hay testigos, no hay nada.
En el caso de Santiago está involucrado un agente del Estado que generalmente es un policía, un gendarme, un militar: el Estado. Hay evidencias, hay pruebas y hay testigos sobre lo que pasó. En el caso de mi viejo no tenemos nada, por eso es presunta: se presume que algunos agentes del Estado.
— En el contexto político, ¿cómo ves las respuestas de los distintos gobiernos frente a ambos casos?
— Cuando le pasó esto a mi viejo, el Estado estuvo presente. Desde el gobernador Felipe Solá hasta el presidente Néstor Kirchner y varios ministros, también hasta por intermedio de la presidenta Cristina Kirchner, estuvieron presentes hasta el 9 de diciembre del 2015. Teníamos los teléfonos. Si necesitábamos algo, como información que el Estado aporte a la justicia, estaban presentes. En el caso de Santiago no, al contrario. Recién ahora quieren intentar, después de 40 días, comunicarse con la familia cuando lo tendrían que haber hecho en forma inmediata y, sobre todo, porque las sospechas caían sobre Gendarmería. Haya sido o no, en esos primeros momentos, ante la duda, tendrían que haber estado. Hoy, ya está casi comprobada la responsabilidad de Gendarmería, e inclusive empezaron a cambiar un poquito las versiones para apuntar a algunos gendarmes.
— Negando que igual sería una desaparición forzada.
— Exacto. Es una desaparición forzada. Dentro de lo malo que hay, preferiría que los responsables sean esos agentes del Estado, es decir que hayan hecho algo por su cuenta, y no que haya habido una orden de desaparecer a un mapuche o a Santiago Maldonado.
— Se cumplen 11 años de la desaparición de tu papá, ¿qué sentís?
— Seguimos sintiendo la misma bronca que hace 11 años. Es muy triste no poder explicar a esta altura que no hay nada, que nunca se encontró, que nunca se supo. Cómo explicar con palabras… no las tengo. Es triste. Es triste, sobre todo, porque la justicia no nos dijo nunca y no nos dice ahora que pasó, por qué no lo encontraron, o por qué no lo buscaron. En definitiva, por qué no lo protegieron. Para todos esos interrogantes no tenés respuesta. Yo no lo puedo explicar con palabras. Bronca, dolor. Hago todo lo que estoy haciendo hoy en día porque, con eso, por lo menos me descargo. Sobre todo a partir de lo que pasó con Santiago, asumiendo un rol un poco más, me da cosa decirlo pero, protagónico en el sentido de salir a reclamar. Tanto por mi viejo pero por Santiago también.
— También por todos los interrogantes que replicaron la pregunta por López como oposición frente al reclamo de Santiago Maldonado fue necesario tener tu voz.
— Sí, tenía que salir. Son dos cosas distintas, en dos contextos políticos diferentes y dos contextos jurídicos distintos. El Estado siempre es responsable, eso no se niega. Por acción u omisión es responsable. En el caso de Santiago me parece más por acción, es un acto de represión, encima un acto ilegal, porque Gendarmería tenía la orden de despejar la ruta, no de reprimir. Cuando Gendarmería baja de la ruta, el acto ya es ilegal porque ellos no podían entrar a la (comunidad mapuche) Pu Lof. Ese es un acto ilegal porque no estaba aprobado por el juez. Son tres ilegalidades: haber, eventualmente, desaparecido a Santiago, haber encubierto a aquellos que cometieron un acto ilícito y haber incursionado en la Lof.
— Desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri ¿tuvieron algún contacto con sus funcionarios?
— Lo pedimos nosotros. El año pasado nos reunimos dos veces con el Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, pero era porque necesitamos ver qué era lo que el gobierno pensaba hacer con respecto a la causa. No fue que ellos nos llamaron. Nosotros pedimos la audiencia. Esas fueron las únicas dos veces que hablé con un funcionario nacional. A nivel provincial, venimos trabajando con Santiago Cantón, el secretario de Derechos Humanos de la provincia. Tenemos una buena relación de trabajo con mi fundación «Construyendo Conciencia» con respecto a lo que es políticas de memoria.
— ¿En qué situación está la causa?
— Prácticamente parada. No hay absolutamente nada. En otra entrevista me decían: “Puede ser que con todo lo de Santiago Maldonado y que todo el mundo está preguntando por López se reactive la causa”. A lo que respondo: “¿Cómo? Me perdí una parte, ¿no estaban investigando?”. ¿Cómo se va a reactivar una causa que no está archivada? Obviamente lo digo irónicamente porque en verdad hace mucho tiempo no se hace nada y lo poco que se hizo, se hizo bastante mal.
El día de los alegatos era la primera vez que mi viejo lo iba a poder ver cara a cara. Por todo esto, nosotros fue que pensamos que le había pasado algo físico, algo psíquico, que se le había saltado la térmica como decimos en el barrio, que le había pasado algo emocional que no le permitió estar. Con el correr del tiempo, lógicamente, la consecuencia de pasar los días, las semanas, los meses, empezamos a pensar que pasaba algo.
— Antes mencionaste que, con el tiempo, la mayor certeza o la hipótesis sobre que alguien se lo llevó y pudo haber sido secuestrado fue más fuerte, pero al principio quizás desconfiaban un poco más de esa teoría. ¿Por qué fue ese cambio ?
— Nosotros no participábamos de lo que fue el juicio, fue mi viejo solo, quiso hacerlo él. Solo lo fuimos a acompañar el día que declaró. El día de los alegatos era la primera vez que mi viejo lo iba a poder ver cara a cara. Por todo esto, nosotros pensamos que le había pasado algo físico, algo psíquico, que se le había saltado la térmica como decimos en el barrio, que le había pasado algo emocional que no le permitió estar o cualquier cosa que le pueda pasar a un humano en un momento de mucha tensión. Estaba muy ansioso el día anterior, contento por ir, pero tenía la ansiedad de verle la cara. Con el correr del tiempo, lógicamente, la consecuencia de pasar los días, las semanas, los meses, empezamos a pensar que pasaba algo: alguien estaba encubriendo o Etchecolatz y su entorno podrían haber sido responsables. Pero lo digo solamente por sospecha, lo pongo en potencial porque no tengo pruebas. De otras partes de la querella te lo van a decir con más seguridad: si fuese así lo hubieran enjuiciado, pero en verdad no está la prueba. Yo no enjuicio, no soy juez. No tengo las pruebas y la justicia tampoco las tiene para encarcelar a alguien.
— En este sentido, ¿cómo es tu relación con los organismos de derechos humanos y los ex compañeros de López?
— Con muchos me llevo muy bien, con otros no, tenemos opiniones distintas. Cuando uno está en un organismo o está en un partido tenés matices, hay organismos que piensan de una manera y otros piensan de otra. Yo pertenezco hoy, hace un año y medio o dos, a la mesa por los Derechos Humanos de La Plata. Tengo muy buena relación con muchos, con Hebe (de Bonafini) no la tengo. Nos hemos andado peleando últimamente, pero no por su trayectoria de lucha, sino por los dichos que no tienen nada que ver con lo que realmente era mi viejo.
El legado no era solamente contar lo que a él le pasó, sino contar lo que vió: cómo habían matado a sus compañeros de lucha. Me parece que eso lo mantuvo vivo.
— Recién recordaste cuando lo fueron a ver testimoniar en el juicio contra Etchecolatz. ¿Qué sentiste en ese momento al escucharlo hablar de su militancia y de cosas que no conocían?
— Asombro, porque, de todo lo que contó, prácticamente no sabía nada, salvo algunas cuestiones que había contado muy chiquititas. Asombro, primero, por escuchar el testimonio de su voz, segundo, por las torturas que recibió y sobrevivió. En un momento, lo contó en el juicio, pedía que lo maten porque ya no aguantaba más la tortura. Mi viejo sobrevive quizás porque era más fuerte o porque realmente tenía el legado. El legado no era solamente contar lo que a él le pasó, sino contar lo que vio: cómo habían matado a sus compañeros de lucha. Me parece que eso lo mantuvo vivo. Él había visto como mataban a Patricia Dell’Orto y a Ambrosio de Marco, los papás de Mariana. Patricia, Tate, como le decían en la Unidad Básica, le dijo “viejo vos vas a sobrevivir, dale un beso a mi hija y decile que la amo”. Tate tuvo la visión antes de que la maten de que mi viejo iba a sobrevivir. Y sobrevivió 30 años de lucha de no tener justicia. Sobrevivió al testimonio, pero no sobrevivió a los alegatos porque no lo cuidaron y esa es una parte en cuanto a la queja que podemos tener. No lo cuidaron. Y le tocó a mi viejo, pero le podría haber tocado a cualquiera. Quizás si no le tocaba a mi viejo yo estaría en mi casa haciendo nada, como estuve durante toda mi vida. Uno empieza a hacer las cosas cuando la desgracia te toca la puerta y, por eso, hoy estamos trabajando por los derechos humanos y lo que se está haciendo por Santiago.
— Pasaron 11 años y no se sabe nada en concreto. ¿Qué esperas? ¿Esperas algo de la justicia?
— De la justicia no espero mucho más de lo que ha hecho hasta ahora porque no ha hecho nada. Lamentablemente. Yo no puedo creer que alguien esté pensando que con todo el hecho de Santiago y esta comparación absurda con López la justicia reactive la investigación. ¿En qué momento se dejó de investigar? Obviamente no se investigó como correspondía y es eso lo que uno puede terminar diciendo. No espero mucho más porque no hicieron nada hasta ahora. Salvo que algún día tengamos la suerte de que algún testigo aparezca o que alguien tenga alguna pista, porque acá no lo encuentran o no lo van a encontrar hasta que se lo lleven por delante y eso es literalmente: hasta que no se atropellen con mi viejo no lo van a encontrar. No están capacitados, esa es la triste realidad. Espero que con Santiago no pase lo mismo.
— ¿Qué recordás de tu viejo?
— El compromiso con sus compañeros de lucha. Él luchó durante más de 30 años para ir al juicio, declaró y ese testimonio junto al de todos sus compañeros sirvió para que Etchecolatz sea condenado. Su testimonio grabado, porque no lo cuidaron, sirvió para que en varios juicios mi viejo fuera a declarar. Su testimonio siguió sirviendo para seguir encarcelando genocidas.